La inclusión en las ciudades de América Latina y El Caribe sigue siendo un tema lleno de controversias debido al crecimiento incontrolado de nuestras urbes por diversas razones entre ellas la migración rural en búsqueda de mejores oportunidades, los profundos desequilibrios socioeconómicos que se muestran en las altas cifras de pobreza, desigualdad, desempleo e inseguridad ciudadana y la ausencia de respuestas que permitan brindar soluciones efectivas que impacten en los nudos críticos que originan estos problemas.
Como espacio colectivo, las ciudades deben brindar oportunidades por igual a todos los ciudadanos en temas sensibles como el transporte público, la recreación, la sostenibilidad, fachadas, servicios públicos, humanización y por ende en la construcción participativa de la misma. Para recuperar la confianza y erigir soluciones creativas e innovadoras, se debe partir de la premisa que asigne a cada uno de sus habitantes, su rol como ciudadano; con la posibilidad de ser escuchadas sus inquietudes, pero a la vez incentivarlo a que participe de las soluciones.
La construcción participativa de nuestras ciudades genera pertenencia y responsabilidades en cada uno de sus habitantes, mas allá de ocupar un espacio físico y representar un número en las estadísticas. Cimentar soluciones parte de un trabajo colaborativo de todos los actores sociales, económicos, políticos y culturales sin discrepancias e intereses ya que los problemas han trascolado todos los espacios y transfigurado las realidades de nuestras ciudades. Por ende, generar la confianza necesaria para comenzar a trabajar como ciudad, requiere un trabajo que involucre sensibilización, compromisos, mejorar percepción, crear cultura ciudadana e igualmente, instituir espacios de participación ciudadana en los que cada habitante comprenda su aportación como actor clave en una ciudad inclusiva y sostenible del siglo XXI.