Por Sofía Guerrero Gámez, Lorena Sierra Valdivieso, Ignacio Sánchez D’ocon y Gálata Llano
Si la accesibilidad está al alcance de todos y todas, ¿por qué quedarse a medio camino? La capacidad de una persona viene determinada por su entorno. Según la Organización Mundial de la Salud, un 15 % de la población tiene algún tipo de discapacidad. Añadiendo a mujeres, niños y personas mayores, hasta un 40% de personas requerirían entornos accesibles. Un entorno con diseño accesible capacita, mientras que aquel mal diseñado discapacita.[1] La posibilidad de acceder y moverse de manera independiente, cómoda y sin interrupciones es un derecho básico, y deben aplicarse todas las medidas de diseño arquitectónico y de adaptabilidad que faciliten una completa accesibilidad.
Un entorno que elimina barreras a la movilidad es fundamental para el 10 % de la población, necesario para un 40 % y confortable para el 100 %.[2] La diversidad humana y las condiciones de adaptación frente a la nueva movilidad, el turismo o situaciones disruptivas como la COVID-19 exigen preparar de manera inclusiva los diferentes entornos. Países desarrollados como Austria, Inglaterra o Alemania destacan especialmente por las políticas de inclusión en la movilidad y el diseño urbano que desarrollan las capacidades de la sociedad y ofrecen mayores oportunidades en sus entornos urbanos.
Austria ha logrado un entorno urbano inclusivo que ha llevado los principios básicos[3] de diseño universal (uso equitativo, flexible, simple e intuitivo, información perceptible, mínimo esfuerzo físico y adecuado tamaño de aproximación y uso) tanto a su infraestructura, como en la interoperabilidad de la red y la digitalización de servicios a través de aplicaciones para las personas usuarias. Austria es un ejemplo perfecto de un país históricamente comprometido con la mejora de la accesibilidad universal en sus entornos urbanos y rurales, considerando las necesidades de todos los colectivos, como personas con discapacidad, mujeres o personas que emplean habitualmente transporte no motorizado.
Las medidas de accesibilidad universal que tomamos del modelo austriaco se pueden trasladar a otros contextos y países, independientemente de su capacidad o nivel de desarrollo, sin que supongan un coste que el país no puede asumir. Entre estas iniciativas, se resumen las siguientes:
Señalética accesible en contextos urbanos y el transporte. Países como Perú, Ecuador o Brasil, llevan años implementando señaléticas cada vez más accesibles. Lima, por ejemplo, cuenta con una señalética moderna e inclusiva, recientemente implementada para la línea 1 de metro y el Metropolitano (bus de rápido tránsito, BRT). Otro ejemplo, es la señalética del metro de São Paulo rediseñada desde 1981. Actualmente, ésta responde a las medidas de inclusión y es un referente para otros sistemas de transporte en el país. Existen muchos ejemplos que muestran cómo gobiernos de países en desarrollo trabajan por mejorar la inclusión de las personas a través de la señalética. Sin embargo, a partir del modelo austríaco comprobamos cómo este diseño debe trasladarse a todo el contexto urbano, incluyendo las calles, los pasos de peatones, los semáforos, etc.
Servicios de información y atención a las personas con discapacidad en el transporte. Ciudades como Viena, Londres, Hamburgo, São Paulo o Ciudad del Cabo ofrecen un sistema de acompañamiento a los viajeros, un transporte exclusivo para estas personas y un plan de entrenamiento a los operadores del servicio para ofrecer apoyo a aquellas personas con discapacidad. Aunque los principales ejemplos están localizados en países desarrollados o ciudades de mayor capacidad, existen iniciativas adaptadas propuestas por el Banco Mundial (2009), como por ejemplo, crear campañas comunicacionales de bajo coste que alerten a los pasajeros para ayudar a otros con necesidades (carteles informativos, mensajes de audio en estaciones o paradas, etc.)
Aplicaciones para la movilidad. El desarrollo de aplicaciones móviles para el transporte urbano resulta de gran utilidad para todas las personas, incluidas las personas con discapacidad, mayores o embarazadas. Aplicaciones como Apertum en Madrid o WienMobil en Viena facilitan el uso del transporte público sugiriendo alternativas adaptadas para personas con discapacidad y la opción de solicitar un servicio personalizado. Una buena solución hasta que cada ciudad pueda implementar su propia aplicación es recomendar el uso de otras aplicaciones gratuitas que apoyen la movilidad de estas personas.
“Si quiero ir, puedo y sé cómo”. Desde el Banco Mundial se apoya a los gobiernos a implementar medidas que hagan cada vez más inclusivos los espacios públicos y los servicios de transporte para sus ciudadanos. Diseño inclusivo, digitalización y mejores servicios de atención son soluciones que pueden adaptarse a los diferentes contextos locales e implementarse junto con las políticas públicas de inclusión. Con conciencia social e implicación de las entidades públicas y privadas, el cambio es posible en todas las partes del mundo. Solo hay que proponérselo.
[1] (EIDD, 2004) The EIDD Stockholm Declaration 2004. European Institute for Design and Disability.
http://dfaeurope.eu/what-is-dfa/dfa-documents/the-eidd-stockholm-declaration-2004/
[2] Design for all Foundations.
[3] (NCSU, 1997) The 7 Principles of the Universal Design https://projects.ncsu.edu/ncsu/design/cud/about_ud/udprinciplestext.htm