Así es la ciudad inteligente en Latinoamérica

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Las tecnologías no solo sirven para el bienestar individual, pueden cambiar las ciudades y contribuir a su sostenibilidad.

Santiago de Chile

El historiador y escritor israelí, Yuval Noah Harari, en el epílogo de su obra Sapiens: de animales a dioses, en la que hace un recorrido por los avances de la humanidad a nivel conceptual y tecnológico, se preguntaba casi a modo de reclamo y de estimulación de la conciencia, “¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren?”.

Y se refería, como no, al papel de humano en el estado actual del planeta con su grandes contradicciones y por supuesto, grandes posibilidades de alcanzar el bienestar de la mayoría de sus habitantes.

Esas contradicciones, riqueza – pobreza; agua – sequía; equidad – inequidad; inclusión – exclusión; etcétera, se reflejan con mayor claridad en las ciudades, escenarios de la actualidad humana por excelencia: según la ONU el 54,6 % de la población mundial, unos 3.600 millones de personas viven en ciudades y para el año 2050 esa cifra ascenderá al 70%, es decir unos 7.000 millones de ciudadanos urbanos.

Es así que en las próximas décadas el reto de los países,  ciudades y los ciudadanos “es la planificación, administración y gobernanza de las ciudades de forma sostenible, maximizando las oportunidades económicas y minimizando los daños medioambientales”, según indica el Banco Interamericano de Desarrollo.

Y con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ha llegado la hora de usar esas herramientas en favor de esos territorios, de definir qué se quiere hacer con esas tecnologías respecto a mejorar con ellas la calidad de vida de los ciudadanos urbanos.

Por ello, ha surgido el concepto de ciudades inteligentes o smart cities, definidas por el BID como: “Una Ciudad Inteligente y sostenible es una ciudad innovadora que utiliza las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y otros medios para mejorar la toma de decisiones, la eficiencia de las operaciones, la prestación de los servicios urbanos y su competitividad. Al mismo tiempo, procura satisfacer las necesidades de las generaciones actuales y futuras”.

¿Y cómo es entonces una ciudad inteligente? Un ejemplo práctico del uso de las tecnologías es un centro de control de tránsito como el de la ciudad de Medellín en Colombia. Con base en un conjunto de tecnologías incluido un circuito de cámaras, los operadores pueden monitorear las vías y determinar en cuáles de ellas habrá casi con total seguridad, incidentes de tránsito.

De esta manera se pueden destinar los recursos de agentes y/o unidades médicas para cubrir el sector en el que se ‘predice’ el hecho. A su vez, estos datos pueden integrarse al sistema de salud para que clínicas y hospitales  estén alertas en determinadas horas del día. De igual modo, esa información puede ser usada por los epidemiólogos de la ciudad en la generación de políticas de prevención.

“Las Ciudades Inteligentes usan conectividad, sensores distribuidos en el ambiente y sistemas computarizados de gestión inteligente para solucionar problemas inmediatos, organizar escenarios urbanos complejos y crear respuestas innovadoras para atender las necesidades de sus ciudadanos”, dice el BID en ‘La ruta hacia las Smart Cities: Migrando de una gestión tradicional a la ciudad inteligente’’, documento guía para las ciudades que quieren hacer esta transformación.

En ese sentido una ciudad inteligente:

  • Genera integración: la información se convierte en insumo para la administración pública que será usada para decidir qué se hace y cuántos recursos requerirá.
  • Mejor atención al ciudadano: servicios más eficientes, reputación positiva de las instituciones públicas, ciudadanos satisfechos.
  • La información generada por las tecnologías permite mayor eficiencia en las inversiones de la ciudad. También se pueden estandarizar procesos en busca de esa eficiencia.
  • Si es medible es susceptible de mejora. Una ciudad inteligente produce indicadores para medir, comparar y mejorar políticas públicas.
  • Gobernanza: la sociedad civil organizada participa más en la toma de decisiones, a hacer veeduría ciudadana en diferentes aspectos de la administración pública y proponer soluciones.

Por otra parte, las ciudades latinoamericanas que buscan transitar el camino a ser inteligentes cuentan con el apoyo del programa del BID, denominado ICES (Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles), que ayuda a afrontar retos a las ciudades entre 100 mil y 2 millones de habitantes. El programa en uno de sus ejes busca mejorar el entendimiento en las ciudades sobre el uso de la tecnología y de esta manera aprovechar mejor su entendimiento ya que en estudios de ICES, 60 ciudades de la región tienen déficit en este sentido.

Pero en todo este proceso, obviamente los ciudadanos tiene un papel preponderante ya que al beneficiarse de las distintas tecnologías, están llamados a participar de estas iniciativas, recibir información y brindarla, “contribuir en la gestión urbana”, indica el BID pues las ciudades Latinoamericanas, debido a su crecimiento sin planificación y sus falencias, requieren esfuerzos mayores en el mejoramiento de su calidad de vida y el papel de los ciudadanos es esencial.

Uno de esos aspectos que pueden exigir los ciudadanos es el open data, es decir que la información de los sistemas públicos sea de libre acceso y pueda ser usada de distintas maneras, entre ellas para desarrollar emprendimientos y generar sostenibilidad económica e incluso para generar propuestas de políticas públicas.

Y como expresó Enrique Iglesias, ex Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo hasta 2005, “No es suficiente con tener ciudades inteligentes. También hace falta tener ciudadanos inteligentes”.