Con la migración a un nuevo territorio no terminan los cambios; por el contrario, se empieza con la transformación del habitante y del hábitat. Este es el caso de migrantes venezolanos, quienes se han adecuado a las cotidianidades colombianas. Un trabajo de la Universidad Nacional en Bogotá evidencia las realidades y aspiraciones de esta población.
Según datos de Migración Colombia el país cerró 2020 con más de 1.700.000 migrantes venezolanos (alrededor de 350.000 en Bogotá), más la mitad de los cuales han acudido a la informalidad laboral para sobrevivir, y el 56 % está en condición irregular.
Sin embargo, los migrantes son mucho más que cifras. Por eso, con la herramienta “diario de campo”, la arquitecta Daniela Ibáñez Angarita, estudiante de la Maestría en Hábitat de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), invitó a varios venezolanos a formar parte de su trabajo de investigación.
El trabajo consistió en conocer el proceso migratorio desde que partieron de su país hasta su llegada e instalación en Bogotá, con el interés de entender sus aspiraciones y su forma de percibir el territorio colombiano, y cómo le pueden aportar a este.
“El diario de campo es como un libro de viaje en el que se recolectan experiencias colectivas e individuales de 11 personas con respecto a cuatro escenarios: identidad, cotidianidad, territorio y proyección”, amplía la arquitecta.
Además, se aplicó una encuesta en la que les preguntó por aspectos como por qué decidieron migrar a Colombia, cómo cambió su proyecto de vida, a qué se dedicaban en Venezuela –trabajo, estudio, etc.–, a qué actividades se dedican ahora, qué les gusta y que se les ha dificultado tras su llegada a Colombia.
De igual manera, el diario de campo incluyó diferentes actividades como dibujos, fotos y mapas, en un ejercicio por reconocer los simbolismos que la cultura va creando.
Hallazgos del estudio
El trabajo de campo se centró en dos modos de hábitat ubicados en las localidades de Kennedy y Chapinero en la ciudad de Bogotá. En la parte laboral, en Kennedy se identificó que, al igual que algunas familias de la zona, los venezolanos trabajan de manera informal en sitios aledaños a Corabastos. En el sector Chapinero los migrantes se dedican sobre todo a la mensajería y a los domicilios.
A diciembre de 2019 se estableció que el 89,6 % de los venezolanos ocupados en Colombia lo hacen de una manera informal. Esto demuestra que cuando un venezolano recién llega a este país su primera opción es buscar un trabajo informal por falta de documentos, oportunidades laborales o hasta la misma homologación de títulos profesionales.
La investigación destaca que algunos migrantes han venido desarrollando su propia manera de habitar la ciudad con negocios en los que ofrecen servicios de giros o comidas típicas de su país, o a través de actividades religiosas y sociales (deportivas y de ocio).
“Los nuevos modos de hábitat parten de lo sociocultural, en donde se rescatan los símbolos religiosos y las tradiciones colombianas que los venezolanos no solo han ido adquiriendo, sino que además se comparten gracias la vecindad con ese país”, señala la investigadora.
Agrega que las percepciones de los modos de habitar de los participantes en la investigación se caracterizan por mantener una relación con sus raíces que los configura como persona, manteniendo sus proyectos de vida a pesar de encontrarse en otro país.
Aunque en Colombia existen las “tarjetas de permanencia” para los inmigrantes y se anunció un estatuto de protección al migrante, es urgente establecer una política pública migratoria.
“Esta debe abrir un espacio para plasmar lo sucedido en el país. Con la migración se ha podido evidenciar la escasa cobertura para la atención de inmigrantes, aglomeración en zonas comerciales, económicas y sociales, exclusión social y segregación física y espacial”, señala la arquitecta Ibáñez.
Los resultados de este trabajo formarán parte de una muestra gráfica que se realizará en Bogotá en una fecha todavía por definir.
Agencia de Noticias UN