Mi cuñada regresó molesta porque fue al baño a cambiar al niño y el lavamanos apenas le estornudó una salpicadita de agua, con la cual no consiguió una limpieza satisfactoria. Tras escuchar la queja, uno de los profesores con los que nos encontrábamos le explicó: ahora es así en todos los centros comerciales, es una cuestión de “hipocresía ambiental”. Yo había salido con ellos para gorrearles el almuerzo, así que fui el único que no parecía familiarizado con el término usado por el viejo maestro.
La hipocresía ambiental es un esquema de acción mediante el cual, instituciones gubernamentales o empresas privadas, alimentan sus arcas a expensas de una disculpa de aparente compromiso ecológico o ambientalista.
Argumentó el señor: el ejemplo más reciente ha sido el cobro de las bolsas plásticas en los supermercados, en donde el ciudadano resulta cargado con un sobrecosto, supuestamente creado para frenar un poco el negocio de la industria del plástico y su efecto contaminante.
Así mismo pasó con la medida del pico y placa, siguió él, que en últimas incrementó el lote automotriz de la ciudad para satisfacción de los concesionarios e importadores; pero en detrimento de la calidad del aire que respiramos. La famosa e inevitable revisión técnico-mecánica cumplió con la misma finalidad: un negociado político en la asignación de licencias para el funcionamiento de los CDA.
Y no es solo con las emisiones de gases o los materiales derivados del petróleo. Hay que ver cómo la preocupación por la deforestación ha llevado a que las entidades financieras y las empresas de servicios públicos reduzcan el tamaño de sus facturas o el uso de papel en recibos bancarios, eso sí, no conocen moderación en el tiraje de vistosos brochures, sobres y publicidad con los cuales nos procuran enganchar a su portafolio de oportunidades y promociones.
A nivel de urbanismo y prevención de desastres igualmente se ha fortalecido es el negocio de avalar licencias y curadurías, concluyó quejándose enfurecido. Los padres de nuestra patria no emiten una ley si no le han inventado una trampa primero, pero a nosotros si nos toca bañarnos como gatos para que ellos puedan seguirle vendiendo el agua y los demás recursos del país a las multinacionales de megaminería y embotelladoras de gaseosas.
Mafias en la recolección de basuras y el reciclaje, zares de la chatarra, corrupción es el pan de cada día. Que no te puedas lavar las manos antes de almorzar es simplemente el retrato de lo que sucede con el país, literalmente nos tienen comiendo mierda.
Por Diego Argüelles Parra