Van der Hammen: un debate sin reservas en Bogotá

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LA Network
3 diciembre, 2016 - Ecología Urbana

LA Network ofrece un resumen de lo que ha sucedido en torno a la reserva forestal van der Hammen, en Bogotá, en los últimos 18 años. En un adelanto a la conversación que mañana presentaremos  en este medio con Enrique Peñalosa, el hoy alcalde considera que la gente requiere informarse mejor sobre su propuesta y que serán las autoridades ambientales las que tomen una decisión final. Mientras tanto, los expertos en medio ambiente sostienen que la visión de Peñalosa es equivocada y riesgosa para la biodiversidad bogotana.

Los críticos de Peñalosa también le han reclamado por sus aseveraciones de que no hay estudios que demuestren la existencia de recursos hídricos bajo esos terrenos.
Los críticos de Peñalosa también le han reclamado por sus aseveraciones de que no hay estudios que demuestren la existencia de recursos hídricos bajo esos terrenos.

Como si presenciaran una partida de ajedrez con resultado incierto, los bogotanos se han visto obligados en las últimas dos décadas a centrar la mirada en el futuro de la deteriorada reserva forestal regional que lleva por nombre Thomas van der Hammen, en homenaje al geólogo colombo-neerlandés que se aplicó a documentar la importancia ambiental de este territorio de 1.395 hectáreas, localizado en el norte de la capital colombiana.

En medio de la pesadumbre urbana que genera en Bogotá una movilidad caótica, un aire irrespirable, una inseguridad a luz de día y los fenómenos profundos de  desigualdad, la actual administración distrital reveló que su propósito es urbanizar el 92% de esos terrenos, a los que el actual alcalde Enrique Peñalosa les ha dado el calificativo de “unos potreros con vacas” que pertenecen a “privados”.

“La reserva actual de 1.400 hectáreas, mantiene 700 hectáreas en terrenos privados sin acceso al público y sin árboles en cultivos comerciales”, sostiene el alcalde. Su idea es que el complejo de edificaciones y el circuito de parques que allí se construyan permitiría el asentamiento de 1.5 millones de personas a lo largo de las próximas cuatro décadas. Como contrapartida ofrece un proyecto de áreas verdes en otros lugares de la ciudad y un sendero ecológico en los cerros circundantes.

De aquí y de allá le han vuelto a llover críticas, como aconteció durante su primer mandato, en el periodo 1998-2000, cuando por primera vez dio a conocer la intención de hacer allí “urbanización bien hecha”, argumentando que, de  impedírselo, la ciudad se vería enfrentada a un grave costo ambiental.

La respuesta del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible en el año 2000 no se hizo esperar, al declarar los terrenos “área de protección ambiental de la Sabana de Bogotá”, con base en estudios de biólogos, ambientalistas, urbanistas, arquitectos y expertos en población, quienes resumen en los siguientes aspectos la importancia de la reserva:

  1. Mejora la calidad del aire en la capital.
  2. Defiende y promueve la diversidad de especies.
  3. Garantiza la conectividad ambiental de los ecosistemas comprendidos entre los cerros orientales y el Río Bogotá.
  4. Conserva los acuíferos subterráneos.
  5. Contribuye a la mitigación del cambio climático.
  6. Es un patrimonio ecológico, histórico y cultural de Bogotá.
  7. Cuenta con características únicas que no existen en ninguna otra área del Distrito Capital.

Inconforme con la determinación del Ministerio –que de paso también le daba la razón a la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR)–, el alcalde Peñalosa apeló ante el Consejo de Estado, que falló en su contra en el año 2006.

La prohibición de cualquier tipo de construcción en predios de la reserva fue ratificada en octubre de 2014, al ser aprobado el plan de manejo ambiental, que, entre otros aspectos, frenó la expansión de más cultivos de flores y prohibió construir “nuevas vías, como los anteriores proyectos de la ALO o la Boyacá, que atravesaban esta zona y afectaban los humedales Guaymaral- Conejera”.

Y, en julio de 2015, la Empresa de Acueducto de Bogotá y la Secretaría de Ambiente declararon el suelo “de utilidad pública”, permitiéndosele al Distrito hacer oferta de compra de terrenos o la expropiación en caso de ser necesaria. El Acueducto también tomó precauciones para garantizar la conectividad hídrica con la quebrada La Salitrosa y el Humedal La Conejera.

Paradoja

La pretensión del alcalde Peñalosa es diametralmente contraria a la utilización pública acordada para la reserva, y lo es más cuando en el segundo semestre de 2015 (a menos de medio año de retornar Peñalosa a la alcaldía), un ente técnico como la Secretaría de Planeación del Distrito (SPD) había anunciado el inicio de la construcción en la reserva Thomas Van Der Hammen del “Bosque Urbano más grande de América Latina y cuatro veces más grande que el Central Park de Nueva York”, con el acompañamiento de “expertos internacionales en el diseño, construcción, financiamiento y administración de reservas forestales en el mundo”, quienes ayudarían “a planear su futuro”.

