Para el ingeniero geógrafo peruano Fernando Neyra, su país sigue padeciendo de falta de planeación. Se olvidaron las lecciones de sus ancestros y sigue ahí atravesado y en riesgo.
Cifras del Ministerio de Vivienda de Perú –dice el experto Fernando Neyra- indican que el 90 % de municipalidades de su país, no cuenta con ningún instrumento de gestión territorial.
Y aunque los indígenas de la época prehispánica tampoco lo tenían, en el sentido como hoy entendemos ese concepto, definieron con el conocimiento disponible entonces, ubicar sus asentamientos en zonas que no interrumpieran los flujos de la naturaleza.
Una recreación hecha por Neyra, ingeniero, Magister en Economía y Gestión Regional, muestra la ubicación de dos asentamientos humanos en un estrecho valle, uno antiguo y uno moderno. Cuando se evaluá con criterios de riesgo, la población moderna se ilumina con el color rojo que alerta peligro. La antigua queda en verde, a una prudente distancia del fondo del valle, segura en la ladera y reconociendo que abajo, es el espacio de flujo de la naturaleza.
Esta recreación acompaña la reflexión de Neyra, plasmada en el artículo Lecciones pérdidas, incremento de condiciones de riesgo se desastre en zonas urbanas en el que el ex Director General de Ordenamiento Territorial (entre 2012-2016) busca recordarles a las ciudades de su país que no olviden.
“Básicamente se trata de tener en cuenta que las condiciones de riesgo de desastre forman parte de un proceso social, una construcción social que tiene vieja data y que obviamente responde a procesos históricos que hemos tenido a lo largo de la historia de Perú. Entender que nuestro territorio es muy propenso a eventos naturales extraordinarios los cuales han acompañado los diversos procesos de ocupación del territorio que se ha realizado hasta la actualidad”.
Para el experto, la naturaleza dió lecciones a sus ancestros para respetar esas dinámicas y hacer una gestión adecuada del territorio, una gestión sostenible. Recalca la construcción, por ejemplo, de terrazas en las laderas, lo que muestra la decisión de adaptación al medio, satisfaciendo sus necesidades, pero “teniendo en cuenta los peligros naturales y a su vez también generando un aprovechamiento sostenible del territorio”.
Sin embargo, afirma Neyra, eso cambió con la llegada de los conquistadores españoles quienes impusieron nuevas dinámicas de ocupación del territorio que fueron dejando de lado los aprendizajes, una actitud que se mantiene hasta hoy en día.
Y no tener en cuenta la historia de la naturaleza en materia de riesgo puede hacer la diferencia entre 1.000 y 25.000 víctimas en caso de un desastre.
Armero en Colombia: tener en cuenta el pasado
El 13 de noviembre de 1985, la erupción del volcán nevado del Ruiz, en Colombia, generó luego una avalancha de piedras y lodo que sepultó a la población de Armero (Tolima). Se calculan entre 23.000 y 25.000 víctimas.
Muchos en este país hablan de Armero como la ‘crónica de una muerte anunciada’ ya que era sabido que el volcán tenía una frecuencia histórica de erupciones: los latidos de este gigante colombiano entonces cubierto de nieve se expresan con una frecuencia alternada de 140 años y nueve meses y 110 años y dos meses.
Así las cosas, las avalanchas generadas por el volcán y que se han podido registrar por la historia, han ocurrido en los años 1592, 1700, 1845 y 1985. Y van a volver a pasar, según los cálculos, en los años 2095 y 2235.
La pregunta que genera esta historia y el artículo de Neyra es, entonces para esos años, ¿en dónde van a estar asentados los habitantes?, ¿sobre el riesgo del valle del río Lagunilla que encauza los flujos del glaciar del Ruiz o en zonas seguras?
Los registros históricos indican que, en el año 1845, la avalancha fue mucho más grande -300.000 metros cúbicos- en comparación con la de 1985 (100.000 m3); sin embargo, la cifra de muertos se calcula en 1.000 víctimas, número muy bajo comparado con la tragedia de hace 35 años, solo un 4 %.
La clave: la planificación territorial
“Los desastres principalmente en núcleos urbanos, son el resultado de procesos de desarrollo sin planificación, de las ocupaciones sin control de estas, además de no estar adecuadas a las condiciones del entorno. Debemos plantearnos como objetivo nacional el desarrollo correctivo para que las ciudades puedan reducir las inevitables pérdidas económicas, de vías, viviendas y de vidas que ocasionaría un peligro natural como un sismo o una avenida torrencial”, advierte Neyra en diálogo con LA Network.
Esa falta de planificación ha sido consecuente con el crecimiento de asentamientos informales que configuran todo un mapa de vulnerabilidades que muestra en su interior construcciones precarias que no contaron con supervisión técnica en su construcción, además.
Neyra calcula que el 70 % del casco urbano de Lima, lo integran asentamientos informales en los que, a aquellas condiciones de vulnerabilidad, se suman otras como un bajo nivel de resiliencia y de servicios públicos e infraestructura, ello gracias las precarias condiciones económicas de estos asentamientos, en resumen, una baja calidad de vida y un alto riesgo de desastres.
Por ello, tras su artículo, Neyra pidió a su país mirar al pasado, tener en cuenta las enseñanzas de sus pueblos originarios y usar su información como insumo para la planificación de las ciudades peruanas y por supuesto, las latinoamericanas.
“Debemos plantearnos una gestión de la ciudad como lo hacían los antiguos peruanos. Hemos visto que muchas ocupaciones precolombinas, prehispánicas, están ubicadas en zonas adecuadas, zonas que no están expuestas a inundaciones. Eso tiene que ver muchas veces con la elección que han tenido los antiguos peruanos en conocer las dinámicas de su territorio y no generar pérdidas, fueron asentamientos ideales”, concluye.