Comparativamente, frente a la construcción tradicional, esta opción ahorra agua y energía en importantes porcentajes que resultan valiosos en materia de sostenibilidad.
La balanza negativa de Colombia en materia de comercio exterior, en la que las importaciones superan las exportaciones, deja cada año en el país, ‘varados’ en puertos marítimos y secos, un número incalculable de contenedores que, usados como soluciones de vivienda, tienen ventajas medioambientales valiosas en unas ciudades cada vez más necesitadas de ellas.
Un ejemplo de esa aplicación es el proyecto que adelantó un grupo de nueve estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín-, que creó un portafolio de modelos de casa y con el que, además de promover el cambio cultural-, concluyeron que al usar los contenedores como unidades de vivienda, se puede ahorrar hasta un 40% de agua y un 60% de energía frente a la construcción tradicional.
“Respecto a una construcción tradicional, la adecuación de contenedores requiere un 40% menos de agua; un 60 % menos de energía. Además, reduce la producción de desechos sólidos pues es una construcción netamente seca”, explicó Jennifer Cifuentes Granados, estudiante de noveno semestre de Ingeniería Administrativa, vocera del grupo interdisciplinario integrado también por ingenieros electricistas, civiles y mecánicos.
Cifuentes agregó que en muchas ocasiones, los contenedores quedan sin uso hasta deteriorarse, convirtiéndose en una fuente de contaminación medioambiental. Advirtió que, aunque en el contexto europeo y estadounidense, el uso de contenedores como solución modular de vivienda es altamente valorado, en Colombia apenas se está transformando la cultura del arraigo al ladrillo y el concreto.
Otra cosa sucede con el uso comercial y logístico de los contenedores, en el que las ciudades colombianas sí están a tono y diferentes empresas los ofrecen para oficinas, bodegas y demás usos.
El proyecto, sus aportes y conclusiones ya están siendo aprovechados por una empresa comercial -Innovar Colombia-, de la ciudad de Manizales (centro de Colombia), que con esta información ha depurado sus procesos frente a este tipo de productos.
“En las ciudades colombianas el uso de contenedores es innovador y a la gente le gusta pero, como vivienda, las personas todavía son muy reacias, están atadas a lo tradicional. Somos muy arraigados a las costumbres y la gente dice ‘como me vas a comparar metal a mi casa normal de muros y ladrillos’; es un cambio cultural y romper esa barrera e ir más allá que es lo que realmente necesitamos”, expresó la futura ingeniera.
Dentro de las ventajas que promueve este grupo de estudiantes, se pueden agregar que al usar los contenedores como vivienda, se obtiene la misma longevidad de una construcción tradicional. También se puede ahorrar entre 40 y 50% de los costos generales. De hecho, los jóvenes señalan que este modelo tiene un costo de US$300 por metro cuadrado mientras que en el modelo tradicional ese mismo metro valdría cerca de US$500.
Además, como elementos sostenibles, se cuenta que con ellos se aprovecha la luz natural al cortar las entradas donde se desee; se puede generar ventilación natural y los techos, por ser planos e impermeables, se acondicionan como techos verdes, otorgando propiedades de autorregulación de temperatura.
Cifuentes menciona otras ventajas de la construcción y es que estos son sismo resistentes y modulares, lo que permite armarlos y desarticularlos fácilmente. También son relativamente livianos: pesan cuatro toneladas y su transporte no es complejo.
El proyecto del grupo de estudiantes fue presentado recientemente, junto con la compañía Innovar Colombia, ante una comunidad indígena del municipio de Riosucio (Caldas), que podría incorporar este modelo para las 300 familias que lo integran.
“Les construiremos una unidad modelo para demostrar las ventajas y la facilidad constructiva”, comentó la vocera del grupo. Destacó además, que a estos proyectos de impulso desde la academia y las empresas, se suman los incentivos para usar los contenedores como vivienda que está otorgando el estado que califica este tipo de usos como ‘construcción sostenible’, un modelo que une tácitamente universidad-empresa-estado, lo que podría ser útil para las ciudades latinoamericanas.