Este colombiano es actualmente Director para América Latina y el Caribe de ONU Hábitat, organización que tiene una tarea clave por este tiempo: que la ciudadanía se apropie de la Nueva Agenda Urbana aprobada en 2016, la discuta y que también los gobiernos identifiquen las bondades que tiene ella en la generación de riqueza y bienestar, si se apela a la planificación de largo plazo y a una mirada más integral de la ciudad. Dialogamos con Velásquez justamente sobre los detalles e impacto de esta Agenda.
¿Qué es en términos muy simples la Nueva Agenda Urbana?
La Nueva Agenda Urbana es un conjunto de buenas orientaciones sobre cómo construir buenas ciudades, así de simple. Eso sí, sobre todo con una perspectiva de desarrollo humano, de desarrollo económico y de desarrollo social equilibrado, en resumen, desarrollo sostenible. Y la Nueva Agenda Urbana recurre a los elementos básicos del urbanismo en lo que significa diseñar una buena ciudad, pero también hace énfasis en la necesidad de que esos diseños, esas estructuraciones de barrios, de ciudad, sean financieramente viables y convenientes, es decir, que en lo posible se puedan pagar por sí mismas, lo que es técnicamente posible. Adicionalmente, hay un tercer pilar: el sistema regulatorio debe hacer posible y soportar la buena urbanización, acorde con la normatividad de cada país. Porque también lo que se ve en muchos lugares es que hay muy buenas ideas de diseño urbanístico, e incluso puede haber buenos diseños financieros, pero los actores te dicen “es que legalmente no es posible”. Por ello la Nueva Agenda Urbana también propende por una nueva legislación urbana que facilite la tarea.
Hay un elemento clave de la Nueva Agenda que la sociedad civil reconoció y es el derecho a la ciudad, ¿en qué consiste?
El derecho a la ciudad fue la reivindicación de los países latinoamericanos. El derecho a la ciudad tiene que ver con que la urbe haga posible el que todos y todas podamos acceder y beneficiarnos de los bienes y las oportunidades que brinda la ciudad. En América Latina hablamos mucho de esto, sin embargo aún falta mucho por hacer para volverlo realidad. Estamos en el continente más desigual, tenemos las ciudades más desiguales del planeta en términos generales, lo cual no nos hace sentirnos orgullosos. Por ello, reivindicar el derecho a la ciudad tiene que ver con que no se quede nadie atrás y que todos los que vivimos en la ciudad podamos acceder de manera equitativa a las oportunidades y a los servicios que ésta ofrece.
¿Y es factible ejercer el derecho a la ciudad cuando muchísimos de nosotros los ciudadanos no conocemos la ciudad y no tenemos sentido por lo público, entendido lo público como lo colectivo?
Claro que es factible y hay que construirlo. Y para construirlo en el mediano y largo plazo, requerimos partir de concebir la ciudad como un bien público En América Latina tenemos una gran oportunidad, pero tenemos que tener claras algunas premisas y una de ellas es que los proyectos de desarrollo de ciudad, en un continente que está urbanizado en un 80%, tienen que ser principalmente dentro de la ciudad ya construida. Hay que tratar de recuperar y optimizar lo que existe, los barrios que existen. Estamos planteando que es posible construir el derecho a la ciudad como marco orientador de una campaña de redesarrollo urbano que se sustente en los tres pilares que mencionaba: revisitar el diseño urbano y el diseño de los espacios públicos, las estructuraciones financieras de esas intervenciones y el soporte legal. Además, y como elemento crucial, el redesarrollo de la ciudad debe reconocer los niveles de apropiación de los barrios por parte de los ciudadanos. La verdad sea dicha, ese nivel de apropiación no es muy alto. Lo que estamos viendo en América Latina es una proliferación de barrios cerrados o condominios, que riñe con ese propósito de apropiación.
¿Cómo lograr entonces que la ciudadanía se empodere de la Nueva Agenda Urbana?
