Por: Claudia Restrepo
Exvicealcaldesa de Medellín
Para comprender nuestras ciudades es importante analizar su condición de ecosistemas urbanos. Esto, dado que cada una de ellas es un grupo de seres vivos interdependientes entre sí y con su hábitat, que hacen parte de un conjunto de relaciones, recursos, flujos y ciclos.
Esta idea no es nueva y, por el contrario, es un concepto cada vez más aceptado por expertos para explicar las dinámicas contra-sostenibilidad que se producen en ambientes artificiales que no generan su propia energía, como es el caso de la ciudad.
El valor de este concepto es conocer cómo el metabolismo de ese cuerpo de relaciones puede ofrecer mejores respuestas al nivel de explotación insaciable al que lo sometemos los ciudadanos.
Es por esta razón que hoy el mundo ha volcado y debe volcar su mirada a la gestión inteligente de las urbes, porque es en estos ecosistemas artificiales donde los individuos podemos delimitar nuestras acciones, potencializarlas y encontrar soluciones para garantizar que las ciudades sean habitables, particularmente en el largo plazo.
Lo curioso de esto es que no es suficiente que una ciudad actúe en esa dirección. Para que exista un efecto de sinergia planetaria es necesario que las ciudades se conecten entre sí, compartan conocimiento y prácticas, y trabajen conjuntamente.
La premisa del desarrollo sostenible debe ser la de ampliar la red de actores, relaciones y escenarios que piensen y actúen en pro del desarrollo de ciudades habitables, y que eleven esa reflexión a niveles más sofisticados de planificación territorial.
Para Colombia y Latinoamérica es clave consolidar ese trabajo en red, pues resulta la oportunidad de construir propósitos colectivos de región encaminados a alcanzar los objetivos de sostenibilidad, de construir una cultura de la ecología y consolidar agendas urbanas que aporten modelos de habitabilidad sostenible.
En recientes lecturas sobre Latinoamérica, se encuentran tres fenómenos compartidos por las ciudades, que exigen mayor atención y trabajo conjunto para toda la sociedad: Muy bajos niveles de gestión de ciudad; desconocimiento o apatía de los ciudadanos –sectores sociales y económicos– por la forma como se construyen ciudades sostenibles; y muy bajo nivel de interacción e interdependencia.
Esto ha puesto sobre la mesa la necesidad de promover iniciativas de formación, apropiación y articulación de diferentes niveles, como las desarrolladas por ONUHABITAT alrededor a la nueva agenda urbana, además de los esfuerzos de ciudades emergentes del BID, los sistemas de conexión intergubernamentales como Smartcity, Cities for Life y C40, entre otras.
Más importantes aún son las iniciativas civiles que se han puesto en la tarea de educar y acercar los temas de ciudad a públicos diversos, con plataformas comunicacionales y pedagógicas universales como Low Carbon City, Plataforma Urbana (Chile) y La Network (Colombia).
Vale la pena conocer estas iniciativas, participar de ellas o potenciar sus alcances desde acciones locales o globales. La tarea es de cocreación y colaboración. Gestar conocimiento alrededor de ese ecosistema urbano llamado ciudad es una tarea con sentido de urgencia para todos.
Columna escrita originalmente para el diario económico Portafolio