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No soy madre, pero eso no me ha restringido para ponerme en los zapatos de quienes sí lo son. En estos casi tres años de pandemia (sí, casi 3!), si hay algo en lo que la mayoría de las personas han estado de acuerdo es en la necesidad de que niños y jóvenes vuelvan a clases presenciales lo antes posible. De ahí la campaña en redes #PresencialidadYa a la que varios se han sumado desde hace un par de meses por todo lo que representa el sector educativo, los actores que involucra y los efectos negativos e innegables que han dejado las clases online.

Cuando esto empezó en marzo 2020 nadie pensó que iba a durar tanto. Explicarles a los niños no ha sido tarea fácil, y aún menos después de tanto tiempo que no puedan ver a sus amigos y compartir en los recreos. La situación ha sido tan dramática que los expertos aseguran que la próxima pandemia será la de las enfermedades mentales, con altos niveles de ansiedad y estrés. Y es que todos somos testigo de cómo son los “niños, pandemia”, esos penosos, tímidos y temerosos de lo que pasa alrededor, aquellos a los que les ha faltado el roce social del día a día. Como bien dijo Aristóteles, “el hombre es un ser social por naturaleza”.

Por otro lado, y aunque hay mucho que rescatar de la virtualidad y los avances a nivel global que se han dado en esta materia a todo nivel – y en mi caso ha sido realmente provechoso -, lo cierto es que hay estudiantes que dicen que han aprendido poco o nada en comparación con la presencialidad. ¿Cómo aprende uno econometría o química a través de una pantalla en la que, incluso, algunos no prenden sus cámaras? Ir a estudiar no es solo aprender teoría, es todo lo que involucra salir de casa, estar en otro ambiente y compartir con la gente.

La vida va pasando, los médicos y expertos aseguran que esto no acaba pronto y que, por lo menos este año, continuaremos con el COVID-19, así que no hay de otra que enfrentarse a la realidad y adaptarse con todas las medidas que indican. Los padres aseguran que los niños son más juiciosos con el uso del tapabocas y el lavado de manos, ya entendieron que eso hace parte de la vida diaria. Menos mal este semestre ya se ven las universidades y sus calles aledañas llenas de vida, los niños llegando sucios de los colegios y los papás más tranquilos y con más tiempo para sus actividades particulares.

Los cuentos de mi hermana y su cara de felicidad todos los días al verla llegar de la universidad son el mejor reflejo de que todavía el verse cara a cara vale la pena. Indudablemente, es una época interesante que vale la pena vivirla como es. No hay duda de que entre los que se llevan reconocimientos y admiración por su paciencia y esfuerzo, aparte del cuerpo médico, son los papás. No sé como han hecho para trabajar y atender a sus hijos en casa. Chapeau!!