Una realidad difícil de ocultar en nuestra sociedad

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Miguel Ángel Morffe Peraza
7 septiembre, 2018 - Seguridad y Convivencia

                «Las drogas son las enemigas del futuro y de la esperanza, y cuando luchamos contra ellas luchamos por el futuro». Bob Riley

Las drogas han sido un flagelo que ha afectado a la sociedad mundial desde hace varios siglos, acrecentándose su uso en la medida de que estas sociedades fueron expandiéndose, diversificándose el número de sustancias estupefacientes y valorizándose las mismas, convirtiéndose en un oneroso negocio controlado principalmente por organizaciones criminales.

Nuestros jóvenes son el principal blanco para estas organizaciones delictivas, quienes aprovechan las diversas y disimiles etapas de crisis y problemas familiares que viven muchos adolescentes, para inducirlos a evadir su frágil realidad a través del consumo de sustancias que, sin conocimiento y madurez, los induce a una dependencia que requiere de apoyo psicológico y médica para controlar sus efectos.

 «Si necesitas drogas para disfrutar de la vida es que aún no has encontrado las actividades sanas que te harán disfrutar»

Las ciudades de América Latina y El Caribe, por su crecimiento descontrolado, las diversas fallas estructurales que la identifican como la pobreza y la desigualdad, así como también, las propias contradicciones de una sociedad desinstitucionalizada en la que la figura de la familiar está dislocada, son espacios en los cuales el flagelo de las drogas, favorece la  destrucción del tejido social que representa la juventud, ocasionando en muchos casos, pérdida de hogares y por ende, el debilitamiento de un capital social indispensable para avanzar en nuestro Desarrollo Humano.

Los problemas asociados a la producción, el tráfico y consumo de drogas, afectan la calidad de vida de la población, están vinculados a formas de exclusión social y debilidad institucional, crean mayor inseguridad y violencia, y, por lo tanto, desgastan la gobernabilidad en diferentes niveles de gobierno. Afrontar esta realidad es difícil más cuando América Latina y El Caribe, concentra la mayor porción de producción global de hoja de coca, pasta base de cocaína y clorhidrato de cocaína del mundo.

Muchas de las acciones encaminadas por las autoridades, se enfocan en reprimir el uso de las drogas, acometiendo acciones para erradicar los cultivos y procesos de producción, sin considerar las raíces de un problema que es social, familiar y cultural. Entre los criterios compartidos por los gobiernos destaca también la mayor focalización de la prevención y el tratamiento en grupos de mayor vulnerabilidad social, la gradual municipalización de la prevención, la creación de sistemas integrados de información tanto respecto del consumo como de la producción y el tráfico y una reglamentación que acceda mayor efectividad en el control de la oferta y delitos conexos.

De igual manera, desarrollar programas y/o políticas que permitan reducir el consumo y dependencia de estas sustancias, conlleva a revisar las características de nuestras sociedades, la pérdida de vínculos culturales que han engalanado a la región desde hace siglos y desplegar esfuerzos en procura de encontrar soluciones dentro del seno familiar, escolar y social.