¿Recibir dinero por ir a trabajar en bicicleta?
Parecería extraño pensar que los empleados podrían recibir un sueldo extra por el simple hecho de ir pedaleando al trabajo, sin embargo, si consideráramos los efectos ambientales que se obtendrían si una porción significativa de automovilistas cambiaran a la bicicleta, advertiríamos notables beneficios y la idea ya no sería del todo descabellada.
Las ventajas serían tanto para los empleados como para las empresas. Por un lado, los empleados adoptarían un hábito saludable evitando el sedentarismo y gozarían de una mejor calidad de vida, por el otro, las empresas tendrían menores tasas de ausentismo y mejoras en la productividad laboral.
Sin embargo, la idea de asignar subsidios al uso de la bicicleta por motivos laborales se relaciona más por una cuestión de política de desarrollo sostenible en la lucha por el cambio climático y la escasez de recursos energéticos que por mejorar la salud de la ciudadanía y la productividad de las empresas.
¿Cuáles son las razones de cambiar el uso del auto por la bicicleta?
Los fundamentos al cambio modal obedecen a las recomendaciones de los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), quienes sostienen que el sector transporte consume cerca del 50 % de la energía mundial proveniente del petróleo y alrededor del 15% de la emisión de GEI (Gases de Efecto Invernadero), siendo el transporte por automóvil privado el principal aportante de estos consumos y emisiones.
El cambio modal a una movilidad urbana sostenible que incluya al transporte público y a los modos no motorizados -bicicleta y caminata- constituyen la alternativa más eficiente para reducir el uso del vehículo particular. Los congestionamientos causados en ámbitos urbanos agravan la situación de contaminación atmosférica, accidentes de tránsito, tiempos perdidos, consumo de recursos no renovables y calentamiento global.
Se estima que la mitad de los viajes urbanos en distancias medias producidos en Europa son realizados en automóvil privado, de los cuales el 30% son viajes menores de 3 kilómetros y el 50 % son menores de 5 kilómetros. Tomando estas cifras se advierte claramente que la bicicleta podría captar una porción considerable de estos viajes generando impactos positivos al medio ambiente. En ese sentido, Andrés Monzón, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, sostiene que la bicicleta puede atraer entre un 5 y 20% de los viajes cortos que se hacen en auto.
Para lograr el cambio de comportamiento de las personas, previamente, sería necesario que los gobiernos incentivaran a los potenciales usuarios brindándoles infraestructuras y servicios al ciclismo que ofrezcan seguridad y comodidad, tales como: ciclovías y/o bicisendas, lugares de estacionamientos para bicicletas, disponibilidad de duchas a ciclistas y bicicletas públicas. Se entiende que el cambio modal hacia el transporte no motorizado podría ser un proceso lento, en especial si se carece de una cultura ciclista urbana que comprenda el respeto de los automovilistas hacia los usuarios de bicicletas.
Los beneficios del uso de la bicicleta a cambio del auto privado en las ciudades son notables. A modo de ejemplo, Alcántara Vasconcellos -experto en transporte y políticas públicas- señala que si en una ciudad de 1 millón de habitantes se transfieren un 20% de pasajeros del auto a la bicicleta se reduciría un 10% de energía, 15% de espacio urbano, 10% de contaminación y 10% de emisión de dióxido de carbono (CO2). Un cálculo aproximado sobre consumo y liberación de GEI de un automóvil de tamaño mediano nos permite determinar que en promedio el vehículo consume 1 litro de combustible cada 10 kilómetros y emite alrededor de 200 gramos de CO2 por kilómetro recorrido.
Son varias las ciudades que pusieron en marcha, a modo de pruebas piloto, subsidios al transporte por bicicleta consistentes en pagos por kilómetros recorridos, entre las que se citan: Milán, Sao Paoulo y París, entre otras. Los montos rondan en promedio los 0,30 u$s por kilómetro. Para controlar las distancias recorridas existen aplicaciones móviles para celulares que pueden registrar los datos para el futuro pago o también, de una manera más simple, se podría optar por tomar las declaraciones juradas de los domicilios de los empleados para calcular las distancias.
Otros incentivos monetarios comprenden beneficios a las empresas a través de exenciones fiscales por la compra de bicicletas destinada a los empleados que la utilicen para ir al trabajo.
¿Porqué se debe premiar a los ciclistas con dinero?
La solución de los problemas ambientales a partir de la toma de conciencia de las personas resulta necesaria pero no suficiente. Creer que por el solo hecho de educar a la población se lograrán los cambios esperados es una ingenuidad. Se requiere además de incentivos para cambiar los comportamientos de las personas mediante infraestructura, normativa e instrumentos económicos. No se trata de obligar sino de persuadir a partir de premios y castigos.
Los incentivos económicos se basan en la idea de premiar los comportamientos humanos que protegen el ambiente y penalizar los que lo perjudican. Por ejemplo, los proyectos amigables con el medio ambiente -energía solar o eólica- reciben como premio bonos verdes que cotizan en la bolsa de valores, por el contrario, aquellos que liberan gases contaminantes al ambiente deben pagar impuestos.
El premio recibido por los empleados que utilicen la bicicleta para viajes al trabajo a cambio del automóvil comprende el monto por kilómetros recorridos sino también los ahorros obtenidos en concepto de combustibles, estacionamientos y mantenimiento.