La línea fatal que une a Lima y Mocoa

derecho_1
LA Network

La capital peruana con sus ocho millones de habitantes y la población colombiana, con menos de 50.000, no son muy diferentes: sus falencias en planificación les pasan hoy la cuenta de cobro y se convierten en una advertencia para muchas ciudades latinoamericanas.

El desbordamiento de los ríos Mulato, Sanguyaco y Taruca ocasionó pérdidas humanas y materiales en la capital del Putumayo, Mocoa. Foto: Presidencia de Colombia

La tragedia de la población colombiana de Mocoa, departamento del Putumayo, ocurrida el pasado sábado y que deja cerca de 300 muertes por causa de las avalanchas de los ríos que la cruzan; y la situación de afectación, desde diciembre, que padece Lima por cuenta del Fenómeno del Niño -seis muertos y cerca de 6.000 damnificados-, están unidas por una delgada línea tejida con hilos comunes.

La falta de una planificación seria y responsable que respete las zonas de riesgo; la corrupción e intereses de los sectores políticos y de constructores;  la violación a los planes de ordenamiento territorial y la falta de planes de vivienda para las poblaciones más pobres son protagonistas en las tragedias; sobrepasan fronteras y, de origen antrópico, se disfrazan de desastre natural para ocultar sus verdaderas causas.

El diálogo entre expertos que analizaron ambos escenarios es coincidente.

LA Network habló con el exministro de Medio Ambiente de Colombia, Manuel Rodríguez Becerra; así como con Mariana Alegre, Directora del Programa Lima Cómo Vamos; además de los conceptos de expertos del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia sobre el caso local; aportan para unir el entramado, hoy de estos dos lugares, y que mañana podría ser de otro escenario latinoamericano.

La conexión la empieza a trazar Mariana Alegre, quien tiene claro que esa línea delgada separa la seguridad ciudadana del desastre. Destaca que hay que hacer una diferenciación  entre riesgo y vulnerabilidad: “Todos podemos estar en el mismo riesgo, pero algunos van a ser más vulnerables que otros. Una ciudad planificada con la infraestructura adecuada para atender la lluvia en formatos normales o elevados, tiene menos vulnerabilidad que una ciudad, o un poblado como Mocoa, que no está preparada para ello”.

“En el caso de lo que pasó en Lima y que ha ocurrido de manera similar por fenómenos climáticos compartidos, en el caso de Colombia, la mala planificación urbana y en general del territorio es justamente el principal problema de que los desastres tengan esta magnitud”, agregó.

Foto: Municipalidad de LIma

Mientras, en Colombia las autoridades empiezan a investigar los antecedentes de las alarmas dadas por distintos actores sobre lo que podía suceder en Mocoa; más se confirma que esas advertencias no se escucharon -incluso con estudios desde hace más de 20 años-,  y se alimenta más el nefasto cliché de que lo sucedido “era una tragedia anunciada”.

“Entiendo que en Colombia se tienen herramientas e instrumentos de planificación y que Mocoa los tenía pero que no fueron bien aplicados y ese es uno de los temas que hay que mencionar: no basta con planificar las ciudades, hay que hacer la ciudad, se tiene que ejercitar la ciudad en torno a esa planificación, se tiene que invertir pensando en eso posibles riesgos justamente para no poner en peligro a la gente”, recalcó la experta peruana.

Agregó, respecto a Lima, que la ciudad está urbanizada donde no debería, y donde se debería se ha hecho mal, con técnicas que no responden al riesgo y la vulnerabilidad ante los fenómenos naturales, “en lugares ya consolidados se puede ver por dónde bajan los deslizamientos, las quebradas se desbordan y las avenidas y calles se convierten en ríos”.

Sin embargo, el exministro de Medio Ambiente de Colombia, Manuel Rodríguez Becerra, le pone acento al tema de la planificación en relación con las ciudades y municipios de su país: herramientas de planificación sí hay y buenas, otro asunto es su cumplimiento en un país reconocido por su altos niveles de corrupción.