Con la mano en el corazón, uno de los grandes temas de discusión durante la construcción de la Nueva Agenda Urbana fue precisamente ese: ¿Cómo lograr más participación de la sociedad civil?, ¿cómo lograr más participación de los gobiernos locales en su construcción? Se trató de un debate muy importante y percibo que desde la perspectiva de la sociedad civil y de los gobiernos locales todavía queda muchísimo por hacer. Es muy importante que esa Nueva Agenda Urbana se convierta de verdad en un bien público del que se apropien tirios y troyanos, que se lo apropien todos. Eso implica campañas de pedagogía, de conexión, de articulación con la sociedad civil. Nosotros en los organismos internacionales podemos estar “muy arriba” en esta cadena y por ello necesitamos trabajar muchísimo con las instancias nacionales públicas, con los gobiernos locales e invitarlos y apoyarles para que involucren cada vez más a la sociedad civil en este proceso. Qué bueno poder identificar todavía más grupos de ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil interesadas en la implementación de la Nueva Agenda Urbana. Plataformas como la que ustedes representan pueden ayudar muchísimo. Se necesita mucho apoyo tanto de los medios de comunicación tradicionales como de los nuevos, para que esa Nueva Agenda Urbana pase más rápidamente de los principios a las acciones. Si no se traduce en acciones concretas no va a transformar la realidad latinoamericana y no vamos a aprovechar todo su potencial.
Hay un tema problemático en lo urbano y es el precio de suelo. Hay oferta, demanda, especulación y en muchos casos quienes gobiernan están muy supeditados a esa dinámica, ¿cómo equilibrar las decisiones políticas que se toman para que efectivamente no estén subordinadas al mercado sino a la ciudad y a su gente?
En lugar de ir contra el mercado de suelo, que presenta fallas, es importante analizar la forma en que se pueden introducir reglas que permitan al mercado cumplir con los objetivos de sostenibilidad financiera y al mismo tiempo cumplir con objetivos sociales que buscamos. En algunas constituciones políticas en la región se ha introducido el concepto de interés social de la propiedad. Eso también se aplica al suelo y se materializa a través de la distribución de cargas y beneficios cuando hay aprovechamiento del suelo. Cuando esto no existe, muchos sí saben utilizar las reglas del mercado de suelo exclusivamente en función de los objetivos individuales que están buscando. En ello nos llevan ventaja. En ONU-Hábitat hemos comenzado a notar que en América Latina, existen ya algunos actores del sector privado que han entendido que una visión de rentabilidad segura y de mediano y largo plazo en una inversión está muy relacionada con la rentabilidad social de los proyectos en las áreas de intervención. Es prometedor en medio de tanto rentismo de corto plazo. Algunos proyectos privados están articulando mejor con la entidad reguladora y promoviendo criterios como mezcla de usos del suelo, buenos espacios públicos, buenas vías y buena conectividad, oferta residencial diferenciada para estratos más altos y para estratos más bajos, facilitando la mezcla social en un mismo barrio. Esa mezcla de usos y actividades económicas, así como la creación de condiciones de diversidad socio-económica en un barrio están en la base de la promoción de la innovación. Esa es la mezcla que permite el intercambio creativo. La diversidad promovida por los proyectos de desarrollo y redesarrollo urbano mencionados, también debe esperar algunos conflictos entre vecinos de diferentes visiones sociales. Pero es esta diversidad la que precisamente es condición necesaria para generar reglas de convivencia. Estos sectores que menciono no están eximiendo a sus proyectos de esa diversidad por la vía de un buen uso de los criterios del urbanismo. Y eso está llegando al mercado. Es incipiente, pero muy prometedor.
¿Y por qué cree usted que algunos privados lo están haciendo?
Lo que observamos es que se trata de grupos privados que están en diferentes sectores y no solamente en el de vivienda. La mayoría de los actores promotores del sector vivienda y dedicados exclusivamente a proyectos de vivienda, suelen construir su rentabilidad o su relación riesgo-retorno de sus proyectos, a través de la “optimización” en materiales de construcción, en espacio público y en precio del suelo. Esa forma de concebir proyectos con cierre financiero de corto plazo y optimizaciones al límite generalmente resulta en barrios construidos lo más lejos posible del centro de las ciudades, con pocos espacios públicos y con homogeneidad en la oferta residencial y esto sin mencionar deficiencias estéticas. En realidad no se está pensando en construir ciudad, sino que se está pensando en construir un producto, entregarlo rápidamente y ahí estuvo la rentabilidad. Adicionalmente cabe preguntarse si los incentivos de política pública de vivienda están por un lado ayudando a reducir el déficit cuantitativo de vivienda, pero tal vez viendo cómo se genera un déficit de ciudad…Tema importante para analizar!
Respecto a lo anterior insistimos en que el énfasis debe estar en construir ciudad, ese artefacto humano maravilloso que si se diseña bien genera riqueza de ahí en adelante y durante toda la vida. Cuando vemos barrios bien trazados, vemos que la dinámica económica lo que ha hecho en estos barrios es avanzar, crecer.
