Richard Florida, uno de los urbanistas e intelectuales más prestigiosos del mundo en competitividad, ha publicado el libro “The New Urban Crisis”, que observa cómo los avances de muchas ciudades no se están traduciendo en mayor bienestar y prosperidad para sus habitantes. Aquí un foco en su reflexión.
En el año 2002, el estadounidense Richard Florida generó una polémica feroz en el mundo con su tesis sobre la “clase creativa”. Florida sostuvo que las ciudades y área metropolitanas con una elevada concentración de trabajadores de empresas tecnológicas, artistas, bohemios y homosexuales tenían un nivel alto de desarrollo económico.
Muchas personas no le entendieron y se fueron lanza en ristre contra la tesis de que serían los homosexuales y los llamados “frikis” –amantes de la tecnología, de vestuarios y comportamientos poco convencionales-, los que pudieran definir el futuro y bienestar de las ciudades. E incluso algunos intelectuales señalaron que las teorías de Florida podrían ser más apropiadas para la política que para la economía.
Pero más allá de las malas interpretaciones e incluso simplificaciones, la tesis de Florida se refería a que las sociedades tienen un futuro posible si incorporan tres valores: tolerancia, talento y tecnología.
Hoy Florida, cofundador de CityLab y Creative Class Group y actual director y profesor de Martin Prosperity University de Toronto, suma una nueva tesis para mantener la discusión sobre el desarrollo de las ciudades, esta vez bajo el título “The New Urban Crisis” (La nueva crisis urbana).
“Justo cuando parecía que nuestras ciudades se estaban convirtiendo en una esquina, cuando la gente y los puestos de trabajo se movían de nuevo a ellos, una serie de nuevos desafíos urbanos -desde la creciente desigualdad en la vivienda cada vez más inasequible – empezó a destacarse. Aparentemente de la noche a la mañana, el tan esperado reavivamiento urbano se ha convertido en un nuevo tipo de crisis urbana”, argumenta Florida en uno de los capítulos de su nuevo libro y que es justamente el almendrón de su reflexión.
En su libro, Richard Florida pretende demostrar cómo las mismas fuerzas que impulsan el crecimiento de ciudades globales como Nueva York, Boston, San Francisco o Londres, también generan sus desafíos más complejos: la gentrificación (o elitización residencial), la falta de acceso a la vivienda, la segregación y la desigualdad. Un síntoma dramático de esto es que en casi todas las áreas metropolitanas, los barrios de clase media están desapareciendo. Para Florida, las ciudades y suburbios están siendo “reemplazados por una metrópolis de mosaicos, en la que pequeñas áreas de privilegio están rodeadas por grandes franjas de pobreza e inequidad.” La aparición de una especie de urbanismo ganador que se lleva todo para unos pocos y amplía la franja de perdedores, son signos de una profunda falla de la economía en los centros urbanos, que sin duda amenaza el bienestar.
Para entender el contexto de la nueva crisis urbana es inevitable comprender los elementos e inclusive las diferencias con aquella crisis más antigua de los años 60 y 70. Explica el intelectual que tal crisis tuvo como característica principal el abandono económico de las ciudades y su pérdida de función económica. En la medida en que las ciudades se fueron desindustrializando, se convirtieron en sitios de pobreza creciente, donde la vivienda se deterioró, el delito y la violencia crecieron y los problemas sociales como el abuso de drogas o el embarazo en la adolescencia también aumentaron. Es claro que muchos de estos problemas aún persisten.
Pero la nueva crisis urbana, en concepto de Florida, se extiende aún más y es más completa que su antecesora. A sus dos rasgos fundamentales -la creciente inequidad y el aumento de los precios de la vivienda- suma otras características negativas como la segregación económica y racial, la desigualdad espacial y la pobreza arraigada. Y lo peor para el caso actual: se presentan de igual manera en las ciudades y en los suburbios.
Florida llama la atención sobre cinco dimensiones para observar en esta crisis: una profunda brecha económica entre un pequeño número de ciudades globales o Top y el resto de ciudades del mundo; la crisis del éxito que atormenta a estas mismas ciudades Top, con precios de vivienda extraordinariamente altos, lo mismo que sus niveles de desigualdad; la creciente inequidad y segregación que están presentes en prácticamente todas las ciudades y áreas metropolitanas; la notable crisis de los suburbios, donde la pobreza, la inseguridad y la delincuencia están aumentando; y la urbanización descontrolada que se observa en los países en desarrollo, en los que la gente habita centros urbanos, pero no ve ningún mejoramiento en su calidad de vida.
¿Hay un antídoto para esta crisis?
El libro de Florida ofrece un diagnóstico convincente de los males económicos de las ciudades, pero también propone una receta ambiciosa aunque compleja para tener ciudades más inclusivas, como lo ordena la Nueva Agenda Urbana.
En primer lugar, se deben reformar los códigos de zonificación y construcción, así como las políticas fiscales, para asegurar que la fuerza de todos los actores urbanos trabaje en beneficio de todos. Ello implica también estimular la densidad para limitar la dispersión costosa e ineficiente y construir viviendas de alquiler más asequibles en ubicaciones centrales.
Segundo, es necesario ampliar la clase media y combatir la pobreza invirtiendo en personas y zonas que lo necesiten en las ciudades; también empoderar a las comunidades y capacitar a los líderes locales para fortalecer sus propias economías y hacer frente a los retos de esta nueva crisis.
Esta prescripción urbana propuesta en el libro puede complementarse con tesis ya expresadas por el propio Florida en materia de “clase creativa”: se debe apuntar hacia ciudades tolerantes y con apertura mental, pues estos atributos incentivan la creatividad, la innovación y el desarrollo.
“Es cierto que en las encuestas la gente pide calles, seguridad, mejores servicios públicos, pero al final todos quieren una sola cosa: bienestar, felicidad”, sentencia Richard Florida, cuya experiencia como urbanista por más de tres décadas, reviste sus palabras de una enorme autoridad.
*Con información de Carta Medellín