Guía peruana construida por diversas organizaciones, muestra los principales retos: desigualdad, mala planeación e inversión, discriminación, entre otros.
En momentos en que muchas ciudades de Latinoamérica empiezan a sentir los rigores de la lucha contra el coronavirus, el aislamiento social, las cuarentenas, los toques de queda; una de las cosas que posiblemente se empiece a añorar más es la posibilidad de salir a la calle, a ese espacio público que nos permite sentirnos libres, dueños de ese derecho de movilizarse.
Sin embargo, el espacio público, definido por ONU-Hábitat cómo “todos los lugares de propiedad pública o de uso público, accesibles y disfrutables por todos, gratuitamente y sin fines de lucro. Esto incluye las calles, los espacios abiertos y los equipamientos públicos”; presenta en las ciudades latinoamericanas múltiples falencias que hacen que se acceda menos, que se disfrute menos, que sea menos y de menos calidad.
Organizaciones como la Fundación Avina, Ocupa tu calle, el observatorio Lima Cómo Vamos y ONU-Hábitat, han publicado la guía ‘Intervenciones urbanas hechas por ciudadanos: estrategias hacia mejores espacios públicos’, en la que, entre otros temas, aborda los problemas del espacio público.
Tenemos espacio público, pero…
Para la guía, en la región se ha establecido dos formas de ‘hacer ciudad’: la formal y la informal o lo que precisa la ciudad vista desde arriba y desde abajo.
En ese sentido indica, cada una de ellas le genera sendos problemas al espacio público. La ciudad de arriba, la formal, aporta uno de los primeros problemas para el espacio público: la priorización, durante décadas, de los espacios para los vehículos en un fenómeno directamente proporcional: entre más espacios, vías, proyectos viales, segundos pisos se desarrollen, menos habrá para los peatones, la gente, el juego. “Por consiguiente, se canalizan los recursos públicos hacia grandes proyectos viales en favor de los automotores privados, por sobre aquellos orientados al encuentro de los habitantes, la caminata y el uso de los modos de transporte más accesibles y sostenibles, como la bicicleta y el transporte público”.
El documento expone un claro ejemplo de esta situación: para el año 2013 en Lima, la red vial tenía una extensión de 7.000 kilómetros, mientras la red de ciclo infraestructura apenas superaba los 100 kilómetros.
A su vez, la ciudad de ‘abajo’, la informal, genera en términos generales, el problema de la apropiación, la invasión del relativamente limitado espacio público: vecinos que en ellos barrios se toman las acercas o veredas para hacer un jardín o un estacionamiento para su carro; o para abrir un comercio. Eso mismo, pero a escala mayor pasa en las zonas céntricas: miles de personas que se toman las plazas, calles, aceras, para instalar ventas informales, muchas veces casi que privatizando sectores completos.
En este mismo sentido, el documento desarrollado por Lima Cómo Vamos y la organización ciudadana Ocupa Tu Calle, señala que las deficiencias en la planeación de la ciudad, constituye otro de los grandes problemas que enfrenta el espacio público latinoamericano.
El cambio de usos de suelo, la inversión de los recursos en zonas más acomodadas económicamente, la baja o nula participación de los ciudadanos en los procesos de diseño y ejecución de proyectos; limitan el desarrollo de un espacio público equitativo, justo, distribuido y acorde a las necesidades de las comunidades que deberían usarlo.
Aquí también juega un papel preponderante la dimensión estética de los planificadores, arquitectos, urbanistas y demás tomadores de decisiones.
“En muchas ciudades en donde los espacios públicos son escasos, en los pocos lugares orientados a los peatones, como parques y plazas, la vegetación es colocada como un elemento ornamental, priorizando la apreciación estética por sobre el uso de los espacios. Así que pisar el prado o sentarse sobre él es casi un delito”, advierte la guía que agrega que ello limita experiencias inherentes al espacio público: el juego, la cultura, la interacción entre los ciudadanos y el lugar, y entre los ciudadanos mismos.
Y precisamente al hablar de se disfrute hay que hablar de un grupo de problemas evidentes y que agravan la situación: la accesibilidad universal, la exclusión, la discriminación (social, económica y sobre todo la de género).
La accesibilidad universal se refiere a la creación de espacios “que puedan ser accedidos y utilizados por todos”, indica la guía cuyas experiencias provienen de las intervenciones promovidas por Ocupa Tu Calle y Lima Cómo Vamos.
Mucho del espacio público latinoamericano, limita el acceso y por lo tanto al disfrute: una persona en silla de ruedas que no puede llegar al parque hecho de escaleras; niños que encuentran lugares sin equipamiento para ellos o con diseños peligrosos; son ejemplos.
Pero también hay que hablar, finalmente, de un espacio público que discrimina: a las mujeres pues está diseñado para que los hombres lo dominen y las excluya a ellas. También hay exclusión, discriminación y desplazamiento de personas con orientación sexual diversa a quienes no se permite ocupar o expresarse en estos espacios.
Por ello, en estos tiempos en que las personas está refugiadas en sus hogares para evitar contagios por coronavirus y los espacios públicos están vacíos, y se añora su disfrute, recuerde estos problemas, es urgente que las ciudades trabajen por su mejoría y los ciudadanos tomen la voz para participar en ese propósito.