A sabiendas de que al otro lado del mar no hay un extenso territorio desierto sino países dinámicos con sociedades que proceden de civilizaciones milenarias, Latinoamérica, a pesar de los esfuerzos, sigue sin lograr un acercamiento certero con naciones y conglomerados urbanos de Asia Pacífico.
De la mano del Observatorio creado en 2012 por ALADI, CEPAL y CAF, es meritoria pero aún no suficiente la tentativa para esclarecer las claves con miras a profundizar una exitosa relación económica y cultural.
El académico uruguayo Ignacio Bartesaghi Hierro es el coordinador del Observatorio, entre cuyas responsabilidades está la definición de un mecanismo permanente que facilite la adopción mutua de políticas y estrategias.
A instancias de LA-Network, Bartesaghi, quien también es Director de Negocios Internacionales e Innovación de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay, hizo explícita una serie de retos para que el mundo de acá pueda hablar de tú a tú con el mundo de allá, en el marco de esta estratégica iniciativa de dinámicas económicas.
-¿Por qué Asia?
—Desde este lado del Pacífico, es importante acercarnos cada vez un poquito más a esa región tan fascinante que es Asia, una de las más dinámicas en crecimiento, en la firma de acuerdos comerciales y que representa la “Fábrica Asia”. Afortunadamente en los últimos años las relaciones entre ambas regiones han registrado un importante crecimiento, no solo por el impulso de las transformaciones registradas en los países asiáticos, sino también por la performance económica de los países de Latinoamérica.
-¿Cuál es el papel de las ciudades en la relación con Asia-Pacífico?
—Ese enfoque desde las ciudades, para la integración, está bastante relegado en Latinoamérica. No en el caso asiático. En China, por ejemplo, las ciudades han tenido una estrategia específica de desarrollo, que se enmarca en algo más global como es la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, ASEAN, por su sigla en inglés. Creo que el papel de las ciudades es importante, pero el éxito depende de qué autonomía tengan con respecto a los gobiernos centrales. Y hay que tener en cuenta, de un lado, que no es lo mismo la autonomía con respecto a cada gobierno, y del otro, que el involucramiento de los empresarios de cada ciudad, depende de qué tipo de estructura productiva tiene esa ciudad, o sea, si se dedica a la producción de bienes o a la producción de servicios. Así como pasa con las ciudades de frontera, las metrópolis tienen un papel que cumplir en esto.
—En ese aspecto, ¿qué dicen los estudios sobre Latinoamérica?
—Ya hay algunos estudios que cuando se refieren a Latinoamérica y concretamente a América del Sur, hablan a nivel de las ciudades. Mercosur no habla de países sino de Buenos Aires, Sao Paulo, Porto Alegre, Montevideo, Asunción y Santiago de Chile. Ahí está concentrado el 75% del consumo de toda esta región. Entonces, uno ya no analiza Mercosur, ya no analiza el Cono Sur o América del Sur, sino que analiza grandes centros de consumo. Y en definitiva las ciudades son grandes centros de consumo. Entonces me parece que hay algo importante para potenciar y para incluir. Hoy el tema del papel de las ciudades está apenas colateralmente incluido en la temática de la Alianza del Pacífico y en la relación de Latinoamérica con Asia. Hay pocas instancias que aborden este aspecto específico de las ciudades, porque la integración es la clásica de Estado con Estado.
—¿Qué retos debe superar Latinoamérica para logar un proceso que le beneficie en esta integración?
—Con base en el modelo asiático, podríamos nombrar los siguientes retos. Definitivamente Latinoamérica necesita emprender cambios profundos en sus infraestructuras de educación para afrontar los desafíos que ha superado Asia. Requiere un cambio cultural muy fuerte. Tenemos que ser mucho más respetuosos con las instituciones y con las normas. Tenemos que ser más eficientes y más productivos. Tenemos que tener respeto hacia la meritocracia y estar en niveles óptimos de preparación, estudiando desde que nos levantamos hasta que nos acostamos para hacer las cosas lo mejor posible. Ningún país asiático ha logrado ser lo que es hoy, sin una intervención profunda en sus sistemas educativos. Ése es un tema cultural que Asia lo tiene muy arraigado, además de ser muy pragmáticos. Eso es lo que los ha llevado a ser muy exitosos y eso es lo que nosotros debemos tener presente.
—¿Tenemos complejos de inferioridad o de superioridad con respecto a la región asiática?
—Lo que tenemos es una lectura equivocada, porque gran parte de Latinoamérica denosta del asiático y lo cree inferior. Y el asiático no es inferior. Procede de una civilización milenaria que tiene conocimiento y respeto por muchas cosas que nosotros debemos aprender. También consideramos que un chino, un japonés y un coreano son lo mismo. Por eso al día de hoy todavía tenemos que explicar el por qué de la relación con Asia-Pacífico. Aún hay muchas personas a las que hay que convencer de las razones de ese acercamiento, de por qué es importante diferenciar a Malasia de Indonesia, a Corea de Japón, a Japón de la China. Creo que además de falta de respeto hay también bastante desconocimiento. Pero ojo que el desconocimiento también está al otro lado del mundo. Pero por allá hay un poco de más respeto.
—¿A qué estamos obligados, entonces?
—En un escenario como el descrito, las obligaciones son de todos aquellos actores que intervienen en la relación, pero muy especialmente de los formuladores de políticas públicas y de quienes cada vez deben propiciar una mayor profesionalización en el análisis vinculado con las relaciones entre las partes. Y no perdamos de vista que mientras en Latinoamérica todo lo miramos para el corto plazo, en Asia todo está sometido a la prospectiva. De eso tenemos mucho que aprender para generar transformaciones impactantes, lo mismo que oportunidades de negocio interesantísimos. De otro lado, existe la sensación de que en Latinoamérica nos quejamos rápidamente de todo. Nos quejamos de la desaceleración de China como si China tuviese la culpa. No tiene China la culpa. China nos avisó con 15 años de anticipación que iba a empezar a bajar su tasa de crecimiento. Lo que pasa es que si no leemos los planes de China, ése es un problema nuestro.
—¿Cuál es la percepción que usted tiene de Mercosur?
—El bloque comercial de Mercosur es la antítesis de la Alianza del Pacífico y a Mercosur pertenece mi país, Uruguay. Mercosur no tiene acuerdos con Estados Unidos, ni con Europa, ni con ninguna economía asiática. O sea que los países de Mercosur no están preparados para insertarse en las cadenas globales de valor.
Estamos ante una nueva forma de producir y esta forma tiene que ver con las cadenas globales de valor. Los gobiernos necesitan mejorar los sistemas de negocios, bajar las tasas impositivas. Las cadenas globales de valor, que propician impactos de mejora en la eficiencia y la calidad, son oportunidades de ingreso para los países en vías de desarrollo, para mí no cabe la menor duda. En América Latina necesitamos de eso. Y para la inserción en las cadenas globales de valor es necesario captar inversión extranjera, para lo cual se requieren marcos normativos que fomenten la captación de inversiones. No es solo ya la mano de obra barata. Es mucho más lo que nos está relacionando con la nueva revolución industrial.
—¿Cuáles son los resultados esperados en esta relación?
—Un adecuado tratamiento de la agenda actual de las relaciones entre Latinoamérica y Asia Pacífico y la progresiva toma de decisiones en cuanto a la mejor estrategia de relacionamiento, colaborará con el desarrollo sustentable de las dos regiones, las que de forma inevitable seguirán profundizando sus intercambios hasta niveles que probablemente vayan más allá de lo que en la actualidad se pueda imaginar.