Asimismo se reveló que las secretarías de Planeación y de Ambiente tenían comprometidos aproximadamente 33 millones de dólares “para su consolidación”.

El concepto técnico de la SPD reiteró en aquél entonces que “cuando se declaró la Reserva Forestal, quedó prohibido el desarrollo de infraestructura para vivienda, lo cual protege el área de la Reserva de ser transformada hacia un espacio lleno de cemento y le dio la oportunidad a la ciudad de adaptarse al cambio climático, de proteger una de las zonas más importantes para la recarga del acuífero de Bogotá y uno de los sectores de mayor valor para proteger los ecosistemas de humedal y recuperar la conectividad entre los Cerros Orientales y el Río Bogotá”.

Dicho proyecto de bosque urbano autorizaba que, en la medida en que el Distrito fuese adquiriendo los predios, se adelantaría la restauración del suelo mediante coberturas vegetales con especies nativas “que permita conformar nuevamente los ecosistemas perdidos en los procesos de crecimiento urbanos”.

“Las primeras especies en sembrarse –dijo la SPD– serán aquellas que necesitan de toda la capacidad lumínica para crecer y luego se enriquecerá el bosque con especies que requieren un poco de sombra para crecer y que son las que dominan los bosques maduros”.

Evitar el mate

Con los anuncios de Peñalosa, la ciudadanía comenzó a mover sus fichas porque, en ellos, advierte la notificación de que el ambiente natural de este bosque urbano está en inminencia de jaque. Y, a toda costa, se quiere evitar el mate.

Una de las voces más críticas de la eventual urbanización de la reserva es el ex ministro de Ambiente Manuel Rodríguez, y quien es partidario de la propuesta de siembra de plantas nativas como alternativa a la deforestación padecida por la Sabana de Bogotá en los últimos sesenta años, y como posibilidad para recuperar la flora y la fauna propias de la reserva, desplazada por la propagación de plantas exóticas como los pinos.

Además de considerar como un irrespeto el calificativo de “potreros”, Rodríguez afirma que cualquier proyecto de vivienda “acabaría con le reserva”.

Los críticos de Peñalosa también le han reclamado por sus aseveraciones de que no hay estudios que demuestren la existencia de recursos hídricos bajo esos terrenos.

Estas declaraciones llevaron al académico Luis Gonzalo Andrade, miembro del equipo científico que posibilitó la declaratoria de los terrenos como reserva ambiental, a considerar como “mentira” y “completa falsedad” lo dicho por Peñalosa.

Andrade se apoya en las investigaciones realizadas en el año 2000 por el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia, coordinadas por el científico Sergio Gaviria, quien, a propósito de esta polémica, ha dicho que la reserva tiene suelos ricos en materia orgánica y en productos minerales derivados de cenizas volcánicas que trajeron los vientos en las erupciones pasadas de la Cordillera Central. “Por lo tanto –advierte–, son suelos productivos y están considerados de los mejores del país”.

Otros hallazgos de sus investigaciones reafirman la provisión de agua de la reserva a los humedales y al río Bogotá.

En definitiva, para el profesor Gaviria, “sepultar este geo ecosistema extraordinario con urbanizaciones es un error que no debe cometer la ciudad” porque “se perdería una de las joyas ambientales más valiosas de la región”.

En redes sociales tampoco le ha ido bien al alcalde Peñalosa. Entre los miles de escritos, el de Daniel Mondragón (Institute of Arts Management at the Kennedy Center) dice que “si los Bogotanos dejamos que Peñalosa destruya la Reserva y con ello mate de paso al Humedal de La Conejera por secar las corrientes subterráneas que lo alimentan, tendremos que vivir en la vergüenza frente a las nuevas generaciones que solo oirán historias acerca del potencial ecológico que alguna vez tuvimos pero al que Peñalosa le echó cemento encima…. les tocará ver los colibríes en los libros…”

Por su parte, Juan Carlos Otálora Castellanos (Pontificia Universidad Javeriana), opina que “los recursos naturales son más importantes que el cemento. Estos proyectos urbanísticos les llenan el bolsillo a pocos a cambio de un daño enorme para todos los bogotanos. Hoy Colombia atraviesa una sequía sin precedentes, incendios forestales, etc. Increíble que pretendan seguir agrediendo y acabando recursos tan importantes! Sentido común por favor, que prime el bien general al beneficio particular!”

Entre tanto, el ciudadano del común se mantiene expectante, como si presenciara una partida de ajedrez con resultado incierto.