La planificación, áreas mixtas y la oferta de servicios son la clave para comunidades más saludables en términos de crisis sanitaria, propone análisis del Banco Mundial.
“La geografía económica, no la geografía física, determina el riesgo de contagio”, afirman con seguridad Somik Lall y Sameh Wahba, expertos del Banco Mundial que analizaron el territorio de Nueva York adyacente a la línea 7 del metro, un tramo de ciudad que demostraría que son el ingreso, la planificación y la oferta de servicios de calidad, los que determinarían sectores con mayor o menor número de contagios por COVID-19 y no necesariamente lo denso de las comunidades.
El área de la ‘Capital del Mundo’ que abarca desde West Queens (Queens) y Chelsea (Manhattan), distantes en línea recta unos cinco kilómetros, muestra que, mientras el primer sector registra una densidad de 12 590 habitantes por kilómetro cuadrado, un ingreso anual aproximado de US$22 000 y 4 125 casos de COVID-19 por cada 100 000 habitantes; los residentes del sector occidental tienen un ingreso de US$78 000, 925 casos por cada 100 000 habitantes y una densidad por km2 de 30 923 personas; es decir viven allí un 146 % más de neoyorkinos que en el sector de menos ingresos, donde se presenta un amplio 346 % más de contagiados.
Para los expertos en Desarrollo Urbano y Gestión de Riesgos, “lo que marca la diferencia son los ingresos de los vecindarios y las características conexas, que moderan la medida en que las inversiones complementarias en estructuras (es decir, viviendas), infraestructura y servicios transforman los lugares hacinados en sitios densos y habitables”.
Este sería, como no, un elemento adicional para enriquecer el debate en momentos en que las ciudades densas están en el banquillo de los acusados de las condiciones urbanas negativas. Ahora, lo cierto es que, en LA Network, distintos urbanistas han manifestado sus criterios en favor y en contra de la densidad urbana, pero que también se han encontrado en el acuerdo de que este es un modelo sustentable de ciudad, pero debe aplicarse con determinadas características.
Para la evaluación de los datos, que han sido reunidos en tres conjuntos (densidad de población, la superficie habitable disponible y el acceso a servicios básicos, como grifos y baños) el Banco Mundial creó en abril de este año una metodología conjunta con el Centro Aeroespacial Alemán para acceder a su potente programa World Settlement Footprint 3D que aporta perfiles de alturas y densidades según esas alturas.
“Se aplica la perspectiva de la geografía económica y se tienen en cuenta las inversiones en infraestructura, la disponibilidad de servicios públicos y la probabilidad de contagio”, explican los expertos sobre este método que se está aplicando en 15 ciudades y que sumará al análisis, otras 30 urbes en el corto plazo.
El análisis destaca que, al comparar las dos áreas, es evidente que en el sector de mayores ingresos hay estímulos como el valor de la tierra, para que los inversionistas creen mayor densidad con atributos de zonas mixtas.
En tanto que, “en los vecindarios de ingreso bajo, los urbanizadores no tienen incentivos para agregar superficie útil o exigir mejoras adicionales de la infraestructura. Especialmente en la ciudad de Nueva York, las personas viven en espacios más reducidos, a menudo en familias multigeneracionales, y tienen trabajos que exigen la interacción en persona. El riesgo de contagio aumenta en los vecindarios que carecen de estructuras físicas y servicios que mejoren la habitabilidad, y donde los residentes no tienen otra opción que salir todos los días a buscar trabajo o servicios”.
Ante los resultados que viene arrojando la aplicación de esta metodología, el Banco Mundial, sugiere cinco recomendaciones de cara la reconstrucción de las ciudades en el contexto de la crisis sanitaria que impacta mayoritariamente al mundo urbano:
- Planificar, crear y proteger los espacios públicos.
- Modificar las reglamentaciones para crear mayor superficie útil.
- Movilizar financiamiento para infraestructura que fortalezca a comunidades y gobiernos locales para mejorar las condiciones de vida en los barrios marginales e informales.
- Garantizar los derechos de propiedad y sobre la tierra.
- Propiciar los cielos azules (lo que traduce en tener una buena calidad del aire)