Después de evaluar la diversidad del paisaje sonoro nocturno en remanentes de bosques amazónicos que sufrieron incendios en diferentes momentos (3, 8 y 19 años), se encontró que cuanto más tiempo pasa después de una conflagración, menos son los efectos negativos y mayor la diversidad acústica de los murciélagos.
Para entender mejor cómo se ve afectada la diversidad faunística por los incendios, la bióloga Laura Obando Cabrera, magíster en Ciencias -Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), evaluó por primera vez tales efectos sobre los murciélagos en fragmentos de bosques amazónicos.
La investigación se desarrolló en el municipio de El Retorno (Guaviare), un espacio geográfico que forma parte de la denominada “frontera agrícola”,asociada con procesos de colonización, deforestación e incendios forestales.
La bióloga menciona que si los efectos de los incendios en la vegetación de los bosques amazónicos son poco conocidos, las consecuencias sobre la fauna lo son todavía más.
Afirma que el principal hallazgo de su trabajo sugiere que al pasar más tiempo pase después de un incendio, las comunidades de murciélagos pueden alcanzar niveles de diversidad acústica similares a lugares no incendiados.
Además es importante recordar que los murciélagos son buenos indicadores del efecto de las perturbaciones de los ecosistemas, ya que reflejan cambios en la calidad del hábitat a corto, mediano o largo plazo.
En su trabajo de maestría reseña además que en algunos ecosistemas presentes en Norteamérica el fuego ha formado parte de sus dinámicas durante millones de años, ayudando a mantener la estructura y función de las comunidades de murciélagos. Sin embargo, este no es el caso de los bosques amazónicos, en donde la mayoría de los incendios no ocurren de manera natural y en donde desde hace varios años están creciendo en extensión y frecuencia.
Cuantos más llamados, más diversidad acústica
Para medir la diversidad acústica, la magíster colectó la información a través de cinco grabadoras de ultrasonido Audiomoth, las cuales cuentan con micrófonos omnidireccionales y por lo general se usan para monitorear la vida silvestre.
Amplía que “la diversidad acústica se mide a través de una serie de índices que miden la energía (el sonido es energía); en otras palabras, presencia y comportamiento de la energía en una zona, que en el caso de los murciélagos se traduce en los llamados que ellos hacen. Entonces: cuantos más llamados produzcan y mayores diferencias haya entre estos, mayor diversidad acústica habrá”.
En el estudio se realizaron jornadas de muestreo distribuidas en periodos de tres días por cada zona, para un total de 12 días. Además, en octubre de 2020 se adelantó durante la transición de temporada lluviosa a seca, en la contingencia provocada por la pandemia por COVID-19.
“Para el muestreo se realizaron 90 horas de grabación. Las grabadoras estuvieron separadas por una distancia aproximada de 400 m, se ubicaron a una altura promedio de 5 m, y cada noche fueron reubicadas tratando de cubrir la mayor cantidad de área posible”, explica la investigadora.
Señala además que “desde que se crearon los detectores ultrasónicos se han desarrollado herramientas que permiten estudiar a los murciélagos aprovechando su capacidad de emitir ultrasonidos. Por eso estas ofrecen un enfoque no invasivo que complementa de manera efectiva la tradicional captura de murciélagos a través de redes de niebla, ya que son esquivos, difíciles de atrapar, y a menudo sensibles a las perturbaciones”.
En su trabajo evidenció que “la recuperación de estas comunidades ocurre entre los 3 y 8 años posteriores a un incendio, lo que ayuda a generar información que sirve como base para usarla cuando ocurran incendios en otra parte de la Amazonia, y también demuestra la necesidad de crear e implementar políticas más efectivas para reducir los incendios forestales en la región”.
Así mismo, determinó que el efecto del tiempo también fue evidente sobre las características de la vegetación y la disponibilidad de insectos en las zonas estudiadas, un aspecto importante si se tiene en cuenta que la mayoría de los murciélagos son insectívoros.
La investigación se desarrolló dentro del Grupo de Investigación en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod), dirigido por la profesora Dolors Armenteras Pascual, del Departamento de Biología de la UNAL, y se realizó gracias a una de las becas de la convocatoria Colombia Biodiversa, de la Fundación Alejandro Ángel Escobar (FAAE) otorgada el primer semestre de 2020.
Con información de la Agencia de Noticias Universidad Nacional