Una investigación adelantada por la Universidad de los Andes en Bogotá (Colombia), evidencia cómo una política pública de mejoramiento e iluminación de parques y espacios públicos en la megaciudad colombiana, permitió bajar los delitos en los lugares intervenidos.
Para nadie es un secreto que América Latina y el Caribe es la región más violenta del mundo. De las 50 ciudades más peligrosas del planeta, 40 están en la región. Por países, México es el que tiene el mayor número de ciudades violentas: 19 de 50.
La criminalidad sigue creciendo en la región y las consecuencias del COVID-19 en esta materia están aún por medirse. Es en ese escenario en el que los gobiernos locales buscan incorporar nuevos enfoques integrales para dar solución a este problema.
En la mayoría de los casos las estrategias combinan medidas de choque, de control y preventivas como el aumento del pie de fuerza policial, un mayor uso de las tecnologías aplicadas a la seguridad, mayor efectividad e inteligencia policial, a las que se suman la iluminación de espacios públicos, programas de prevención y la renovación y construcción de entornos seguros.
Una investigación desarrollada por el Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (CESED) de la Universidad de los Andes en Bogotá, evidencia cómo las intervenciones relacionadas con la creación de nuevos espacios públicos y el mejoramiento de los ya existentes han permitido disminuir los delitos en la ciudad de Bogotá.
El estudio está basado en el proyecto de grado de Estefanía Ramírez Castillo, magíster en Políticas Públicas de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes y se concentra en la política pública adelantada por la administración del exalcalde Enrique Peñalosa entre 2016 y 2019.
Lo que dice la teoría
Teorías y literatura diversa sobre el tema evidencian que un espacio abandonado es un entorno preferido por los delincuentes. Para quien comete un crimen, una zona en mal estado sugiere que “las instituciones del Estado no están presentes o no funcionan bien, asegurando así la baja probabilidad de ser capturado al cometer un delito. Según esta teoría, zonas en buen estado físico deberían tener el efecto contrario, reduciendo la comisión del delito”, explica la investigación.
También podría mencionarse la “Teoría de las ventanas rotas”, desarrollada por James Q. Wilson y George Kelling en 1982, que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad y el desorden son mayores.
En la práctica, si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí surgirá el delito. Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son lentamente abandonados por la mayoría de la gente, esos mismos espacios serán progresivamente ocupados por los delincuentes.
La “teoría de las ventanas rotas” fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de esa ciudad. “Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: grafitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes y el metro se convirtió en un lugar seguro”, señala Daniel Eskibel, especialista en Psicología Política.
Otra teoría que coadyuva a la estrategia de mejoramiento de los espacios públicos es el “Efecto del vigilante implícito”, que consiste en que la presencia de más personas transitando por un espacio “puede disuadir la conducta delictiva, pues esta incrementa el costo de delinquir al hacer que la probabilidad de ser capturado se incremente”. En este sentido, la construcción de canchas sintéticas y la iluminación de parques puede incentivar una mayor utilización de estos espacios por parte de la comunidad. Y mientras más ojos ciudadanos tenga el lugar, su seguridad se incrementa.
El caso Bogotá
La iluminación del espacio público y la construcción de ambientes seguros fueron dos estrategias utilizadas por la Alcaldía de Bogotá para frenar el crimen en los parques de la ciudad entre 2016 y 2019.
En el Plan de Desarrollo de la administración del exalcalde Enrique Peñalosa se incluyó dentro del pilar de democracia urbana la ejecución del proyecto Espacios Deportivos, Recreativos y Culturales, con el cual se buscaba “renovar los parques de la ciudad para convertirlos en espacios más seguros y poder disfrutar de la recreación e integración familiar”.
El proyecto buscaba mejorar la percepción de los ciudadanos sobre los parques, ya que según la Encuesta Bienal de Culturas del año 2015, el 48 % de los encuestados consideraba que los parques y los espacios públicos de uso recreativo cercanos a su hogar eran inseguros.
La intervención consistió en la renovación de mobiliario e iluminación de 1 233 parques y en la construcción de más de 100 canchas sintéticas multiusos en 87 parques de la ciudad de Bogotá.
Los resultados de la investigación de la Universidad de los Andes muestran que la renovación de iluminación redujo el número de delitos en las zonas intervenidas: en un 22 % las lesiones personales (-25.3 eventos), 55 % los hurtos modalidad a personas (-167.8 eventos), 54 % los hurtos modalidad a comercio (-27.2 eventos) y 29 % los hurtos modalidad a residencias (-11.9 eventos) por kilómetro cuadrado. Además, la construcción de canchas sintéticas redujo los hurtos a personas en un 88 % (-291.9 eventos) y los hurtos a comercio en un 92 % (-53.5 eventos) por kilómetro cuadrado.
Podría pensarse que el crimen fue desplazado a zonas vecinas de los parques, pero también se realizaron estimaciones para todos los hechos en zonas más alejadas de la intervención a 79-140 metros y 140-200 metros del polígono de cada parque. Las estimaciones no solo no encuentran desplazamiento del crimen, sino que muestran un efecto de difusión de beneficios a zonas más alejadas. Los efectos son significativos para los mismos delitos del modelo de la zona directamente intervenida, sin embargo, la magnitud del efecto es menor. La investigación resalta que no es posible estimar si existen desplazamientos criminales a zonas más alejadas de la ciudad.
Sin duda, esta investigación de la Universidad de los Andes refuerza la evidencia de cómo la inversión en espacios públicos e iluminación pública puede ser más efectiva que las inversiones convencionales en seguridad en las ciudades.