“Debemos aprender a manejar la incertidumbre, no sabemos cómo, cuándo ni de qué manera se volverá a las aulas y cualquier cosa que digamos hoy dejará de tener validez en dos semanas o un mes”: doctora Sara Tarrés.
No solo quienes han perdido sus empleos, cerrado sus negocios o soportado la enfermedad misma, han resultado afectados por los embates de la pandemia producto de la COVID-19; además de ellos, los jóvenes, los niños en edad escolar y los más pequeños, también han sufrido con las diferentes situaciones incluso fatales que, igualmente, se han convertido en retos para sus padres.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) emitió una alerta mundial ante un posible impacto en la mortalidad infantil producto de la pandemia, al considerar que, en un periodo próximo de seis meses, se podrían presentar 1,2 millones de muertes adicionales de menores de cinco años por la reducción de la cobertura de los servicios médicos rutinarios y el aumento de la malnutrición.
El informe, que tiene como base la oficina de Unicef en España, alerta, además, sobre un posible retroceso en los logros obtenidos en los últimos 10 años para evitar la mortalidad infantil, y podría modificar de manera sustancial el pronóstico previo que proyectaba que 52 millones de niños menores de cinco años pueden morir de aquí a 2030.
De otro lado, en Latinoamérica, estudios como el revelado en Perú por el diario El Comercio en alianza con el Colegio de Psicólogos, destaca una afectación de más del 69 % en la conducta de los niños. La investigación realizada con 500 familias peruanas prendió la alerta sobre cómo los menores están viviendo esta época tan singular, todo producto de la cuarentena.
Estos ejemplos y muchos otros, llevaron a LA Network a buscar a expertos para tratar diversos aspectos con los cuales padres e hijos se han tenido que enfrentar durante el periodo de aislamiento obligatorio por causa de la COVID-19.
Por ello, invitamos a la doctora Sara Tarrés, Psicóloga de la Universidad de Barcelona con Postgrado en Psicopatología Infantil y creadora del blog @mamapsicologain.
¿Cuáles han sido las principales dificultades a las que se enfrentan los niños debido al confinamiento por la pandemia?
En general podemos hablar de problemas de ansiedad, intolerancia a la frustración, miedos, tristeza, aburrimiento… pero lo han vivido mejor de lo que muchos creemos, en general. Añado que estos problemas se han agravado en zonas urbanas donde los hogares disponen de menos metros cuadrados y las familias viven más hacinadas.
Y, en tal sentido, ¿cuáles son las principales causas de aburrimiento infantil y cómo relacionarlas o diferenciarlas del estrés u otras psicopatologías?
El aburrimiento es un estado emocional que genera sensaciones desagradables pero que debemos aprender a tolerar. El estrés, también genera sensaciones desagradables, pero es totalmente diferente. Los principales síntomas que vemos son un aumento en la irritabilidad, pataletas, berrinches, trastornos del sueño (pesadillas, despertares nocturnos), dolores de cabeza o estomacales, regresiones, entre otros.
¿Qué deberían hacer al respecto los padres para manejar o ‘tratar’ de manera adecuada ambas situaciones? ¿Cómo el confinamiento complica tratar las dos circunstancias?
Bien. Sobre el primer punto, el aburrimiento, entender y permitir que los niños aprendan a sentir e identificar lo que les ocurre, es decir, no intentar evitar como sea ese malestar. Los niños deben aprender a buscar recursos para mitigar esas sensaciones. Podemos tener alguna herramienta como por ejemplo una caja con diferentes propuestas de actividades para hacer cuando uno no sabe qué hacer (pintar, leer, mirar por la ventana, escuchar nuestros pensamientos, dibujar…). En cuanto al segundo, el estrés o cualquier otro trastorno por ansiedad, debemos buscar ayuda profesional.
De otro lado, en caso tal de que en los menores se observen actitudes agresivas, de baja autoestima o retraimiento, ¿cuál es la mejor forma de que los padres aborden dicha situación?
No existen fórmulas mágicas ni todas las técnicas funcionan igual para todos los niños ni tipologías familiares, pero en este tipo de situaciones, en las que se falta al respeto (niño/adulto, adulto/niño, niño/niño) debemos poner atención. Las relaciones deben basarse en el respeto, la tolerancia y la confianza, cuando esto falla, falla toda la relación. Si bien es cierto que no siempre logramos que todo esté en equilibrio, este tema daría para una entrevista entera, puesto que el estilo parental tiene mucho que ver, de hecho, en estos momentos me encuentro inmersa en un proyecto en el que apostamos por la formación parental y la orientación a las familias en este sentido. Por tanto, debemos poner límites a las faltas de respeto sin faltar al respeto. Una técnica que podemos usar es el time-out, tanto para los niños como para los adultos. El time-out o tiempo fuera se usa para retirar la atención a un comportamiento disruptivo, a la vez sirve para bajar la tensión del momento.
