Como una verdadera catarsis del espíritu, irrumpe en la sociedad del siglo XXI, el ensayo de la doctora en filosofía Pelluchon, de la universidad de Franche-Comté, su obra, el “Manifiesto Animalista”, centra la atención del lector en la necesidad imperativa de politizar la causa animal, la cual considera necesaria para combatir la violencia del ser humano con otros animales que cohabitan nuestro planeta retratando en el escrito, sin complejos nuestra inhumanidad como una vergüenza común.
El rostro mal intencionado de la humanidad, es el punto de partida del ensayo de la filósofa francesa, quien comienza narrando los horrores del ser humano en otros seres sensibles[2], ¿Cómo es posible tanta barbarie?, en este contexto, enumerar las atrocidades y calamidades en las que hemos sumido a millones de especies no es un hecho menor, pero que no obstante, han inhumanizado nuestra humanidad, siendo validado por las sociedades como un acto consentido, concertado, planificado generando un maltrato planificado.
El maltrato que experimentan los seres sensibles no solo dice relación con los animales domésticos que nos acompañan en nuestros modelos de sociedades contemporáneos como los perros y gatos, los cuales muchas veces son abandonados a su suerte al costado de una carretera, en un camino rural o se les castiga por sus actos, aun cuando nuestra especie advierte que los otros seres sensibles no son seres racionales como nosotros, el hombre le proporciona actos salvajes de castigo, los cuales tienden a ser actos irracionales como el condicionar su alimentación, su salud o en definitiva su plena libertad.
Nuestros actos como sociedad son vandálicos, de manera directa o indirecta, en el quehacer diario de la sociedad, en nuestras ciudades, en nuestros países o incluso en nuestras regiones hemos vulnerado a otros seres sensibles, como es el caso de las especies marinas, los cuales no estando sometidas al yugo del hombre, son indirectamente perjudicadas por su acción o inacción, en este caso concreto, es menester referirnos a los efectos invasivos de la industrialización humana y el consumo desmedido del ser humano, los cuales han promovido un exceso de bienes de consumo único, los que terminan siendo arrojados a los océanos como es el plástico, el cual sometido a altas temperaturas se degrada y termina siendo micro plástico, siendo confundido como comida por el Plancton y este lo incorpora en la cadena alimenticia[3] que incluso llega a nosotros mismos como depredadores finales. Otro caso concreto son las excavaciones petrolíferas que se realizan en el océano con ocasión de la explotación del recurso, donde la liberación desmedida de petróleo en el océano ha dejado miles de peces fallecidos abandonados a su suerte en las costas contaminadas de algún estado donde han terminado sus cadáveres sin vida.
La ley del máximo beneficio, supone las practicas organizadas de la humanidad en favor de nuestros modelos de sociedad y económicos, sometiendo a los seres sensibles, a otros seres humanos, al trabajo e incluso sacrificando el medio ambiente apostando siempre en la reducción de los costes de la producción y el aumento de esta misma. El maltrato y el terror que experimentan los animales no son solamente producidas por el modelo capitalista, porque tiene sus cimientos de manera transversal no pudiendo limitar el discurso a una ideología determinada.
La administración humana del planeta se ha auto convencido de que cuenta con el derecho a disponer de otros seres sensibles de manera arbitraria, creyendo tener el dominio de estos para dominarlos sin rendir cuentas. Este es un verdadero acto de desprecio a otros seres vivos, hemos crecido en una sociedad que entiende como legítimo que la relación que existe entre los animales y los seres humanos es de objeto y sujeto de derecho.
Los actos de posesión del hombre sobre otros seres sensibles, atienden a actos de despotismo salvaje, inhumanos e inmorales, los cuales, ninguna de nuestras religiones podría someter, pues en sus bases, sus dogmas y principios establecen la relación de equilibrio entre el hombre y la naturaleza, siendo los seres sensibles parte de esta naturaleza e incluso el hombre mismo.
Estamos en guerra contra nosotros mismos, nuestras relaciones que experimentamos a diario con los animales, suponen un espejo de nuestras relaciones sociales con otras personas, configurado en la premisa de que tanto los animales como los seres humanos somos seres sensibles y por ende especies de un mismo lugar.
La violencia que ejercemos sobre los animales refleja el desprecio que sentimos sobre ellos, considerándolos como seres inferiores, que están al servicio humano, que con una cosa – objeto, susceptible de apropiación, pero no concientizamos, como un acto intelectual que el desprecio y la crueldad que ejecutamos contra ellos, es el reflejo que experimentamos sobre nosotros mismos como raza.
¿Cuál es la diferencia de la esclavitud humana con los actos de esclavitud que ejerce el hombre con otros seres sensibles?
La historia de la esclavitud refleja la barbarie de nuestra raza, cuando incluso entre nosotros mismos no nos veíamos como iguales y abolíamos nuestros derechos para transformar personas (seres sensibles) en objetos de servicio para otros hombres, hoy en el mundo entero, hay más esclavos que nunca antes ha habido en la historia de la humanidad. Cada uno de los seres sensibles que está siendo explotado en los campos, golpeado con un látigo, desplazado de su hábitat por la falta de planificación urbana de los asentamientos del hombre, los animales domesticados a la fuerza la experimentación de la industria en ellos, aquellos asesinados por sus pieles o huesos para los mercados negros, muchos otros sacados de sus hábitat de conservación de manera clandestina y vendidos como animales exóticos, son actos de esclavitud que deben ser condenados de manera categórica por la sociedad.
Omitir los vejámenes de los cuales son expuestos los seres sensibles nos vuelve cómplices por omisión, el activismo animal supone la necesidad de instalar en la discusión pública la necesidad de regular la relación de la humanidad con los seres sensibles, pero también es menester que este debate tenga un sentido concreto en la realidad de las sociedad y ello no podrá ocurrir si no es por medio de la politización de la causa animal, debatiendo el tema en el fondo.
* Manifeste Animaliste: Politiser la cause animale o en español: Manifiesto animalista. De la editorial Alma, publicado en 2017, es un ensayo redactado por Corine Pelluchon, profesora y doctora en filosofía práctica de la universidad de Franche-Comté, especialista en filosofía política y moral, ética aplicada y bioética. Meditaciones sobre el manifiesto animalista, no constituye un resumen de la obra, sino que más bien establece una serie de reflexiones en el camino trazado por la autora del ensayo con ocasión de la necesidad de poner en el centro del debate público la necesidad de entregar mayores garantías políticas a los animales como también para generar un aumento de la conciencia individual y social sobre los actos de la humanidad, los cuales son inhumanos en un mundo contemporáneo.
[2] La autora define como seres sensibles a los seres capaces de experimentar el dolor, siendo este concepto utilizado en alusión al daño que experimentan los animales por la explotación humana.
[3] Existe una relación dramática entre el consumo de micro plástico por el plancton, la cadena alimentaria y el ser humano, en relación a que una vez que el plancton ha consumido el micro plástico, este pasa a ser el alimento natural de otros peces y estos son en definitiva siguiendo la cadena alimenticia parte de la dieta del hombre contemporáneo, es en efecto y de manera concluyente advertir que el micro plástico ya llego al intestino humano.