Una de las formas más intuitivas de definir “eficiencia energética” es cuando con la misma unidad de energía se produce más cantidad de un determinado producto. Este tipo de eficiencia es determinante en lo que dentro del sistema energético se conoce como Curva de Carga, que no es otra cosa que balancear día a día la energía generada con la demanda o los requerimientos energéticos de los usuarios.
Una de las alternativas que podrían revolucionar el mercado y mejorar el manejo de la oferta, a medida que se masifique su penetración, es el uso de vehículos eléctricos y, más concretamente, de sus baterías que, mediante la descarga del excedente de su energía en la red eléctrica en horas de alta demanda, podrían sustituir energías provenientes de otras fuentes más contaminantes y caras. Si a esta alternativa se suma el rápido desarrollo de los últimos años y la mejora en la competitividad de las energías renovables no convencionales (ERNC), como la eólica o la solar, se configura un escenario favorable de sostenibilidad y eficiencia que enriquece la oferta dentro de la matriz energética de los países, asegurando procesos más eficientes, facilidades de control y mayor automatización, además de los beneficios relacionados con la calidad del aire, la reducción del ruido y la productividad.
El desarrollo de la movilidad eléctrica y el uso creciente de este tipo de vehículos, por tanto, podrán traer beneficios asociados que van más allá del sector transporte, que, si bien no apuntan a solucionar los problemas de congestión, sí se enfocan en contribuir a la descarbonización del sector, que actualmente demanda en torno al 70 % de la energía proveniente de combustibles fósiles, según la IAE.
Los vehículos y la gestión del sistema eléctrico
Está demostrado que la eficiencia energética en vehículos de combustión interna apenas alcanza un rendimiento del 15 %. Para rodar una unidad de distancia se pierde hasta un 85 % de toda la energía requerida para mover el vehículo.
Esto sucede porque la energía se transforma y se evapora durante la producción y logística del combustible: refinación, transporte, carga y descarga del producto a la estación de servicio, carga en el auto. Y algo similar sucede en la combustión en el motor del vehículo.
En contraposición, en los vehículos eléctricos, al no tener el proceso de combustión y usando una composición de la matriz energética con un elevado índice de ERNC, el rendimiento puede llegar a cifras cercanas al 80 %. Sin embargo, no basta con que el vehículo sea más eficiente energéticamente si estos ahorros no pueden ser descargados en la red eléctrica para generar beneficios adicionales al conductor y al sistema en su conjunto. Por tanto, para almacenar energía que pueda ser incorporada a la red con base en transacciones directas entre actores del sistema, se está implementando tecnológicamente la carga inteligente (smart charging), que implica un avanzado desarrollo de estandarización, interoperabilidad y desarrollo de dichas transacciones a través de plataformas en red con una tecnología denominada DLT (Distributed Ledger Thecnology) como son los bitcoins o el blockchain.
La utilización de acumuladores de energía –como los vehículos eléctricos en un uso creciente-, sería capaz de aplanar la curva de carga tan deseada en eficiencia y en generación eléctrica. De esta forma, la disponibilidad de energía barata por la mañana se puede utilizar para cargar equipos que, en un futuro no muy lejano, podrían entregar energía en horas de alto requerimiento.
Además de los importantes beneficios de descarbonización, se abren oportunidades en mercados existentes o nuevos, debido a: i) aumento de la venta de energía sin modificar sustancialmente los activos de red; ii) manejo de las ventas en horas en las que tienen se tiene disponibilidad y facilidad en la infraestructura; iii) mayores oportunidades para los generadores ERNC, entre otros.
Con vistas al futuro próximo
El concepto de carga inteligente tiene un gran potencial de desarrollo, tanto para las redes y proveedores de energía como para los usuarios de vehículos eléctricos de cualquier tamaño.
El camino para lograr una movilidad más sostenible pasa entre otros factores por la sustitución de tecnologías convencionales de automoción por vehículos de cero o bajas emisiones, con la confianza de que es posible superar las barreras de adopción de tecnologías mediante un esfuerzo conjunto entre el sector público y el privado.
Si bien se espera un impacto importante en el corto plazo, es necesario acompañar el proceso de crecimiento de la demanda de energía con el crecimiento esperado del transporte eléctrico, apoyando en todo momento la optimización de la curva de carga eléctrica con el transporte eléctrico como vehículo de almacenamiento de energía que, gracias a las facilidades tecnológicas de registro y verificación de transacciones en la red, permitirán viabilizar un futuro eléctrico inteligente y sostenible que ya no se ve tan lejano.
Artículo publicado originalmente en Visiones, Blog de CAF y también escrita por Andrés Alcalá