“En Colombia se tienen unos instrumentos de ordenamiento territorial muy bien establecidos, con una función de las corporaciones autónomas regionales (autoridades ambientales) que dicen cuáles zonas son de riesgo moderado o alto y de acuerdo a eso permitir o no si se urbaniza. Pero ahí entran la riqueza, la especulación y la corrupción que lleva a que miembros de concejos municipales en alianza con urbanizadores,  autoricen la urbanización de áreas que no deberían ser urbanizadas”, afirmó.

Vista aérea de Mocoa, capital del Putumayo, que durante las últimas horas fue seriamente afectada por el desbordamiento de los ríos Mulato, Sanguyaco y Taruca. El Sistema Nacional de Gestión del Riesgo está en máxima actividad. Foto: Presidencia de Colombia

El ex funcionario, académico y columnista, fue contundente en su radiografía: hay planificación y esta no tiene problemas. Además, esta planificación tiene identificados los lugares críticos, de hecho, el geólogo Germán Vargas Cuervo, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) indica que hay 385 municipios en el mismo riesgo que Mocoa.

“Pero ya está claro que detrás hay unos intereses políticos que van en contra, violan la ley y no dejan funcionar esas herramientas de planificación que son los POT (Planes de Ordenamiento Territorial), hay una corrupción a nivel político muy grande”, denunció.

Territorio, vivienda y pobreza

Luego de profundizar en el trágico caso que hoy enluta a Colombia, el exministro tocó otros temas, denominador común también para Perú.

Según Rodríguez Becerra, la pobreza, situación común en ambos países, es otro factor de constante presencia en los desastres en las ciudades y poblaciones. La necesidad de vivienda, sumada a la falta de recursos y los intereses económicos de grupos urbanizadores, son una mezcla con la que se convive.

“Está la pobreza: desplazados, gente pobre que acaban por invadir o ubicarse en zonas de riesgo ambiental, vulnerables y son las áreas más baratas por metro cuadrado.  Adquieren esas áreas por urbanizadores con autorización o urbanizadores ilegales; y en los dos casos son inescrupulosos que claramente por la ganancia urbanizan zonas altamente vulnerables, el fondo es la pobreza”.

Foto: Municipalidad de Lima

Más al sur, la capital peruana y su área metropolitana alcanza ya cerca de 10 millones de habitantes, una megaciudad. Esa población empezó a llegar en los años 60, su gran mayoría indígenas peruanos que empezaron a ocupar laderas y a extender el territorio. A cuestas llevaban su pobreza y el deseo de que la ciudad le diera calidad de vida, un deseo que aún hoy no está cumplido.

“No  existe en  Perú una política de vivienda social que realmente atienda a las poblaciones pobres en su necesidad de casa”, afirma la Directora de Lima Cómo Vamos. Y la historia se repite, la ocupación de territorios no aptos para la urbanización.

“Eso muestra una mala decisión no solo en políticas, en términos de  prevención y de políticas urbanas, sino en general en darle a los ciudadanos calidad de vida. La gente busca su vivienda en los territorios en los que sí puede tener acceso y esos son los lugares con mayor acceso pero más alejados, más vulnerables. Las zonas de laderas y riberas de ríos y quebradas que se activan, como ocurre en este momento”, explicó Mariana Alegre.

Conocedora de los fenómenos urbanos limeños, explica que esa urbanización de zonas en riesgo, sin planificación, con frecuencia se consolidan con el favor del mismo estado que, posterior a la ocupación ofrece servicios públicos y titulación, fomentando, como en Colombia, los grupos de urbanizadores ilegales. “Eso genera una mafia de terrenos y de invasiones orquestadas por delincuentes  que las venden bajo la promesa de casa propia a los ciudadanos,  siendo engañados y expuestos a un riesgo altísimo”, expresó.

A modo de conclusión, Alegre expresó que las ciudades, ya sea que estén empezando a crecer, como Mocoa, deben hacer un reajuste territorial basado en mecanismos que eliminen la propiedad individual de esas zonas de riesgo para luego generar procesos de reubicación. Podría esto evitar tragedias como las que hoy lamentan las ciudades de Colombia, al igual que las de Perú en diversos momentos de su historia. “Hay que vincular a los ciudadanos con los instrumentos y que las ciudades los apliquen, que apliquen los planes de gestión urbana y que esto sean sensibles al clima, resilientes, ese será el cambio para el futuro”.