La ciudad que viene es una de las ultimas y más completas reflexiones de Marcel Hénaff, filósofo y antropólogo francés, cuya vida de académico transcurrió principalmente en la Universidad de California San Diego (UCSD) en Estados Unidos.
Ya que la proporción de población urbana de todos los países, sin distinción, es actualmente de casi el 60 %, sería tentador decir que la forma urbana ha triunfado en todas partes. ¿Pero es esta una afirmación pertinente? A partir de esta pregunta, Hénaff desarrolló su obra sobre el sentido de la ciudad. Porque, aunque ella fue, desde sus comienzos, monumento (imagen del mundo), máquina (sistema de producción) y red (dispositivo de circulación), la exacerbación de estas dos dimensiones en detrimento de la primera ha significado un distanciamiento cada vez mayor entre el citadino y el ciudadano.
A través de un recorrido que inicia en Mesopotamia y va hasta las actuales metrópolis, Hénaff sostiene que el sentido del espacio construido solo puede ser el del espacio común, ese que resiste el movimiento que va de lo monumental a lo virtual y se encuentra en los lugares donde se conserva la vida de barrio, esos que nos dan la certitud de que la ciudad es nuestro lugar de residencia en la Tierra.
La ciudad, agrega el filósofo y antropólogo, debe ser el lugar de la vida compartida: el espacio de encuentros, experiencias comunes, intercambios y tradiciones, que permiten la vida en sociedad. Este ideal, sin embargo, se encuentra tensionado en las urbes contemporáneas. Para Hénaff, uno de los problemas cruciales que debe enfrentar la ciudad actual es haber dejado de ser el espacio público por antonomasia, entendiendo lo público como aquello que es común a todos. Esta tensión se hace más patente en las megalópolis, cuyos altos grados de fragmentación dificultan la existencia de espacios compartidos donde los ciudadanos se encuentren como iguales.
Asegurar una verdadera calidad pública a la ciudad contemporánea es un gran desafío porque la ciudad que viene para Hénaff es una “ciudad archipiélago”, hecha de redes, hasta el punto de plantear la cuestión de la posible desaparición de la monumentalidad e incluso de la forma urbana tradicional. Es esta postura la que resulta muy interesante de comprender, la que propone este académico, que falleció en 2018. Pero nos queda su obra aún pertinente para la construcción de mejores ciudades.