Un proyecto liderado por 7 colectivos ciudadanos pretende construir un corredor verde de 25 kilómetros en la capital costarricense, para conectar los olvidados ríos Torres y María Aguilar con la ciudad. LA Network dialogó con Federico Cartín Arteaga, director de la Fundación Rutas Naturbanas y gestor de la iniciativa.
Cuando se habla de Costa Rica siempre se tiene el imaginario de un país verde, ecológico, biodiverso. Y es una postal parcialmente cierta. Porque al detenernos en sus ciudades, la imagen idílica se rompe, ya que en ellas sucede todo lo contrario: el desarrollo sostenible es aún de papel en esos cantones o municipalidades.
Es ante esta realidad que los propios ciudadanos decidieron dejar de ser actores pasivos para convertirse en protagonistas de la vida urbana de su territorio. Federico Cartín Arteaga es uno de ellos. Cartín es cofundador de SUM Consulting, una oficina de planificación urbana, estratégica y de gestión con oficinas en San José y Toronto (Canadá), quien luego de más de una década de trabajo en ese país, regresó a su tierra natal para promover un cambio.
Esto lo llevó a fundar con 6 organizaciones más (Río Urbano, Chepecletas, Amigos del Río Torres, GAM Cultural, Árboles Mágicos y Proyecto Par) la Fundación Rutas Naturbanas. Esta organización busca la recuperación y creación de 25 kms de vías peatonales de uso compartido para permitir que las personas puedan moverse, correr y pedalear en los retiros de ríos en la región capital de San José.
El proyecto estuvo avalado en un inicio por más de 20 mil firmas obtenidas mediante una campaña en redes sociales. Fueron todos ellos quienes le dieron el alcance de iniciativa ciudadana, cuya esencia es conectar a las personas a la ciudad a través de la naturaleza.
LA Network dialogó con Federico Cartín para conocer detalles del proyecto y cómo a partir de este año se inicia la construcción del primer kilómetro.
¿Cómo nace esta iniciativa?
Es una iniciativa ciudadana. Nos reunimos siete representantes de organizaciones locales, unas del sector privado, una consultora como la mía y fundaciones que se dedicaban el trabajo de sembrar árboles. Y nos reunimos para mirar qué podíamos hacer en conjunto, no solo regenerar esos espacios, sino también atacar uno de los problemas grandes de la ciudad que tiene que ver con la movilidad. Y, entonces, empezamos a encontrar en estos espacios residuales una gran oportunidad que además representaba un gana-gana: ganar para el ecosistema del río, ganar para los propietarios que encontraban en estos residuales espacios peligrosos y que no les generaban valor, ganar también para la ciudadanía en general, y ganar para el municipio, que revaloriza una gran parte del suelo. En conclusión, por todos lados era muy lógico hacerlo.
¿Y cómo avanza el proyecto?
Hemos logrado vender la idea del proyecto y ahora arrancamos el primer kilómetro de construcción en 2019; a finales de 2018 negociamos otros dos kilómetros más con otros desarrolladores inmobiliarios que van a pagarlo al 100 % y así es como nos hemos ido moviendo, trabajando muy de la mano con el sector privado, con el sector público, y con distintas fundaciones.
¿Cuál es el modelo de financiación de la primera etapa?
El primer kilómetro en realidad está siendo 100 % donado por una empresa del sector privado que se llama H Solís, (una desarrolladora inmobiliaria). Hemos recibido apoyo del municipio de San José para toda la señalética en un modelo en el que ellos se van a hacer cargo del mantenimiento los primeros cinco años. Pero el proyecto va a depender mucho de la distribución que hay en los diferentes tipos de uso de suelo. Evidentemente si lo que tienes es un centro comercial a la par del río, pues ellos pueden darle el 100 % de mantenimiento, y el parque es un costo casi que marginal para la operación que ellos tendrían que darle a un centro comercial.
¿Primero entonces necesitan una recomposición del uso del suelo, un plan de ordenamiento?
Bueno, en el caso de ciertas zonas que son residenciales, estamos trabajando con las multilaterales y con los municipios para encargarnos del mantenimiento. Lo que quiero decir es que no hay una misma fórmula para los 25 kilómetros de la intervención, sino que es una fórmula que tendrá que ver mucho con el punto geográfico exacto en el que estemos, y esa es la ventaja de ser también fundación, que nos permite ser muy flexibles a la hora de poder trabajar tanto con los vecinos como con el gobierno.
¿Háblenos de los beneficios ambientales del proyecto en su totalidad, porque suponemos que han hecho todos los análisis de externalidades?
Hemos hecho en Costa Rica lo que se llama una Zona D1, que es el primer nivel a la hora de hacer un estudio de impacto ambiental. Para el primer kilómetro salimos incluso en negativo, lo que quiere decir que estamos generándole más valor ambiental que lo que estamos sustrayendo. Esto ha pasado porque en parte la apuesta no es solo la construcción de una vereda, sino que es la regeneración de una capa boscosa que en muchos casos se ha perdido. En la presentación que hice en Bogotá (en octubre pasado), enseñé fotos incluso de las zonas más lindas, pero otras son básicamente tacotales, son especies invasivas que no permiten que las especies nuestras puedan crecer, y eso tiene una repercusión súper negativa para la fauna.
¿Pero sobre todo su ventaja es que regresa la mirada al río?
Así es, el hecho de visibilizar el río y generar plataformas en las que las personas puedan acceder a él, también nos permite en el trabajo que estamos haciendo con comunidades, que la gente pueda ir a hacer sus campañas de limpieza. Uno de los miembros de este proyecto, una fundación que se dedica a hacer jornadas de limpieza, hoy no puede hacerlo porque un 80 % del río no es accesible, nadie puede llegar.
Por último, háblenos de la conciencia que está adquiriendo Costa Rica de hacer de sus ciudades territorios sostenibles.
Yo creo que era inevitable llegar a este punto. Costa Rica tiene dos características que han hecho que tal vez tengamos un cierto rezago en el tema urbano: por un lado, un estado central muy fuerte y los gobiernos locales muy débiles, y entonces el tema de involucramiento ha sido mucho en temas de política pública, que en parte obedece a la crisis de los 80, que es la década perdida de América Latina, donde el 100 % de la política pública y del estado central, se dedicó a la generación de empleo, a la conversión al sector exportador, etc., y abandonamos el dónde vivíamos, porque lo importante era sostener la economía y tener en dónde trabajar y que el país no volviera a colapsar. Eso generó un rezago que hoy por hoy por fin comenzamos a conectar. Costa Rica sí ha logrado ser pionero en el tema medioambiental de conservación, pero ahora empieza a empatarse con el tema de la ciudad. Hay que reconocer que las ciudades son responsables del 80 % de las emisiones y que podemos estar conservando miles de parques nacionales, pero en la medida en que nuestro modo de vida siga siendo el mismo, vamos a seguir teniendo los mismos impactos negativos. Es ahí que se empiezan a activar grupos ciudadanos sintiendo y sabiendo que los gobiernos locales están muy limitados en su actuar, pero que a la ciudadanía no nos pueden poner restricciones.