Quien me conozca sabe que amo la época navideña, que me encanta el mes de diciembre porque cumplimos años mi papá y yo, y, por lo general, festejo mi cumpleaños, porque son días alegres, festivos, porque celebramos todo lo bueno que puede pasarnos, porque se acaba un año y empieza otro lleno de esperanza. Sin embargo, este año, mis sentimientos por el último mes decayeron un poco. ¿La razón? Problemas comunes, y otros no tanto, que nunca faltan.
Hace un mes, cuando empezaron las emisoras a poner publicidad de diciembre, las vitrinas comerciales a adornase de rojo y verde y las revistas se llenaron de juguetes y regalos, me negaba a aceptar que llegaba nuevamente diciembre. Este año ha sido difícil para todos, el COVID-19 llegó para quedarse e instalarse por un buen tiempo, además, en lo particular, veía más sombras que luces. Pensaba que tapar el sol con un dedo y decir que no quería que llegara la tan anhelada época navideña iba a hacer que brincáramos rápido de noviembre a enero, que elimináramos el año con un abrir y cerrar de ojos. Pero, afortunadamente, no fue así.
Ese Grinch navideño que por primera vez me invadía, esos sentimientos de negación, de inconformidad, de rabia, de sentir que no había nada que celebrar en el 2020, se fueron esfumando conforme avanzó diciembre. Es cierto, este no fue el año que inicialmente esperábamos, sueños y viajes quedaron postergados y a simple vista pareciera que el año se estancó, que por casi 9 meses nuestra vida se detuvo. Sin embargo, haciendo un balance de lo que me ha pasado, solo puedo estar infinitamente agradecida con Dios.
Hace un año volví al país después de haber estudiado y realizado una maestría, con la firme convicción de aportar mi conocimiento y mi corta experiencia para bien de Colombia. En enero comencé a trabajar en un sector que no dominaba y en el que hoy confío el desarrollo de Colombia, el de agua potable y saneamiento básico, íntimamente ligado al desarrollo territorial. Iniciando la pandemia me uní al grupo de columnistas de este diario y ahí cumplí uno de mis anhelos, pues siempre me ha gustado escribir y expresarme públicamente. Con esta nueva experiencia llegaron, como dominó, invitaciones novedosas para conversar y compartir mis ideas en otros medios, nacionales e internacionales, tanto escritos como radiales.
Al final, veo que mi 2020 no fue tan malo como pensé. Sí, las condiciones actuales puede que no den para celebrar como en años anteriores, pero tenemos infinitud de motivos para agradecer. Por mi parte, agradezco a Dios por la vida, por la buena salud que mi familia y yo hemos tenido, por mi trabajo que no se vio afectado como les ocurrió a miles de colombianos, porque a mi mesa llega todos los días la comida, porque duermo bajo un techo seguro, porque, a pesar de todo, he recibido bendiciones en muchas formas, porque no me convertí en el Grinch que, con una mala actitud, iba solo a empeorar la situación. Los invito a sonreír en medio de la tormenta, a voltear la moneda hacia el lado bueno y a aprovechar las fechas para dar gracias por estar vivos, a dejarse contagiar por el espíritu alegre de la Navidad, mas no del virus, el cual debemos mantener alejado, cumpliendo los protocolos establecidos. ¡Fijémonos en lo que tenemos y no en lo que no tenemos!
Columna publicada originalmente en https://elmeridiano.co/