Aunque muchos se empecinen en llamarle a las zonas rurales, pobres y olvidadas del país “la Colombia profunda”, en lo personal me parece un poco peyorativo esa denominación. Es cierto que en el país, dadas sus barreras topográficas y geográficas, así como su historia de violencia principalmente, hay muchos sitios recónditos de difícil acceso donde ni el Estado puede hacer presencia. Pero también es cierto que estas zonas son muy ricas, y no precisamente económicamente. A pesar de los continuos esfuerzos por cerrar la brecha urbano-rural, el país sigue teniendo una deuda gigante con casi la mitad de su área geográfica.
Es imposible negar que el país tiene una vocación rural, por eso no es gratis cuando se dice que (es) puede ser una despensa agrícola del mundo en el mediano y largo plazo. La tierra colombiana es bendita, en ella se producen un sinnúmero de productos que no se ven en otros países. El país tiene potencial natural y agrícola, eso lo sabemos de sobra cuando recorremos sus vías y vemos en nuestras mesas los manjares que nos ofrece. La “Colombia profunda” tiene unos paisajes maravillosos y es la casa de muchas tradiciones culturales que nos hacen país.
Así como es de fácil reconocer las bondades de esas zonas lejanas a las que en ocasiones se llega haciendo uso de todos los medios de transporte posibles, también es fácil reconocer los problemas que no permiten su desarrollo. La violencia, al igual que la topografía nacional, sin duda, han hecho que tapemos algunas zonas del mapa nacional, incluso reconociendo su gran aporte a la Nación. Recuerdo con mucha nostalgia, y a la vez emoción, cuando vi el documental Magia Salvaje por primera vez. Eso sí es una viva demostración de lo que hay más allá de las ciudades capitales y las zonas urbanas, fue como revivir la obra de Cien años de soledad, es lo que sentí al ver la película de Disney, Encanto.
La ruralidad en Colombia es parte de su identidad. Si analizamos la mayoría de las ciudades, aunque más del 70% de su población vive en ellas, es notorio el porcentaje de área rural comparado en el urbano. Aunque el país es uno solo, se habla de dos Colombias distintas. ¿Cómo es posible que alguien tenga que viajar en lancha 5 horas para llegar a un puesto de salud? ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI sea imposible comunicarse vía telefónica o virtualmente con el resto del mundo en una zona apartada del casco urbano? A veces viajar por carretera y salir de la ciudad es adentrarse a un mundo completamente nuevo, desconocido y, realmente, profundo.
No hay que desconocer los avances del gobierno en materia de política rural, pero todavía falta mucho por hacer para equiparar la calidad de vida en el territorio nacional. Entre las estrategias que podrían funcionar para romper con esa brecha es hacerle entender a los gobernantes que gobiernan para un único territorio, un departamento o una ciudad que tiene tanto área urbana como rural; que es necesario hacer mayores esfuerzos e invertir más en los indicadores más rezagados para nivelar; que se debe propender por la descentralización y el desarrollo local; que la participación de las comunidades no solo es necesaria sino obligatoria para el éxito de cualquier política.