Animales políticos, seres sociales, interdependientes… Dispuestos para la empatía.
Los seres humanos hemos buscado puentes comunicacionales con nuestros pares en el momento y para atravesar el tiempo, generando diálogos que van tejiendo el pensamiento y desarrollan la cultura de las comunidades, la necesidad de comprender lo otro nos ha forzado a educar nuestra inteligencia para construir civilizaciones.
Nuestra humanidad es compleja, diversa, profunda y oscura porque continúa trasegando el túnel, siguiendo precisamente, la ruta que iluminan los símbolos trazados por nuestros antecesores. Bellamente decían las feministas en la convención nacional del día lunes 5 de abril de 2021: Soy un eslabón de la cadena, y la cadena no se rompe aquí.
Los símbolos se han sofisticado hasta ser tan simples para armonizar lo complejo, como por ejemplo las letras para el idioma. También hay símbolos de comprensión lógica como los que señalan las matemáticas. Símbolos metafóricos como los corazones para el amor y símbolos esotéricos como la estrella del Rey David. Símbolos políticos como las banderas, los himnos, el puño alzado, las marcas sobre la piel de los esclavos en su pasaje histórico y la gran gama de distintivos utilizados por los grupos que buscan alcanzar o conservar el poder para gobernar desde su visión del mundo.
Los símbolos pueden llegar a ser tan profundos y oscuros que se hacen de difícil entendimiento por parte del observador cualquiera, ya que condensan demasiada información en formas muy comprimidas, por ejemplo, las figuras rupestres de eras pasadas y los tejidos indígenas plasmados en sus prendas. También ser tan claros, aparentemente simples pero profundos como los emoticones que intercambian un par de enamorados.
Los símbolos son la expresión sutil que subyace de la virtud del silencio en compañía de la paciente observación, odas breves y extensas a la sabiduría, que entre otras cosas es el saber vivir. Para seres cuya conciencia es un relato, la atención es fundamental para actuar con sensatez y prudencia, por eso los símbolos también son normas gráficas como las que utilizan las instituciones de tránsito y transporte.
Cabe recordar su importancia en una trágica experiencia que apela a nuestra fragilidad y nos enseña nuestro lugar en la existencia, como lo es la pandemia y lo son también las guerras (políticas: intrafamiliares, culturales, económicas, sociales) tan ávidas en nuestro entorno inmediato, a veces sesgadas, cegadas, por «el privilegio» cuando desdibuja la empatía. Símbolos para la paz como las palomas, de las lentejas para la prosperidad, los abrazos en carteles para los trabajadores de la salud, los mensajes significativos (sonrisas, compartir, cartas, detalles, etcétera) para nuestros seres queridos manifestando afecto.
Símbolos para la memoria y la crítica enfática de nuestra moralidad trastocada por el tiempo, hecha nuevos símbolos que más adelante quizá se resistan a ser historia. Los «ismos» y los símbolos, los símbolos para el fanatismo, los símbolos que apelan a la conciencia de quien los observa ya que eventualmente hallará identidad en su significancia. Símbolos basura para la insignificancia, insignificancia para un vacío sin límite de consumo. Símbolos para las marcas y marcas para los estilos de vida.
Los símbolos como ‘algoritmo’ de nuestras compatibilidades, cuya expresión verbalizada o difusa en el tiempo no logran encapsular el impacto de su conocimiento profundo profesado en creencias arraigadas a las pasiones; por ejemplo la cruz de Jesús y la de Hitler. Símbolos para leernos desde nuestra piel, símbolos comerciales para leernos socialmente. Símbolos olvidados, símbolos que nos recuerdan la rica diversidad de grupos humanos, símbolos que nacen para crear comunidad en el mundo que está cambiando: #SaveThePlanet #ClimateJustice #ClimateChange