Algo muy similar a lo que le sucedió a Alicia, la protagonista de la serie «Aprendí a quererme», del canal regional Teleantioquia, es el reflejo de una situación que muchas universidades en las ciudades capitales, en este caso Medellín, no han podido lograr darle avance y compromiso, la educación en los estudiantes que vienen de municipios lejanos y que no tienen un acceso permanente a los recursos necesarios para poder hacerlo.
Un escenario cotidiano para cualquier estudiante que no vive en Medellín: son las 3:30 a.m. y apenas las personas se despiertan para alistarse a su lugar de estudio o de trabajo, pero en el municipio de Donmatías está Julieta Yepes, una joven de 18 años que tuvo que elegir la capital antioqueña para desempeñar sus estudios universitarios, porque donde vive no hay mayores oportunidades para poder desarrollar sus talentos y aptitudes ante la sociedad.
Sonríe, como si el viaje que le toca hacer todos los días no fuera el impedimento para hacerlo, alista sus implementos personales, prepara unos sánduches y un almuerzo que le ayudan a recargar energías cuando se siente agotada de tanto estudio, al final, se despide de manera muy efusiva, llevando siempre el orgullo de representar al norte antioqueño y los ideales fieles que lleva en su identidad como ser humano.
Situaciones como la de mi amiga Julieta se volvieron costumbre en la cotidianidad de las universidades de Medellín y los municipios aledaños, muchas de esas personas que quieren prepararse mejor, no pueden hacerlo en sus municipios de origen, o en ciudades donde los rolos, costeños o vallunos ven a Medellín como una opción para mejorar su calidad de vida.
Esto se da porque las opciones de vida son inadecuadas o tienen muy poco apoyo del sector educativo en las regiones, que, en teoría, son los que financian la educación, pero que tristemente en la práctica, son los que presentan falencias, pocas oportunidades y falta de orientación ante la realidad del llamado “futuro de Colombia”.
Estudios hechos en instituciones de educación superior lo comprueban, cambiar la dinámica y el estilo de vida rural o de otro tipo en sus lugares de origen hacen que muchos estudiantes jóvenes migren a las grandes “metrópolis”, haciendo que haya un índice de más del 40% en el censo estudiantil de las universidades.
Falta mayor apoyo por parte del sector público, porque se está demeritando la labor educativa y están haciendo de los bajos recursos en las personas, un argumento nulo para la implementación de una educación accesible y con méritos en el llamado “país de las oportunidades”.
Mientras esto sigue siendo el pan de cada día en todos los ámbitos inmersos en lo educativo, el tic tac del reloj dice que son las 6 p.m. hora en que el bus anuncia el regreso de Julieta, además de un día que ella culmina en medio de las múltiples labores que le toca realizar en la universidad, no siente el cansancio de venir a Medellín todos los días, porque sabe que el futuro que tiene está enfocado en los sueños que quiere idealizar.
El caso de mi amiga Julieta y la situación de muchos compañeros cercanos son la muestra más creíble de que la educación necesita otras miradas objetivas y con criterio, además de analizar otros conceptos cotidianos que deben replantear las estrategias implementadas en todas las administraciones municipales, incluso del Estado.