CORK – En muchos países, particularmente en Europa, la inmigración se presenta cada vez más como una cuestión de seguridad. Ante la presión del populismo alarmista, los políticos tradicionales han comenzado a pedir que se la restrinja más, y algunos países están ignorando abiertamente su obligación legal y su responsabilidad moral de dar protección a los refugiados que huyen de conflictos.
Pero no todo son malas noticias. Mientras en los niveles nacional e internacional, un discurso político corrosivo impide una acción efectiva, proliferan en el nivel municipal iniciativas progresistas y eficaces para la integración de los inmigrantes.
Alcaldes y administradores locales están creando infraestructuras sociales y físicas para facilitar la recepción de inmigrantes y refugiados en las comunidades locales. No consideran a los recién llegados como meras estadísticas, sino como gente real, con el potencial de convertirse en miembros productivos de la comunidad local. Y los funcionarios de las ciudades saben que la clave para aprovechar ese potencial es un proceso de integración bien gestionado.
Por supuesto, tal proceso será complejo y puede generar inquietudes entre los residentes. Los recién llegados suelen crear presión sobre los centros urbanos, particularmente en ciudades que ya se enfrentan a escasez de recursos. Los desafíos (desde dar acceso a vivienda decente y atención de la salud hasta garantizar que las redes de transporte y las escuelas puedan hacer frente al aumento de demanda) son numerosos y difíciles.
Por eso es tan importante aplicar una visión proactiva (además de un montón de ingenio). Que es precisamente lo que están exhibiendo muchos administradores municipales.
La tarjeta de identidad municipal de la ciudad de Nueva York (“iDNYC”) da a todos los residentes, cualquiera sea su situación, acceso a una variedad de servicios. En São Paulo, los inmigrantes pueden contribuir a la deliberación pública de políticas a través de un consejo participativo. El ayuntamiento de Barcelona, como parte de un plan mayor de cohesión social, lanzó una “campaña antirrumores”, que combate los estereotipos negativos sobre los inmigrantes usando libros de historietas.
También hay colaboración entre empresas locales y autoridades municipales para canalizar recursos hacia la promoción del emprendedorismo y la capacitación laboral de los inmigrantes. En Auckland (Nueva Zelanda), donde un tercio de la población nació en el extranjero, hay un proyecto llamado Omega (inspirado por una iniciativa canadiense) que conecta a los inmigrantes con profesionales locales que puedan darles asesoramiento y les ofrece pasantías pagas. En Londres, otro proyecto se ocupa de reacondicionar bicicletas en desuso y dárselas a los inmigrantes para que tengan un medio de transporte económico. Y como estas, hay miles de iniciativas que ayudan a los inmigrantes y refugiados a forjarse una vida nueva en las comunidades que los reciben.
Lo mejor es que estas iniciativas ya no son aisladas. Es cada vez más frecuente que dirigentes y autoridades locales creen alianzas con sus homólogos de todo el mundo para hallar soluciones a problemas comunes, compartir experiencias prácticas y convertir los desafíos de la integración en oportunidades. Por ejemplo, la policía de Toronto (una ciudad altamente multicultural) dio capacitación a sus pares de Ámsterdam en temas de extensión comunitaria.
El Foro de Alcaldes sobre Movilidad, Migraciones y Desarrollo (una plataforma con apoyo de las Naciones Unidas) busca promover precisamente esta clase de diálogo y cooperación entre alcaldes, líderes municipales y autoridades regionales de todo el mundo. El foro, que se creó en 2014 en Barcelona y se reúne una vez al año, se basa en el principio de que la salud y sostenibilidad de los centros urbanos (un elemento clave del dinamismo y el éxito de cualquier país) depende de la igualdad de derechos, deberes y oportunidades entre sus residentes.
El foro también alienta a la comunidad internacional a ver las ciudades como “actores clave en los procesos deliberativos y decisorios sobre el diseño de las políticas migratorias”. Al fin y al cabo, las ciudades (que ya albergan a más de la mitad de la población mundial, proporción que en 2050 aumentará a 66%) tienen abundante experiencia en la integración de residentes nuevos, tanto venidos de otros países como de zonas rurales.
El problema es que a pesar de la devolución de poderes a los gobiernos locales (una tendencia de los países desarrollados que se está difundiendo a los países en desarrollo) muchas ciudades todavía funcionan con recursos y autoridad limitados. Es una situación que hay que cambiar, tal como hace poco señaló el Vaticano. Cuando la Pontificia Academia de las Ciencias anunció que este año va a organizar una cumbre sobre las migraciones, destacó que los alcaldes deben tener “competencias para satisfacer las necesidades de todos los tipos de inmigrantes y refugiados, incluidos el alojamiento y la regularización”.
Los debates nacionales e internacionales sobre migraciones tienen serias falencias (debidas a su énfasis en la seguridad) que se trasladan a las políticas surgidas de ellos. Las autoridades municipales han demostrado voluntad y capacidad para hacer frente a los desafíos prácticos de la integración en forma innovadora; empoderarlas para darles un papel más activo en el diseño de las políticas migratorias nos beneficiará a todos.
Traducción: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2016.