La inseguridad en Bogotá (Colombia) desestimularía el uso de espacios de recreación, lo que a su vez disminuye las posibilidades de realizar la actividad física necesaria para mantener una condición saludable, revela un estudio de la Universidad Nacional de Colombia. La investigación podría equipararse en otras ciudades con condiciones bajas de seguridad.
Bogotá cuenta con más de 1.000 parques urbanos, desde los más grandes, como el Simón Bolívar, hasta los “parques de bolsillo”. Foto: Lago Parque Simón Bolívar de Bogotá Eduardo Accorinti Shutterstock
La Alcaldía Mayor de Bogotá contabiliza más de 1.000 parques urbanos que van desde los de mayor extensión y diversidad –como el Simón Bolívar– hasta los “de bolsillo”, que buscan un equilibrio ambiental de la ciudad.
En cuanto a ciclorrutas, la extensión sobrepasa los 500 km, con 30 rutas, 5 de las cuales tienen con una extensión superior a los 20 km. La más larga es la del corredor Norte-Quito-Sur, con 26,5 km, todas interconectadas en algunos puntos para facilitar la movilidad de los ciclistas.
Pese a esta infraestructura, la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin 2010) muestra que solo el 18,3 % de las personas entre 18 y 64 años cumplen con la recomendación de hacer actividad física en el tiempo libre, y el 40,5 % recurren a esta como medio de transporte.
Es decir, muy pocas personas mantienen una actividad física constante en su rutina diaria, y esta baja frecuencia se asocia con factores tanto de inequidad como de diferencias por género en el uso del tiempo libre y el uso de bicicleta como medio de transporte.
El bajo uso de los parques para actividades como practicar algún deporte, jugar, caminar, trotar o correr se debería además a que muchos de ellos están invadidos por grupos delincuenciales mientras otros presentan avanzados estados de deterioro o abandono, especialmente en las localidades donde habita un mayor número de personas de estratos bajos, lo que también muestra inequidad en el uso de estos espacios.
Un estudio adelantado por la nutricionista Luz Adriana Parra, en su tesis para optar al título de Magíster en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), hace evidente esta situación. La investigación incluyó grupo focales en dos localidades con mayor concentración de estratos bajos, y otras dos con alta población de estratos altos.
Las ciclorrutas, que superan los 500 km en Bogotá, son más usadas por personas de estratos bajos, como medio de transporte, que para recreación. Foto: UNAL
El estudio señala que las tendencias en cuanto al aumento de las diferencias sociales hacen que las minorías y aquellos estratos con menor nivel educativo y socioeconómico sean los más afectados por desequilibrios de peso y nutrición. En los pobres, la obesidad se asocia con episodios de desnutrición en la edad temprana, incluso durante la vida intrauterina, además de factores alimentarios, socioculturales y de género, entre otros.
Para esta investigación se contempló una parte cuantitativa –con revisión de fuentes secundarias– y otra cualitativa, con grupos focales en los que se incluyeron líderes comunitarios de las Juntas de Acción Comunal.
En el análisis se hizo una correlación entre la variable dependiente, que se enfoca en el estado nutricional medido por exceso de peso por localidad, y las variables independientes, que se asocian con la oferta de parques y ciclorrutas.
Nutrición y factores ambientales
Según la nutricionista Parra, el ciclo de producción, consumo y utilización biológica de los alimentos no es la principal fuerza para determinar la buena o mala condición nutricional de las personas, sino que es un determinante más. En este panorama, son más importantes los factores ambientales y socioculturales, que les permiten a los grupos poblacionales mejorar su situación nutricional.
En ese sentido, el estudio documenta una fuerte correlación entre el número de parques y la obesidad por localidad, en la que a mayor número de parques menor es el índice de masa corporal.
En los últimos cinco años, el exceso de peso en Bogotá aumentó en 5,3 %, con mayor prevalencia en el área urbana.
Sin embargo, la investigadora sostiene que no solo el número de parques o de escenarios pueden afectar esta problemática de salud, ya que otras situaciones que pesan se relacionan con las condiciones que dificultan el acceso a los escenarios públicos existentes, como la inseguridad y la diferenciación socioeconómica y cultural.
Sobre este último factor, el estudio destaca que, por ejemplo, hay más ciclorrutas en las localidades de estratos altos, aunque en el acceso a estas y a los parques prevalece la inseguridad, tanto en estratos bajos como altos. Esta barrera se acentúa más en localidades como Usme y San Cristóbal –con una mayor concentración de estratos 1 y 2–, en donde se evidenció que algunos parques son invadidos por población migrante, delincuentes o consumidores de drogas que se apropian de estos lugares.
Según la magíster de la UNAL, “el objetivo de este trabajo radica en describir los determinantes del acceso a la actividad física mediante la participación en espacios y programas recreo-deportivos y su relación con en el estado nutricional por exceso (obesidad) en la población de Bogotá, haciendo énfasis en el factor socioeconómico con el fin de identificar las inequidades.
Con información de la Agencia de Noticias UN