¿Ustedes sienten entonces que este concepto lo está entendiendo más el sector privado que los propios gobernantes, que son los tomadores de decisión?
Yo no diría lo mismo, pero vale la pena hacer una reflexión. Aquí hay un punto importante: la planificación urbana, el diseño urbano es más que un asunto de construir planos. El buen diseño urbano es la forma de construir riqueza en la ciudad, pero esto es cierto en la medida en que sea sustentado por un Project Finance. La estructuración de proyectos (urbanístico, financiero, legal) debería ser de tal nivel que permita dimensionar y viabilizar las inversiones del presente que permiten efectivamente construir la rentabilidad del proyecto de desarrollo urbano. Rentabilidad que debe ser para el sector privado y para el sector público. .
¿Quienes gobiernan deben entender entonces que el modelo de ciudad que propone la Nueva Agenda Urbana es rentable social y financieramente?
¡Exactamente! Nos hemos dado cuenta que hay que ayudar a los que planean la ciudad a internalizar los financieros apropiados para la buena estructuración de proyectos de desarrollo urbano y captando las plusvalías y economías de aglomeración que se generan a partir de la buena urbanización. Un buen proyecto de ciudad le va a generar riqueza a la ciudad y esa riqueza hay que repartirla entre el sector público y el sector privado. Para los inversionistas de nueva generación necesitamos ser mejores en desarrollar modelos que demuestren cómo se monetiza, cómo genera riqueza en el proceso. También es necesario construir más evidencia y medir los costos ocultos en la urbanización mal hecha con perspectiva rentista de corto plazo. Esto último ha generado grandes problemas en la ciudad latinoamericana que se ha tornado una ciudad compartimentalizada, segregada e ineficiente. Todos terminamos pagando las externalidades negativas que resultan de la mala urbanización. Con todo esto en mente, para mí uno de los puntos más importantes es establecer una nueva conversación con los ministros de Finanzas, los secretarios de Hacienda, para que sean ellos los que orienten la acción con una nueva perspectiva económica. Sabemos que en los gobiernos en América Latina el ministro de Finanzas y el secretario de Hacienda en últimas son los que tienen la última palabra en política pública financieramente hablando. Otro aspecto importante para posicionar esta forma de construir ciudad es conectar con la narrativa política y la narrativa del desarrollo. Un objetivo colectivo a nivel de los liderazgos regionales debe ser poner la agenda del desarrollo urbano en el centro de las agendas del desarrollo y del crecimiento económico en América Latina y el Caribe. Hay un ejemplo que me llamó mucho la atención: Guatemala. Allí comenzaron la Agenda Urbana de Guatemala y dicen “esta agenda es el pilar de la agenda de desarrollo del país”. Esto es una buena noticia: ya hay gente que lo está haciendo sin esperar a que alguien llegue de afuera y te lo diga. Los gobiernos están en la posibilidad de tomar la decisión, y para ello tal vez hay que desproveerse de una gran cantidad de prejuicios sobre lo que significa la ciudad. Si promovemos la política urbana no vamos en contra de las políticas rurales, como a veces se plantea, ese es un mensaje muy importante para nuestros países. Para nosotros ese es un gran reto.
¿Y cómo lograr que quienes gobiernen respeten el largo plazo en la planificación de la ciudad, como garantía para esta rentabilidad?
Ahí tenemos es una tarea de sensibilización, de promoción de buenas prácticas, de mostrar qué pasa si se hace mal, qué pasa si se hace bien. Vuelvo a una de tus preguntas que es muy importante: ¿por qué no ha ocurrido, si supuestamente en la teoría es tan fácil? No ha ocurrido porque ha primado la rentabilidad de corto plazo en los proyectos de crecimiento de ciudad. Los proyectos de crecimiento de ciudad se volvieron proyectos de infraestructura, proyectos de vivienda, proyectos de un distrito comercial, de un distrito industrial, pero no proyectos de ciudad. El nuevo modelo necesita una mirada de largo plazo. Hay que observar a los que lo han hecho bien, por ejemplo los que diseñaron el ensanche de Barcelona o el plano de Manhattan y propusieron la trama de la ciudad, el tejido urbano, sin que todavía hubiera una casa, simplemente regularon y orientaron a los propietarios en lo que debían hacer para desarrollar sus lotes en medio de una racionalidad colectiva. Hoy es más complejo, lo reconocemos, pero no cambia el objetivo, no cambia la tarea que hay que hacer ahora aplicada al redesarrollo urbano.