Mientras los listados de startups y empresas consideradas “unicornios” crecen, la vulneración de los derechos laborales con los ciclistas trabajadores al servicio de estas también aumenta sin muchas soluciones en el corto plazo.
El escritor colombiano y premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, escribió en 1972 una novela corta que llamó La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. En ella narró la historia de una joven que sirve como empleada doméstica a su abuela para justificar su vida en la casa, al grado extremo de ser explotada. Pero la historia se complica aún más cuando Eréndira incendia la casa de la abuela accidentalmente y la anciana decide prostituirla hasta conseguir que pague el valor total de la casa.
Sin duda, la novela también representa una metáfora sobre la explotación de los países menos desarrollados (Eréndira) por parte de países desarrollados (La abuela). Una historia que puede asimilarse con el siguiente relato, que tiene otro tiempo, otros personajes, pero que repite la condición de explotación y vulnerabilidad.
El listado de las empresas que sobrepasan el valor de 1 000 millones de dólares, conocidas como “unicornios”, está creciendo y cuando hace unos pocos años se pensaba que a esa categoría “top” solo podrían llegar emprendimientos o apps estadounidenses o asiáticas, las compañías latinoamericanas de este tipo ya se acercan a 20.
Sin embargo, mientras la prosperidad de algunas de ellas como Rappi, Uber Eats, Glovo o PedidosYa aumenta en millones de dólares, las condiciones laborales de quienes son el motor de sus ingresos usando una bicicleta están en un nivel muy precario, casi siempre al límite de lo que permiten las normas laborales de los países de la región.
Pero este escenario empeora si el enfoque está en los bicimensajeros que son producto de las olas migrantes que se están dando en países como Chile, Perú o Colombia.
Así se expuso en el reciente Foro Mundial de la Bicicleta de Quito, en el que los investigadores Paola Castañeda y Daniel Lanfranco presentaron su ponencia ‘Movilidad y migración: precarización laboral a través de la bicicleta’, en la que pusieron el dedo en la llaga de un debate que empieza a crecer a la par del capital de las startups en mención.
Para Paola Castañeda, geógrafa e investigadora colombiana, las personas que trabajan para estas plataformas tecnológicas sufren una doble vulneración: como colaboradores y también como migrantes. “Son personas desprotegidas por los estados y las plataformas explotan estas vulnerabilidades para capitalizar sobre ellas.”
Y es que hay una gran fuerza laboral disponible: tan solo este año el gobierno chileno indicó que se llegó a 1’251.000 migrantes en Chile, principalmente peruanos, venezolanos y haitianos. Son 288 mil, 223 mil y 179 mil respectivamente, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). En el caso de Colombia, solo la migración venezolana ya asciende al 1’200.000 personas.
Las plataformas y sus mecanismos de control
Castañeda puntualiza que la situación laboral de los bicimensajeros tiene muchos elementos claros de vulneración cuando trabajan para estas plataformas tecnológicas.
El primer elemento es de vigilancia y castigo, ya que la plataforma a través de un algoritmo vigila quienes de los bicimensajeros entregan más pedidos, para así subirlos en el ranking, o quienes no rinden, para así degradarlos y entregarles menos oportunidades de servicios.
“Es una forma para, psicológicamente, presionar para que se comporten de cierta manera, que sean trabajadores dóciles, que rindan, que pedaleen con toda para cumplir con el trabajo, porque, de lo contrario, hay un castigo”, advierte.
Una segunda vulneración es la forma de vinculación laboral. Las plataformas señalan que los ciclistas son simplemente ‘contratistas’ y defienden que su nivel de compromiso es alto con las normas laborales al exigirles que, con sus propios ingresos, hagan los aportes a la seguridad social, por ejemplo. Al respecto, la geógrafa denuncia que a estas millonarias firmas no se les exige cuentas de cómo tratan a sus trabajadores y usa esta palabra para señalar que esa categoría sería la más ética frente a las ganancias que les generan a sus patrones.
“En el fondo no los definen como trabajadores, pero lo son, porque si bien no hay un vínculo contractual desde lo teórico, existe definitivamente una relación de trabajo, en la medida en que estas personas están vendiéndole su trabajo físico a una empresa que está capitalizando y generando dinero en función de su esfuerzo”, añade.
En este sentido, Castañeda es clara al criticar el modelo que se ‘vende’ como economía colaborativa y que por el contrario se aprovecha de un recurso disponible sin integrar en él valores como la solidaridad, “es una maravillosa idea de branding, es una ideología neoliberal”.
En este sentido, Juan Pablo Ortega, experto colombiano en economía colaborativa manifiesta que muchas de estas plataformas se basan en un modelo de negocio colaborativo, pero no en el principio de economía colaborativa. “El primero es un modelo en el que muchos trabajan ganando muy poco para que pocos ganen mucho. Eso no es un principio de la economía colaborativa, es un modelo de negocio. El principio es que debe partir de un sentido de equidad. De que todos ganemos”, explica.
