Es momento para dejar de reaccionar al futuro y comenzar a anticiparnos a él, integrándonos con la naturaleza y fortaleciendo sus sistemas con intervenciones humanas que hagan más visibles tanto el territorio como las personas más vulnerables. Foto: Tim Gouw en unsplash
Por Alejandro Echeverri y Pedro Henrique Christo
El aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como la reciente lluvia de 683 mm en 15 horas en São Sebastião, en comparación con los 303 mm de lluvia promedio para todo el mes, es una realidad cada vez más común en medio de la crisis climática, y afecta a los más pobres en un 98 % de los casos según la ONU.
En este contexto sin precedentes, donde ya se han registrado 11 eventos climáticos extremos en Brasil desde 2021, se necesitan soluciones de resiliencia que vayan más allá de sistemas reactivos como alarmas, y que sean capaces de transformar la forma en que desarrollamos nuestras ciudades y entornos habitados, anticipando los impactos del cambio climático y fomentando el compromiso colectivo.
Entre las soluciones innovadoras se encuentran nuevos modelos predictivos que utilizan modelos digitales vivos para simular diferentes escenarios de impacto de las lluvias, siguiendo los caminos del agua en el terreno, como se ha desarrollado junto a la comunidad de la favela del Vidigal, en Río de Janeiro, con una precisión del 95 %.
También son necesarias obras de resiliencia que sean más efectivas y económicas, incorporando este conocimiento en espacios públicos multifuncionales con drenaje, estabilización estructural, soluciones basadas en la naturaleza y políticas exitosas de relocalización habitacional e integración urbana, como el Urbanismo Social en Medellín, Colombia. Hasta ahora, el urbanismo global ha avanzado con intervenciones constructivas que ignoran los sistemas naturales y están basadas en una matriz energética sucia de petróleo, gas y carbón, que juntas han contribuido al cambio climático. Es urgente transformar nuestra forma de urbanizar, para que se convierta en una herramienta climática y en la base estructural de la transformación de nuestro modelo de desarrollo.
En ese sentido la justicia climática significa la integración urbana y la regeneración ambiental para equilibrar el clima, la resiliencia estructural y la inclusión de las personas, para enfrentar de la mejor manera posible los impactos inevitables de los eventos climáticos extremos. A esta estrategia la hemos nombrado Urbanismo Climático. El Urbanismo Climático surge como resultado de la acumulación de experiencias a nivel global, pero principalmente de la evolución del Urbanismo Social en Medellín. Su propuesta ha sido evidenciada en proyectos de transformación urbana, como las Bibliotecas Parque, los proyectos urbanos integrales, y en planes metropolitanos, como el plan Bio 2030 para Medellín, que reflexionan sobre la relevancia central de la relación entre la población, la movilidad, el ambiente y el agua en un valle que cuenta con más de 300 afluentes.
Junto a la experiencia innovadora de acción climática comunitaria del Parque Sitiê y del proyecto RioLab en Vidigal, se enfocan en la integración de nuevas prácticas ambientales y tecnológicas en la experiencia colombiana. Otras experiencias que representan esta estrategia urbana se pueden observar en Holanda, que ha aprendido a lidiar con el exceso de agua y evitar desastres a gran escala mediante complejos sistemas de drenaje y aterramientos, y en Singapur, que es un ejemplo de gestión de la escasez de agua, captando el 96 % del agua de lluvia que cae en su territorio y financiando la conservación de gran parte de la selva tropical de Malasia, de donde provienen sus lluvias.
En Nueva York, se están desarrollando proyectos de resiliencia a gran escala en el sur de la isla de Manhattan y liderazgo comunitario en el área de Red Hook en Brooklyn. Es fundamental implementar soluciones como estas a nivel nacional, con el liderazgo de los ministerios de Ciudades y del Medio Ambiente en colaboración con los gobernadores, alcaldes y la población presente en los territorios.
Es necesario adecuar de manera urgente programas como Minha Casa, Minha Vida, los PACs y proyectos de infraestructura e intervenciones en áreas de riesgo. Así podemos evitar futuros desastres y avanzar decisivamente en la adaptación y mitigación climática de nuestras ciudades y estructuras. Estas acciones son clave para la transición climática que necesitamos implementar en la práctica.
Es momento para dejar de reaccionar al futuro y comenzar a anticiparnos a él, integrándonos con la naturaleza y fortaleciendo sus sistemas con intervenciones humanas que hagan más visibles tanto el territorio como las personas más vulnerables. Se debe demostrar que, especialmente en el Sur Global, el Urbanismo Climático debe estar centrado en unir la justicia social y la acción climática.
- Publicado originalmente en Folha de Sao Paulo el domingo 19 de marzo de 2023