El subsidio se ha convertido en una droga que provoca profunda dependencia en el sector vivienda.
Cuando hay dispara la euforia… Ah, pero cuando empieza a escasear… Ahí sí llegan las alucinaciones, la temblorina, el sudor frío y todos los demás síntomas que provoca la abstinencia en un adicto.
Y el hecho es que en los años que lleva operando el subsidio se convirtió en un verdadero motor del sector vivienda, compensando las desigualdades de un segmento muy importante de población, para darle acceso a una solución a su demanda de vivienda, y convirtiéndose además en un poderoso detonante del sector vivienda, en la medida en que abría mercados que sin él hubiera sido difícil atender.
Lo malo…muy malo para los que dependen de esta droga, es que ni su existencia, ni sus reglas de operación están garantizadas en horizontes de largo plazo, lo que se convierte en un grave inconveniente para un sector cuyos ciclos de negocio se miden en años.
El monto destinado a subsidios de cada año se define apenas un par de meses previos al inicio del ejercicio, justo en el momento que se analiza y aprueba el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), en tanto que las reglas, como si se tratara de un Reality Show de televisión, en cualquier momento pueden cambiar.
Pese a todo, el subsidio se ha hecho indispensable para esta industria, a pesar de esta falta de certidumbre presupuestal… Y a pesar de que el subsidio termina siendo un distorsionador de mercados, que se hace indispensable aún en mercados en que los desarrolladores hubieran podido vender sus casas sin él.
Y bueno… Es así que después de tiempos en que se llegaron a destinar más de 12,000 millones de pesos a subsidios en un año, y en que los empresarios del sector ajustaron su producción a ese monto, la partida se redujo para ubicarse en el rango de los 6,000 millones.
Esa reducción ha provocado que año con año la partida se agote mucho antes de terminar el ejercicio, provocando que, para no frenar al sector, las autoridades adelanten cada vez un monto que sale del presupuesto del año siguiente.
Este círculo vicioso del “no alcanza, toma te presto”, se hace particularmente delicado este año, porque el año próximo, año electoral, supone dos grandes peligros para el sector; la negociación de un PEF ante un inminente cambio de gobierno, y la posibilidad de que las autoridades entrantes retrasen el inicio de operaciones del programa de subsidios 2019.
Ante esta coyuntura hubiera sido muy bueno cerrar el año con una partida adicional para subsidios de 400 o 500 millones de pesos, que no fuera a cuenta del presupuesto 2018, sino que fuera una partida extraordinaria, y, si no hubiera sido mucho pedir, incrementando marcadamente el monto destinado para subsidios 2018, generando con ello una bolsa que no solo permitiera cerrar el año sin sobresaltos, sino además, dar la gasolina suficiente como para aguantar el cambio de gobierno, dando tiempo a los relevos en las instituciones que permitiera no frenar el ritmo del sector en los primeros meses de la nueva administración.
No se pudo… Así que ahora el sector tendrá que limitar al extremo su dependencia del subsidio y apostar por mercados que garanticen la demanda, la oferta de créditos para poder vender sus casas y la tranquilidad de quienes vía crédito o capital fondean su producción.
El mercado… El mercado, como debiera ser siempre si no existiera la distorsión del subsidio, tendrá que ser lo que garantice la estabilidad del sector vivienda de cara al 2018 y el cambio de gobierno.