Un sistema que también abusa del migrante
Daniel Lanfranco, antropólogo chileno y fundador de Foco Migrante, considera que la precarización que se vive en la actualidad con los bicimensajeros latinoamericanos es tan solo un síntoma de una enfermedad llamada neoliberalismo.
Para el chileno, a través de estas plataformas se “venden” conceptos del sueño americano que han sido muy bien sincretizados por la cultura latinoamericana y sus líderes, beneficiados por la dinámica económica generada por las propias plataformas.
“Es ese mismo pensamiento que le transmiten al trabajador o trabajadora cuando prometen que puedes ser tu propio jefe, puedes escoger tus horarios, puedes ganar el dinero que quieres ganar, pero en el fondo es un discurso medio de engaño porque no colabora, no es colaborativo para nadie. Lo único que hace es unir a alguien que necesita algo con alguien que lo puede llevar, pero en el fondo son las empresas las que se llevan todo el dinero y toda la reputación”, señala Lanfranco en diálogo con LA Network.
Lanfranco agrega que la precarización se concreta cuando las plataformas tecnológicas no se responsabilizan de asumir de sus ganancias los seguros laborales o el mantenimiento de los equipos (bicicletas). Incluso es una exigencia comprar la bicicleta, algo bastante complejo para personas -como los migrantes- que llegan a otros países precisamente en vulnerabilidad económica y sin de redes de apoyo.
El investigador y activista criticó también las dinámicas subyacentes a este fenómeno de la precarización como la categorización de migrantes, tal como ocurre en su país, por ejemplo, entre haitianos y venezolanos; en el que ya el ingreso de los primeros ha sido limitado para favorecer a los segundos. Para el antropólogo y líder de Foco Migrante, esto es tan solo una manifestación de que las políticas migrantes en Latinoamérica (aunque la migración sea histórica en la región), han sido siempre reactivas y se sorprende de que aún después de tantas crisis migratorias, “no hayamos explorado formas más serias como la apertura de fronteras.”
Activismo + Cooperativismo: ¿la solución?
Frente a estas pésimas condiciones en que trabajan, en general, los bicimensajeros latinoamericanos para estas plataformas, también han surgido propuestas que podrían torcer el camino de la precarización laboral.
Una de ellas es Pantera Courier, que tiene base en Chile, y a través de procesos de profesionalización de la labor de los bicimensajeros, siente que se puede llegar a un punto intermedio entre el bienestar de los ciclistas trabajadores y las ganancias y la prosperidad de las empresas o “unicornios”; así lo considera Susana León, integrante de esta empresa.
Esta profesional ingresó a la compañía como bicimensajera y desde allí empezó procesos reflexivos con sus compañeros que los llevó a poner en práctica transformaciones más profundas para el sector. Y claro, su impulso más grande provino de la educación, para capacitar a los integrantes en diversas áreas de conocimiento relativas al oficio, “ya que nadie llega con el 100 % del conocimiento necesario”, argumenta.
Procedimientos específicos del servicio (recibo y entrega, implementos, mecánica de bicis, leyes de tránsito), a los que luego sumaron estándares de calidad en el servicio; historia y tradición de la bici y el oficio; primeros auxilios; nutrición específica para esta labor; entre otros, han servido para profesionalizar la labor.
Con este enfoque han llegado a constituirse en una alternativa ideal para que grandes empresas los contraten a ellos y esto represente una mejora en las condiciones laborales en un esquema de ganancia mutua.
¿Pero cómo lograron convencer a los empresarios de renunciar a una ideología neoliberal? “Es una conspiración porque de alguna forma se trata de primero no presentarle nuestro ideal… la táctica implementada es hacerle ver al empresario en términos de servicio y financiero, que un bicimensajero capacitado y bien entrenado no abandonará nunca un servicio y tenderá siempre a su cumplimiento. Que además un trabajador en mejores condiciones le será más productivo y rentable en el tiempo”, indica la integrante de Pantera Courier.
“La idea es plantearles conceptos que para ellos sean rentables, un capitalismo que sea de largo plazo y que resulte conveniente”, dice León, quien acepta que la solución inmediata es muy compleja, pero ya puede verse en Latinoamérica empresa de bicimensajería que cumplen con los derechos laborales y de equidad. Viejos Zorros, Queens Mensajería, Ciclomensajeros o Fixeito (en Colombia) o Siete Patos (en México) y la propia Pantera Courier (en Chile), son buenos ejemplos.
Para Paola Castañeda también se hace necesario promover un boicot a las startups y plataformas tecnológicas que precarizan y lesionan la dignidad de los ciclistas y al mismo tiempo visibilizar las empresas que promueven el comercio y el trabajo justo.
Lanfranco cree, frente a un boicot ciudadano para no ser consumidores de estas plataformas, que la solución definitiva es mucho más profunda y sería una modificación del sistema económico que hoy impera en la región.
“El real problema es el mercado desregularizado, que se está preocupando de distribuir de riquezas entre unos pocos y no entre la población en general. Creo que una táctica más profunda sería una acción y una presión políticas desde la población hacía los gobiernos para cambiar nuestro estructura económica y política”, sentencia.