A esta compleja problemática se agrega la inexperiencia de los gobiernos locales para seleccionar la tecnología apropiada para el procesamiento eficiente tanto de los residuos sólidos como de los orgánicos, ante una oferta que mucha veces amparan ilusiones por encima de soluciones.
La producción, recolección, tratamiento, aprovechamiento y disposición final de los residuos sólidos urbanos (RSU) cada vez se convierte en un reto acuciante para los gobiernos locales y nacionales.
Las predicciones son sombrías debido al crecimiento poblacional y a los hábitos de consumo en todo el mundo.
En menos de diez años, de no acometerse medidas efectivas, los niveles de producción de desperdicios desbordarán la capacidad de los sistemas de manejo en las ciudades.
Eso se debe a que el 1,2 kilogramos de residuos que hoy, en promedio, genera en un día una persona, se verá incrementado a 1.42 kg hacia el año 2025, según lo ha advertido el Banco Mundial.
Y, en ese lapso, según la misma fuente, la producción actual de toneladas por año de residuos urbanos, pasará de 1.300 millones a 2.200 millones.
Residuos orgánicos
A ello se agrega el problema de los residuos orgánicos. Como lo denunció en 2015 la FAO, el volumen actual de desperdicios orgánicos equivale al 28% de la producción de las tierras agrícolas en el mundo.
Lo que, en concepto de la FAO, “no solo conduce a importantes pérdidas económicas, sino que los recursos naturales utilizados para cultivar, procesar, embalar, comercializar y transportar nuestros alimentos también se desperdician, con el consiguiente aumento en vano de emisiones de gases de efecto invernadero”.
Urbanización y desperdicios
Tal como van las cosas, y de acuerdo con el estudio del BM, el planeta está expuesto a que la tasa de urbanización se vea superada, al final de los próximos diez años, por los niveles de generación de basura, siendo el plástico una amenaza mortal porque en un solo año son arrojadas al mar ocho millones de toneladas.
Latinoamérica encuentra un consuelo en Uruguay, porque allí el promedio de 0,11 kg de basura por habitante, sitúa a este país como el segundo que menos desperdicios produce en el orbe, después de Ghana, líder con 0,09 kg.
Lo contrario ocurre en el Caribe, donde los resultados muestran que Trinidad y Tobago (14.4 Kg), Antigua y Barbuda (5,5 Kg) y Barbados (4,75%) lideran la lista de mayores productores de basura per cápita diaria.
Incertidumbre ante la tecnología
Pero si en la práctica la sola recolección y la disposición final de los residuos en “rellenos sanitarios” ha sido un problema cotidiano para las administraciones municipales, de igual modo lo es la selección de la tecnología apropiada para el procesamiento eficiente de los residuos sólidos, cuando las ciudades disponen de los recursos requeridos para ello, que no son bajos.
Son muchas las advertencias desde el sector académico y las organizaciones ciudadanas y ambientalistas, como también desde la experiencia negativa de las comunidades, en el sentido de que muchas veces las nuevas tecnologías en vez de brindar soluciones integrales terminan por agravar el problema o crear unos nuevos. Previenen que en el mercado mundial las ofertas amparan ilusiones por encima de soluciones.
Rellenos sanitarios
A la luz de las predicciones del BM, la posibilidad de que ciudades y municipalidades sigan optando por nuevas y amplias zonas para más “rellenos sanitarios”, se presenta, entonces, como una alternativa de la que, por su inviabilidad e inconveniencia, se deben ir olvidando los alcaldes.
Y, aunque los “rellenos sanitarios” son asumidos hasta ahora como la medida más empleada y la más económica en términos monetarios, nadie desconoce que ofrece enormes desventajas como: contaminación del aire, la tierra o las fuentes de agua; generación de emisiones nocivas y materiales residuales (lixiviados); y atentan contra la convivencia armónica y el bienestar público por el rechazo social que generan y por la degradación de los entornos vecinales.
Hornos de incineración
De otro lado, si en vez de “rellenos sanitarios” se opta por el uso de la tecnología ampliamente probada de “hornos de incineración con valor energético”, en la práctica ésta reduce el volumen de los residuos sólidos en cerca del 90%, pero concita un amplio rechazo por las emisiones tóxicas (dioxinas) que, a un costo altísimo de mantenimiento, deben ser capturadas por filtros especiales, sin garantía de no exceder los límites de emanación.
También este sistema produce cantidades apreciables de ceniza que deben disponerse en sitio seguro y la rentabilidad de esta tecnología demanda altos volúmenes de residuos, lo que se traduce en un verdadero contrasentido porque de lo que se trata es de no incrementar su generación.
En esta misma línea también resulta antiecológica la opción que algunas empresas multilatinas, como las cementeras, están presentando como alternativa de solución novedosa al problema de las basuras en las ciudades, y es la de reemplazar el carbón por residuos sólidos combustibles (llantas usadas, por ejemplo) para alimentar las calderas.
Incluso están estudiando incluir en su portafolio de servicio la línea de incineración de residuos domiciliarios, residuos industriales (textiles y llantas desechadas) y desechos tóxicos hospitalarios.
Pirolisis
En cuanto a la “tecnología por degradación térmica en ausencia de oxígeno o con una cantidad limitada del mismo” (llamada pirolisis), que se ofrece como más limpia y menos aparatosa que la incineración o combustión, estudios de organizaciones ambientalistas, como Greenpeace, han alertado sobre “las emisiones de sustancias tóxicas por encima de los valores prometidos por las empresas o de los niveles permitidos por la legislación, por ejemplo como sucedió en Alemania, Australia, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido”.
En contra de la eficiencia de esta tecnología también se argumenta no tener ninguna ventaja en la reducción de gases de efecto invernadero, como lo pregonan sus fabricantes.
Gasificación
La gasificación, promocionada como eco-tecnología y con posibilidad de producir no solo gas combustible (o gas de síntesis) sino también electricidad en forma rentable, está pendiente de demostrar que las certezas están por encima de las incógnitas, sobre todo cuando presenta bondades como las de superar las desventajas de la incineración, evitar las emisiones de CO2 a la atmósfera y ofrecer la posibilidad de emplear el gas de síntesis para producir combustibles y productos químicos.
En la medida en que esta tecnología ha ido escalando las fases de implantación, las ciudades están a la espera de que, en efecto, sea una opción realmente válida y viable para el tratamiento de los RSU.
Una irremediable alternativa
Mientras el crecimiento exponencial de residuos sólidos y orgánicos, lo mismo que de basura electrónica, se erige como una de las mayores amenazas para el bienestar de las ciudades, y mientras la industria se decanta por tecnologías que efectivamente garanticen una relación sostenible con la naturaleza y no agraven la problemática ambiental, la capacidad humana de revertir los hábitos de consumo y la consciencia social para concebir y poner en práctica políticas públicas y programas de prevención, reciclaje inclusivo y compostaje, se mantiene como un procedimiento que no requiere ser sometido a largas pruebas experimentales ni a estrategias engañosas que exalten las bondades y disimulen los inconvenientes. La clave está en que, de manera concertada, las ciudades se den a la tarea de convencer al ciudadano de su papel protagónico en la solución de este gravísimo problema.
De no lograrlo, las propias ciudades estarán contribuyendo a ver sepultadas por toneladas de desperdicios sus expectativas de progreso, en un futuro muy próximo.