Al aumentar la temperatura, la presencia natural del fuego reconfigura los ecosistemas de páramo andino, que son muy sensibles a los cambios externos, por lo que se corre el gran riesgo de llegar a niveles que algunas especies no puedan tolerar y desaparezcan, sobre todo si las personas siguen generando incendios.
Analizar el pasado de este terreno ayuda a entender el presente y el futuro de lo que puede ocurrir con el ecosistema.
El geólogo Ismael Espinoza, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), utilizó técnicas de paleoecología para entender las modificaciones de vegetación en los páramos durante el Holoceno –periodo posglacial–, tomando el fuego como un agente de cambio. Esto le permitió usar el pasado como un laboratorio para entender si las transformaciones que se viven hoy son naturales del ecosistema o se salen de sus parámetros y tener una idea de cómo responde la vegetación frente a cambios externos.
Para su estudio extrajo núcleos de sedimento del lago Monquentiva (Guatavita, Cundinamarca), compuesto por partículas de polen y material carbonizado, las cuales se cuantificaron y analizaron por el método de datación por radiocarbono, y además se examinó su morfología.
El investigador explica que estas técnicas de paleoecología permiten reconstruir la historia del sitio de estudio, y aunque la idea era analizar los últimos 11.600 años que componen el Holoceno, con estas muestras solo se pudieron recuperar los últimos 10.600 años.
“Encontramos que durante los últimos 10.000 años han existido eventos de fuego de baja y moderada intensidad en esta parte de la cordillera Oriental, los cuales se pueden atribuir a factores climáticos, pues el Holoceno medio se caracteriza por una intensificación de la actividad de ENOS (Estatus del Niño Oscilación del Sur), caracterizada por sequías y altas temperaturas”.
Indica además que “tampoco se descarta la presencia de algunas comunidades andinas que usaron el fuego en una escala muy baja, pues se sabe, por otros estudios, que al menos desde hace 7.500 años hay asentamientos permanentes en los Andes”.
“Sin embargo, estas actividades de fuego aumentan de manera notable a los 4.100 años; en las partículas analizadas –que incluyen la quema de madera, es decir la intervención sobre los bosques altoandinos– es muy notorio, hay un punto de quiebre en la presencia de fuego en esta parte de la cordillera”.
En el estudio realizado encuentra que no solo se quema la vegetación asociada con el páramo y el subpáramo que ya se quemaba antes, sino que también empiezan a haber partículas asociadas con la madera, lo cual se interpreta como el aprovechamiento selectivo de los bosques cercanos al sitio de estudio. Así mismo coincide con el declive de la especie maderable Weinmannia del género Encenillo, propia del bosque altoandino.
Cuando se habla del desarrollo de la vegetación en un ecosistema, el fuego no se concibe como un agente favorable. Sin embargo, en algunos hábitats el fuego no solo es favorable, sino que además es necesario para la reproducción de algunas especies. “Hace miles de años el fuego influyó de manera decisiva en la evolución de la Sabana, su rol en esos ecosistemas es conocido y su importancia está comprobada”, subraya el investigador.
“En nuestro caso, a una altitud de 3.000 m y vegetación altoandina, sabemos, por ejemplo, que en el páramo o el subpáramo hay algunas especies a las que les “gusta” el fuego y lo necesitan para desarrollarse; estas tienden a incinerarse con mucha facilidad y aprovechan los incendios como una forma de adaptación, por eso sus estructuras son fácilmente incinerables”, explica.
¿Cómo reacciona el páramo?
Algo que motivó esta investigación es que todavía no se entiende muy bien cuál es el papel del fuego en el desarrollo de los trópicos, y además si este es de origen netamente humano. “Ahora vemos que la vegetación responde reorganizándose en comunidades y el fuego es un agente activo dentro de esta recomposición. Cualquier cosa que se modifique repercutirá en el orden de estas unidades vegetales”, detalla el investigador.
La vegetación se reagrupa en comunidades que al final tienen una composición novedosa frente a lo que estaba antes. Por ejemplo, frente a las condiciones nuevas de sequía intensas, como hacia los 6.000 años, hacia el final del Holoceno medio, se empieza a presentar una desestabilización ecológica muy marcada.
Este trabajo forma parte de BioResilience, un proyecto que conforma Colombia Bio, alianza con las entidades británicas Natural Environment Research Council (NERC) y el Arts and Humanities Research Council (AHRC), financiado por el Fondo Newton-Caldas, que establece alianzas en ciencia e innovación con 16 países socios para apoyar su desarrollo económico, bienestar social y capacidad de investigación e innovación.
Analizar el pasado de este terreno ayuda a entender el presente y el futuro de lo que puede ocurrir con el ecosistema. “Si no entendemos el rol del fuego en el ecosistema y no aplicamos medidas de conservación que nos permitan entender la respuesta individual de las especies frente a estos disturbios, estamos sujetos al azar de lo que pueda pasar frente al fuego en el futuro”, concluye el geólogo Espinoza.
Agencia de Noticias UN