Y hablando de esos momentos de descanso, ¿cómo manejar el tiempo que invierten los niños en medios electrónicos, debido a que ya no sólo son un medio de esparcimiento, sino que sus clases ahora también son virtuales?
Sí. Es complejo este tema puesto que ahora pasamos mucho tiempo conectados, todos. Lo mejor es pactar horarios, lugares y tiempo de conexión y buscar actividades alternativas como juegos de mesa, puzzles, sesiones de baile familiar, hacer mapas del tesoro con retos a lograr. Debemos ser más flexibles y no demonizar las pantallas, es un tema complejo pero la flexibilidad nos permitirá ejercer menos presión sobre nuestros hijos. Los juegos online o las redes sociales también les permiten estar en contacto con su grupo de iguales y socializar. También lo necesitan.
Es decir, sin satanizar, usted doctora como profesional de la psicología, ¿qué percepción tiene de los padres que optan por permitir el uso de medios electrónicos, en lugar de prestarle la atención necesaria a sus hijos en actividades lúdicas?
Es una pregunta difícil de contestar en la situación en la que nos encontramos, puesto que se dan muchos factores que en ocasiones a los padres no les queda otro remedio que acudir a la niñera tecnológica (pantallas varias) para poder atender a los requerimientos profesionales. Sin embargo, cuando teniendo tiempo para atender a nuestros hijos desatendemos las necesidades lúdicas, relacionales o emocionales, dejándolos delante de una pantalla, entonces corremos algunos riesgos, sí. Perdemos un tiempo excelente y totalmente necesario en el que ayudamos a nuestros hijos a desarrollarse, perdemos comunicación, perdemos autoridad, les conectamos a las máquinas desconectándolos de nosotros, y eso dificulta enormemente las relaciones, dejamos que sean otros los principales referentes: youtubers, tik-tokers, quienes ejercen una enorme influencia sobre su conducta y forma de pensar. Aparecen o pueden aparecer comportamientos adictivos a las redes u otras conductas poco adaptativas o saludables, o formas perniciosas de relacionarse. Sin demonizar, la tecnología es fabulosa. Su mal uso puede ser muy perjudicial para los niños que están en pleno desarrollo.
En tal sentido, pero con hijos un poco más grandes, esos que justamente están en la paradoja de definirse en muchas conductas, doctora, ¿cómo guiar correctamente la crisis por la pandemia en relación con la crisis de la edad en hijos adolescentes?
La adolescencia es una etapa compleja en sí misma por todos los cambios que supone a nivel físico, cognitivo, emocional y social. El grupo de iguales es el mayor referente y a quienes acuden en busca de respuesta. Los padres debemos respetar el aislamiento o el alejamiento que suelen realizar respecto a nosotros. Debemos ser un paracaídas, estar ahí para cuando nos necesitan, dialogar sin sermonear ni atosigar, buscar puntos en común, hablar de nuestras vivencias dejando espacio a que deseen compartir las suyas con nosotros, compartir nuestras emociones para que nos hablen de las suyas. Los interrogatorios de tercer grado no funcionan, las prohibiciones generan más curiosidad. Otro punto, es mantener interés por aquello que les interesa a ellos, conversar, buscar espacios o momentos a lo largo del día para conversar y compartir. A veces compartir silencios también.
Una reflexión final: ¿cómo deberían asumir los padres el posible regreso a clases presenciales de sus hijos, de todas las edades y niveles de educación, sin dejarse ganar por el temor y suponiendo que tenerlos en casa seguirá siendo un reto para todos?
El regreso a las clases es un tema de preocupación para los padres en todos estos sentidos. Es difícil dar una respuesta, puesto que cada familia vive una situación económica, social y familiar totalmente diferente y esto influye en el modo en el que enfrentamos una situación, pero debemos buscar el modo de mantener la calma, puesto que las emociones son altamente contagiosas, sobre todo el miedo y la ira, y en tal sentido se las traspasamos a los más pequeños. De ahí que hayamos asistido a un aumento de estos problemas en familias que tenían menores recursos económicos, personales y emocionales para hacer frente al confinamiento y a la pérdida de puestos de trabajo e ingresos. Debemos aprender a manejar la incertidumbre, no sabemos cómo, cuándo ni de qué manera se volverá a las aulas y cualquier cosa que digamos hoy dejará de tener validez en dos semanas o un mes.