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¿Por qué es clave abordar el cambio climático y la migración de forma simultánea?

¿Por qué es clave abordar el cambio climático y la migración de forma simultánea?

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LA Network
22 noviembre, 2020 - Ecología Urbana

¿Por qué es clave abordar el cambio climático y la migración de forma simultánea?
Uno de los efectos del cambio climático pronosticados será el desempleo. Al 2030, podrían perderse 2,5 millones de puestos de trabajo en América Latina y el Caribe. Foto: Ssalvador, Bahia / brazil – april 17, 2013.

Por Graham Watkins – Andrea García Salinas

Cuantificar el número de desplazados por el cambio climático en las próximas décadas resulta un ejercicio complejo dado que los modelos climáticos han ido evolucionando y las motivaciones para emigrar son múltiples. Mientras que en 1990 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) estimaba que los migrantes climáticos alcanzarían los 200 millones para 2050, un informe reciente advierte que el estrés hídrico, la seguridad alimentaria y los desastres naturales podrían desplazar a 1,200 millones de personas para 2050. De hecho, solo en 2019, se registraron cerca de 1.900 desastres naturales que causaron 24,9 millones de nuevos desplazamientos internos en 140 países.

Los desastres naturales actuales, el avance de la degradación ambiental y las desigualdades persistentes en la región, expuestas aún más hoy en día por la pandemia, hacen evidente la necesidad de contar con políticas públicas con un enfoque inclusivo que aborden simultáneamente las causas y los efectos de las migraciones y el cambio climático. Aquí te exponemos cuál es la relación entre la crisis climática y los desplazamientos en América Latina y el Caribe y unas ideas iniciales de cómo vamos a trabajar en conjunto desde el Banco Interamericano de Desarrollo ambos temas, desde la Unidad de Migración y la División de Cambio Climático y Sostenibilidad.

  1. El cambio climático causa más desplazamientos humanos

En agosto de este año, la llegada del Huracán Laura puso a más de 1,5 millones de personas bajo orden de evacuación en Texas y Luisiana. En los primeros nueve meses del 2020, 16 desastres climáticos han impactado los Estados Unidos con daños que superarían los US$ 1,000 millones por cada uno de estos eventos. En el Caribe, el Huracán Dorian ocasionó 465.000 nuevos desplazamientos en siete países, mientras que en Brasil, inundaciones y deslizamientos desplazaron a 295.000 personas en 2019.

Asimismo, los efectos del cambio climático de avance lento como el retroceso glacial que afecta la disponibilidad de agua o la erosión costera por el aumento del nivel del mar, sumado a vulnerabilidades preexistentes, influyen en los patrones migratorios. En Centroamérica, los habitantes de Guatemala migran tras las sequías e inundaciones que afectan la producción de sus cultivos generando escasez de alimentos y pobreza. Este proceso es gradual y puede entenderse también como una migración económica; es decir, en búsqueda de oportunidades laborales y medios de vida.

  1. Las migraciones pueden repercutir en el cambio climático

Uno de los efectos del cambio climático pronosticados será el desempleo. Al 2030, podrían perderse 2,5 millones de puestos de trabajo en  América Latina y el Caribe (ALC) a causa de las olas de calor que afectan particularmente a las personas que trabajan al aire libre.

La necesidad de acceder a recursos monetarios rápidos, podría llevar a un aumento en la tala y minería ilegal, la caza furtiva y el tráfico ilegal de animales salvajes. Dichas prácticas, sumadas a prácticas agrícolas no sostenibles, pueden contribuir a incrementar la degradación ambiental y la deforestación.

Adicionalmente, los movimientos migratorios generan presiones adicionales sobre los servicios públicos y pueden exacerbar los riesgos de desastres naturales y cambio climático; por ejemplo, cuando poblaciones se asientan sobre territorios vulnerables a deslizamientos e inundaciones. Por todo ello, es urgente entender y mitigar los efectos que la migración ocasiona en ciertos territorios, para reducirlos y trabajar con dichas comunidades para fortalecer su resiliencia.

 

Incluir la migración en las estrategias climáticas es clave

En ALC, algunos países están avanzando en incorporar el componente de migración en sus estrategias climáticas como en el caso de la Ley marco sobre cambio climático del Perú que hace un llamado a atender la migración forzosa por efectos del climático, y en la Estrategia Nacional de cambio climático de Honduras que propone establecer un marco legal e institucional para las migraciones de origen climático como parte de las estrategias de adaptación.

A fin de garantizar la seguridad alimentaria, será crucial impulsar medidas de adaptación en el sector agrícola para reducir su vulnerabilidad al cambio climático. Asimismo, se requieren más estrategias de adaptación y resiliencia para apoyar a las comunidades vulnerables. Por ejemplo, en el Corredor Seco de Guatemala, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha apoyado una experiencia exitosa para fortalecer la resiliencia climática en comunidades indígenas a través de conocimientos ancestrales que promueven medios de vida. En Brasil, un proyecto apoya a la productividad y la mejora de ingresos de los agricultores pequeños y medianos a través de tecnologías de agricultura baja en carbono, al tiempo que afrontan la deforestación.

Al momento de gestionar tanto el cambio climático como las migraciones, es clave abordar ambos frentes en simultáneo. Por ello, la División de Cambio Climático y Sostenibilidad del BID y la recientemente creada Unidad de Migración trabajarán de la mano a nivel operativo y de conocimiento, reconociendo la relación entre estos dos temas, así como sus efectos para migrantes y comunidades receptoras para, de esta manera, apoyar a los países a manejarlos. Impulsar una gestión integral ahora nos ayudará a prevenir una crisis migratoria y climática en la región en las próximas décadas.

Conoce más sobre el trabajo de la División de Cambio Climático y Sostenibilidad aquí.

Conoce más sobre la Unidad de Migración.

 

Columna publicada originalmente en Blog del BID