Solo si pensáramos la educación con sentido de urgencia, podríamos plantear- nos asuntos de gran relevancia, como cuál es su propósito en el país.
Escuchamos con frecuencia, el afán por dar propósito y sentido a lo que hacemos. Y es verdad que eso ofrece claridades y nuevas oportunidades a nuestro acontecer cotidiano y al estratégico.
Sin embargo, poco o nada se nos enseña sobre el sentido de urgencia, que es bien diferente al comúnmente llamado ‘urgente’.
A lo urgente le hemos culpado de dejar atrás lo importante. A lo urgente le debemos las cargas de estrés y malestar que surgen de lo que esta fuera de control y planeación.
Pero, lo que quiero indicar en este espacio, es que tal vez esos ‘urgentes’, que nos mortifican a diario, se deben, justamente, a que poco o nada se nos ha enseñado del sentido de urgencia como concepto planificador y estratégico: la capacidad de actuar con oportunidad.
Muchos de los problemas o situaciones que enfrentamos a diario obedecen a que no otorgamos sentido de urgencia a los asuntos, y con ello dejamos de valorar su grado de relevancia, riesgo y consecuencia.
Para hacer simple mi raciocinio, si en casa hay una pequeña gotera, persistente, pero no molesta, seguramente la gotera será la menor de las tareas en mi lista, pese a que su valor, en términos de relevancia, riesgo y consecuencia, puedan ser críticas.
La gotera lenta, pero segura, es un mínimo síntoma de un problema mayor, y la incapacidad de valorar con oportunidad dicha condición, suele generar inundaciones o daños irreparables.
Eso es lo que sucede, en general, con los grandes problemas que enfrentamos hoy por hoy. Nunca hacemos el ejercicio de hacer mapas de riesgo y valoración para determinar los puntos de quiebre y actuar con oportunidad. Por esto, terminamos en crisis que hacen insostenibles nuestros ecosistemas.
Son innumerables los casos que sirven de ilustración. El ejemplo más claro puede ser la reciente crisis de la educación en Colombia, que está muy lejos de tener una solución, pues no se ha tratado simplemente de un paro docente. Es un problema que, en nuestro país, no se ha expresado con sentido de urgencia, pues solo reaccionamos con paños de agua tibia inmediatistas y poco consistentes. La educación no ha sido expresada en términos de sostenibilidad.
La principal cuestión está determinada por cuánto tiempo seremos capaces de sostener un sistema que exige lo que no da, que pide calidad a costa de equipos docentes con mucho propósito, pero poco respaldo.
Solo si pensáramos la educación con sentido de urgencia, podríamos plantearnos asuntos de gran relevancia, como cuál es su propósito en el país, la oportunidad y el riesgo de no hacer reformas desde ahora que contemplen el futuro y diseñar la ruta estratégica para resolver el problema de fondo.
En últimas, el sentido de urgencia es una premisa del hoy para hacer posible el mañana. Para tener que dejar de atender urgencias como las del pasado paro docente, debemos darle sentido de urgencia a la educación y transformarnos para las generaciones que vienen, así como atender el reto de la sostenibilidad.
Publicado originalmente en el diario Portafolio