Reactivación no es palabra mágica…
No es tan simple. No se trata solo de oprimir el botón de encendido para reactivar los sectores productivos del país, justo desde el punto en que estaban hace los 100 días que inició en México la emergencia sanitaria.
Habría que empezar por decir que, en aquellos lejanos días, nuestra economía ya llevaba varios meses desacelerándose y resintiendo repetidos ajustes a la baja en los pronósticos de crecimiento, tanto de bancos y agencias calificadoras nacionales y extranjeras, como del mismísimo Banco de México.
No. Las cosas no venían bien y por eso aquellos tiempos no pueden ser tomados como referencia al hablar de los objetivos de una reactivación con que nuestro país se juega mucho.
Si bien con marcadas diferencias, eso es lo qué pasa con el sector inmobiliario, en que cada segmento vive su propia realidad, pero todos bajo el peso de una desaceleración acumulada de la economía, que todo apunta a que se verá agravada como consecuencia de la pandemia.
Y en este contexto los escenarios del sector inmobiliario son diversos. El más estable es el segmento industrial, que implica inversiones de muy largo plazo que no han sufrido afectaciones mayores, lo que contrasta con la dificultad de los momentos que atraviesan hotelería, centros comerciales y oficinas.
La vivienda, pese a los temores originales, ha salido bien librada de los meses de aislamiento social, registrando un ritmo de operaciones muy aceptable, tanto en venta de viviendas, nuevas y usadas, como en generación de créditos hipotecarios.
Es de destacar el esfuerzo y eficiencia de la banca privada y de organismos nacionales como Infonavit y Fovissste, que, con total oportunidad, anunciaron medidas tanto para proteger a sus acreditados, como para mantener activos sus procesos de formalización de crédito, lo que ha sido una bocanada de aire puro para los desarrolladores de vivienda.
Pero el hecho es que el sector vivienda enfrenta dos enormes retos: mantener activas sus líneas de producción y crear condiciones que permitan fortalecer demanda.
Esto va muy ligado a la necesidad de generar confianza tanto en los empresarios de la construcción y sus cadenas productivas, como en el consumidor final, lo que no será fácil en una economía golpeada, que habrá de resentir la pérdida de muchísimos empleos, la caída en ingresos de muchos trabajadores que lograrán mantener el suyo o migrar rápidamente a otro, algunos pasando de la formalidad a la informalidad, y el cambio de capacidad de compra y perfil crediticio de buena parte de lo que conforma la demanda.
Para reactivar la producción de vivienda no basta el banderazo de salida del gobierno federal, ya que aún faltan los criterios de las autoridades locales, de los bancos que fondean la producción y de los empresarios del sector, que piensan en retomar el paso conforme a la pauta que les marque la demanda.
En cuanto a la demanda, el reto mayor será contener los efectos de la pérdida en cantidad y calidad del empleo, lo que pone a bancos y organismos nacionales de vivienda (Infonavit y Fovissste), ante la necesidad de crear productos que incrementen capacidades de compra y faciliten el acceso al financiamiento, sin debilitar con ello la calidad de su originación.
La vivienda, lo ha dicho el presidente, Andrés Manuel López Obrador, debe ser parte fundamental en la reactivación de la economía y la recuperación del empleo, pero ojo, que ello solo será posible en la medida en que la demanda se consolide y se creen condiciones propicias para fortalecer la oferta.