Hace tiempo, pero tampoco tanto, en alguna mesa en que se hablaba de las virtudes de la vivienda, alguien decía que habría que decir que en nuestra sociedad y en nuestras ciudades todos querían casas…
Pese a lo que se pudiera pensar, yo fui el único que levantó la voz para decir que no estaba de acuerdo, que la realidad es que la gente no quería más casas, a menos que justo estuviera en situación de necesitar una.
La realidad es que la gente tiene una muy mala opinión del sector inmobiliario en general, porque lo culpa de todos los males que pueda enfrentar su barrio.
No hay caso en que desde el sector inmobiliario se lancen a hablar de las bondades de la vivienda, de lo necesario que puede llegar a ser un centro comercial o de los miles de empleos que genera esta actividad.
La gente cuando se trata de estos temas está sobradamente prejuiciada y jura que cualquier construcción va a afectar su entorno más directo, quitándole el agua, provocando tráfico o atrayendo “indeseables” a sus maravillosos barrios.
Pero ojo, es evidente que en nuestras ciudades siguen y van a seguir haciendo falta inmuebles de todo tipo… Y muy en el fondo de su corazoncito rumbero la gente lo sabe, solo que le da temor el no acabar de entender la forma en que se va desarrollando la transformación de los entornos urbanos, y muy en particular del pedacito en que cada uno vive.
Claro que se trata de que desde el sector inmobiliario se salga a hablar en favor de su labor… Lo malo es que para hacerlo tendría que empezar por señalar las causas del deterioro urbano que tanto miedo le da al ciudadano promedio.
Y eso puede no ser políticamente correcto…
Habría que decir, por ejemplo, que los gobiernos y legislativos locales han fallado en su obligación de conducir la transformación urbana a través de políticas públicas, instrumentos de planeación y regulación urbanos, e inversiones en infraestructura y todo tipo de servicios básicos.
Habría que decir que cuando el agua se acaba no es porque se la chupe un nuevo edificio, sino porque el gobierno no ha hecho su chamba y no le ha dado mantenimiento a la red, ni hecho las inversiones necesarias para asegurar el abasto.
Claro que la gente tendría que entender esta realidad, pero hay que reconocer que la esencia de su negación al cambio está profundamente enraizada en el ADN de la filosofía NIMBY (Not In My Back Yard), que garantiza el irracional rechazo a toda obra que pudiera transformar, así fuera para mejorar, el entorno en que la gente vive.
Lo sensato sería que quienes integran las cadenas productivas del sector inmobiliario se dieran a la labor de volver a entender lo que representa el sector como parte de la transformación de la compleja serie de procesos relacionados con el desarrollo urbano…
Para ahora sí, a partir de la actualización de conceptos, salir a construir Cultura Urbana y que esta sea la base que permita entender el papel que en ello juega el desarrollo inmobiliario.
Porque claro que hacen falta viviendas…
Y centros comerciales y oficinas y parques industriales y todo tipo de activos inmobiliarios.
El punto está en hacer que la sociedad reconozca esta realidad y exija a sus gobiernos y legislativos instrumentos encaminados a que se hagan y se hagan bien, dónde y cómo se necesitan, las viviendas –y demás activos inmobiliarios- que den respuesta a las necesidades y posibilidades de cada segmento de la población.
Resumiendo; es la sociedad la que tiene que reconocer la necesidad de vivienda y exigir soluciones a un problema que indudablemente es uno de los mayores retos de nuestros tiempos.
Ahí están reto y oportunidad del sector inmobiliario, en reconvertir su discurso para llegar a la sociedad con mejores oportunidades de hacer valer sus argumentos.
Porque recordemos, si una ciudad no puede dar respuesta a la demanda de vivienda de todos sus segmentos de población; es una ciudad fallida.
Eso está claro… Habrá que ver si la gente del sector entiende y se pone las pilas para hacerlo y hacerlo bien.