El poder de los que no entienden de imposibles se desató en Colombia, y la fuerza que los alimenta es una esperanza que no quieren perder unida a una mezcla de decepción y derrota que le dio más combustible a la movilización. Jóvenes escolarizados y por fuera del sistema educativo, de universidades públicas y privadas, y profesionales recién graduados, se juntaron para participar con la idea de poder vivir en un país sin un conflicto interno armado, pero planteando que la terminación de este no sea producto de la decisión de un mandatario, de ignorarlo o desconocerlo, ni tampoco bajo el intento de eliminar al otro, sino bajo el uso de la palabra.
Hay jóvenes participando de los debates de lado y lado, como son también jóvenes los que disparan desde las dos orillas, y lo son también los reclutados por la guerra, y peor aún, jóvenes la mayoría de los muertos. Pero en este momento hay una característica peculiar que definitivamente no es menor: a este debate se sumaron chicos que están trabajando juntos y proceden de sectores, estratos y culturas diferentes, y esto en Colombia no se veía desde tiempos de pre-constituyente; y ahí se formó una muy buena camada de líderes para este país, lo cuál es probablemente lo más interesante de este proceso.
Aunque la apatía sigue siendo inmensa y mayoritaria y así lo probó el resultado del plebiscito, miles de jóvenes han dejado el control de sus televisores o las pantallas de celulares y computadores, o aún mejor, las están usando para buscar difundir y discutir la información que cada vez está construida de manera más creativa y diversa, y nuevamente aquí la participación de los jóvenes también ha sido fundamental, rompiendo en masa con humor y mucha imaginación la hegemonía de canales tradicionales, redes sociales, grupos de whatsapp, y conversaciones. Esto podría ser una semilla muy poderosa para formar y generar opinión pública desde diversas y múltiples formas, y desde este escenario, fomentar la participación política y ciudadana.
La calle, el espacio público, y los muros digitales y físicos se llenaron de creatividad. Los mensajes han sido poderosos y vacíos, estableciendo conversaciones sobre víctimas, tierra, justicia, narcotráfico, y en general, sobre temas que en la ciudad los jóvenes no conversaban.
La transgresión la hacen personas de no muchos años como casi siempre ha sucedido: transgreden a sus padres, abuelos, tíos, maestros. Otros estuvieron de acuerdo con ellos pero se atrevieron a estrenar el opinador, que muchos creíamos, los chicos ya tenían dañado.
Por último, fueron capaces de resistir los golpes o la victoria, y después del resultado del plebiscito al que algunos llamaron plebitusa, convocaron y llamaron a la calle, a la tan difícil e incierta tarea de marchar y movilizarse para darle un nuevo aire a este debate y devolverle de paso la sonrisa y la esperanza a jóvenes de los 90, del 68, o a los de…
Foto cortesía de Sergio González, tomada el 7 de octubre durante la Marcha por la Paz en Medellín