Humanizar la tierra, una utopía realista al alcance de todos-unidos

Humanizar la tierra, una utopía realista al alcance de todos-unidos

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LA Network
13 enero, 2021 - Ética Ciudadana

Humanizar la tierra, una utopía realista al alcance de todos-unidos
Humanizar la tierra es recuperar el valor profundo de la Compasión. Sin Compasión confundiríamos los fines y los medios en la mirada, el acto y la palabra

Humanizar la tierra es urbanizarla para edificar en ella una morada digna a los seres humanos, donde haya para todos energía y agua potable, saneamiento y jardines, sostenibilidad ambiental urbana; donde el rostro de la Justicia, la Libertad y la Paz se irradie por las calles de la ciudad bella y humanizada.

Es revivir la urbanidad en la ciudad, donde se responda con una sonrisa y amabilidad al “Buenos días, buenas tardes”.

Es animar la convivencia cordial entre el comerciante, el juez y el poeta, para que todos vivan cada día inspirados en futuros posibles y alegres.

Es sembrar en ella, de mente y corazón, los gestos y palabras que hacen florecer y metamorfosear la mariposa civilizadora del Derecho, de la Justicia, de la Memoria, del Perdón, de la Dignidad y de la Paz.

Es hacerlo con gestos y palabras de confianza que unen y alegran, con miramientos hacia el otro que combaten el miedo y que transforman en esperanza las desconfianzas que separan y entristecen.

Es combatir con Justicia y con Derecho las desigualdades, los desprecios y las discriminaciones que acallan a los débiles, a los abandonados, a los enfermos, a los huérfanos, a los discapacitados, a los homosexuales, a los foráneos, a los originales, al Otro.

Es gratificar el diario y justo laborar para vivir dignamente, respetuosos de los demás, del entorno, del árbol y del animal, del aire y del agua; conscientes de que nacemos desnudos y morimos desnudos; de que la Tierra es don prestado y que no tiene amo ni dueño; de que cada acto de consumo muestra lo que somos de verdad —ser alocado y egoísta o responsable y generoso—; que depende de nosotros si nuestro gesto consumidor es digno o indigno, justo o injusto, moral o inmoral, destructor o reciclable.

Es educar de verdad, con respeto por la individualidad de cada niño y con generosidad de pensamiento, de currículo, de instituciones, para hacer de la ignorancia una fuente de asombro y de creatividad, y no un estigma de poder; educar con amor y por amor, y no con miedo y por miedo, con confianza y no con desconfianza. Allí donde la educación y la salud son únicamente negocio, ambición alocada y corrupción; allí donde educación y salud son medios y no fines para humanizar, ¿cómo humanizar la Tierra?

Es provocar y firmar por doquier “Tratados de Libre Comercio de Urbanidad”; “Tratados de Libre Comercio de Generosidad”, “Tratados de Libre Comercio de Espiritualidad y de Dignidad”, “Tratados de Libre Comercio de Sonrisas”, “Tratados de Libre Comercio” de lo que no se compra ni se vende: los sentimientos, los recuerdos y la amistad; y que hace que un ser humano sea digno, que quiera al otro y se quiera a sí mismo.

Es facilitar con simpleza y con generosidad los trámites del cotidiano advenir de cada persona haciendo de estos, momentos de convivencia y de urbanidad, de tejido social y cultural, y no tramas burocráticas de poder, mezquindad y corrupción.

Es recuperar el respeto profundo por la vida, por la sociedad, por el individuo, por la memoria, por la justicia, por la poesía, por las matemáticas, que son milagros de religación entre los unos y los otros, milagros de trama y de urdimbre, asombros de belleza y de alegría.

Es recuperar el valor profundo de la Compasión. Sin Compasión confundiríamos los fines y los medios en la mirada, el acto y la palabra; sin Compasión haríamos al otro lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros; sin Compasión no sabríamos tratar humanamente la diferencia entre el animal y el humano; sin Compasión no sabría detenerse la mano homicida, ni diferenciar el sacrificio del asesinato.

Es algo más que palabras y actos, que pensamientos y acciones, que promesas y buena voluntad, que reglamentos y leyes, que escrituras y virtualidades, que relatos, leyendas y memorias.

Es todo eso y, ante todo, civilización, derecho y belleza.

Es el desafío cotidiano y la aventura colectiva de todos los seres humanos.

Es el ideal planetario por excelencia de cada joven que se abre al mundo con asombro, esperanza, convicción y vitalidad.

Es la utopía realista de Todos-Unidos, de todos y cada uno de los miembros de la familia humana —sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica o cualquier otra condición—.

Es el ideal planetario de la familia humana para liberar las ciudades y los campos del temor y de la miseria.

Es hacer de ella la morada de urbanidad, cordialidad y libertad. Libertad de la Palabra, mente y corazón de la humana condición.

*Texto original contenido en la Carta Medellín 2014. Documento final del Foro Urbano Mundial de ONU Habitat celebrado en esa ciudad colombiana.