Yo soy un magnifico admirador de William Ospina, Santiago Gamboa y Gabriel García Márquez; estos tres caballeros han despertado en mi esa pasión por la crítica y el amor a mi tierra. Reconocer que a pesar de todo, sigue siendo un país hermoso y con un potencial desaprovechado (o al menos por nosotros). William Ospina menciona en alguno de sus libros de que lo que somos ahora no es fruto de la magia o de un suceso en particular, es una historia que se ha construido desde la llegada de hombres blancos, de ropas metálicas y figura ostentosa. Es una historia que hemos construido nosotros mismos, del que día a día nos quejamos y vivimos en una perpetua zozobra.
Es muy difícil y erróneo la manera como hoy nos desenvolvemos ante el mundo de consumo e ignorante. Ha de estar loco el que cree que podemos tener una forma de subsistir como lo hacen los europeos o como lo hacen los norteamericanos. Nuestra tierra es fértil y rica en agua; sembrar pinos canadienses en nuestro territorio es el mayor delito que puede cometerse. El pino absorbe toda el agua de la tierra y la seca, debajo de ella no hay vida, nada crece. Este el momento que grandes extensiones de bosques de reserva natural, están poblados de pinos. Colombia es una tierra de rastrojo en el buen sentido de la palabra, donde crece vida hasta en el más profundo de las esquinas. Donde una simple hierba es capaz de crecer en medio de una calle pavimentada, donde a pesar de cementar las calles dejando un simple espacio para los árboles, crecen con su más hermoso esfuerzo.
La “modernidad” que comenzó con el descubrimiento de América, es un claro ejemplo de cómo no debe manejarse el mundo. Sin embargo, parece que todos estuviésemos vendados y que lo que escuchamos es la pura y única verdad de cómo debe orientarse el mundo. Y es que parece que aún no nos hemos terminado de colonizar; primero comenzaron los españoles, después los burócratas criollos y ahora naciones extranjeras que quieren apoderarse de la riqueza de nuestro país con el discurso del mundo consumista desmesurado, como promesa de soluciones.
Hasta ahora lo único que se ve, es un mundo desigual, donde el diez porciento de la población mundial posee más del cincuenta por ciento de la riqueza total. Entonces no es una cuestión de que el país es así porque sus ciudadanos son perezosos e incompetentes. El problema del país es una historia política; sin embargo, se queda por fuera el hecho de que la ciudadanía no tiene un mínimo de responsabilidad, porque sí la tiene. Si las personas se negaran a las decisiones de sus mandatarios y todos cooperaran para borrarlas de sus ideologías frenéticas, de seguro que todo sería diferente.
Si tan solo hubiéramos abierto los ojos ante lo que sucedía en nuestro país, todo sería diferente. No soy creyente ni mucho menos ateo, pero si nunca hubiera llegado la religión cristiana-judía a nuestras tierras, y hubiéramos aprendido el conocimiento de nuestros indígenas sobre la protección de la madre tierra y vivir en armonía con ella, de seguro no estaríamos en situaciones como las que hoy tenemos; no tendríamos a Medellín, donde Bogotá es tres veces mayor su tamaño, tan contaminada como lo está ahora. Al parecer esa idea de industrialización se nos metió demasiado en la cabeza y no pensamos que geográfica y topográficamente, estamos rodeados de montañas, donde difícilmente logran entrar vientos que ayuden a eliminar todo el dióxido de carbono que se genera, y que sea arrastrado hasta los bosques donde la naturaleza se encargaría de limpiar nuestros desastres. Es triste ver cómo ha cambiado la ciudad (y para mal), una ciudad donde en mis cortos años, a los únicos que veía con tapabocas era a los doctores; ahora, por donde quiera que pase, es fácil encontrar a alguna persona con tapabocas. Y no es una ni dos, son muchos más.
Qué estaremos entendiendo por desarrollo, será que talar más de doscientos árboles para dar paso a un centro comercial es desarrollo. No lo creo, daría mi voto por un simple sendero por esos más de doscientos árboles con una bancas al final de recorrido donde pudiera sentarme a la tranquilidad de la sombra, con un libro de García Márquez o William Ospina y pudiera descubrir más de esa bella Colombia que se sostiene a pesar de sus males. Lo que más me pregunto es dónde está la dirigencia, que a pesar de saber el problema ambiental que pasa la ciudad, permita tremenda atrocidad y que después salga a las calles con campañas sobre el cuidado del medio ambiente. Pero también dónde estamos nosotros los ciudadanos, que permitimos que se generara tan ignorante situación y permitiéramos un recorte de nuestro oxígeno.
Yo soy un simple joven universitario, y lo que sé, es que es momento de cambiar este modelo que hoy nos rige. No es un secreto que este mundo tiene su fin, pero como cualquier persona enferma, hay que tratar de extender su tiempo de vida.