Un territorio de cerca de 12.000 km2 que contiene ambientes que van desde páramos hasta costas, se piensa en clave de sostenibilidad.
“A los antioqueños se les olvida que son un departamento costero”, afirma con contundencia Vanessa Paredes Zúñiga, directora de la Corporación para el Desarrollo Sostenible de Urabá, Corpourabá, la autoridad ambiental de esta región biodiversa.
Hace alusión a los 514 kilómetros de costa del departamento en el mar Caribe, solo superado por La Guajira y que, por su ubicación geoestratégica, hacen de Urabá un territorio con un potencial incalculable en términos marítimos y portuarios. Sin embargo, este territorio es más. “Abarcamos desde páramos hasta esas costas”, explica Paredes Zúñiga solo para dar una pincelada de lo que es esta brillante esmeralda asentada en la esquina noroccidental de Colombia y que conecta al país con Centroamérica.
Pero esa rica biodiversidad incluye nada menos que más de 500.000 habitantes que explotan el territorio desde su potencial natural: tan solo en banano están sembradas 36.000 hectáreas que mantienen un aparato productivo que genera más de 100.000 empleos entre directos e indirectos.
Esa interacción y otras plantean múltiples desafíos para la región que hoy mira hacia el futuro con el objetivo de hallar un punto de equilibrio entre la conservación de su riqueza natural y el desarrollo económico para sus habitantes.
¿Cuáles son esos retos? Paredes los resume en tres puntos esenciales. Primero, recordar permanentemente a todos los actores y habitantes esa característica esencial costera, lo que permitirá un permanente ejercicio de reflexión y decisiones sobre él.
En segundo lugar, “armonizar esa gran biodiversidad del territorio, todos los ecosistemas estratégicos con los proyectos de desarrollo de manera sustentable” y en tercer lugar, incentivar los procesos de gobernabilidad en todos los asuntos que trata Corpourabá como entidad encargada de vigilar, controlar y aportar en la planificación del territorio.
Como es evidente, las comunidades y personas de la región que incluye cerca de 20 resguardos indígenas y una cada vez más creciente mezcla entre lo urbano y el predominante rural; son clave en la búsqueda de la sostenibilidad del territorio.
Precisamente, al abordar el componente humano en la región, surge la inquietud por la participación de las comunidades y organizaciones civiles que son tan relevantes en el territorio, en esos procesos de gobernanza y gestión del territorio.
Frente a ello, la directora de Corpourabá, señala que “trabajamos de la mano con las comunidades y por mejorar las condiciones sociales y ambientales de los territorios. Esa es la apuesta, trabajamos con la base social pues allí empieza la protección”.
Recalcó que se trata de ser incluyentes, más allá de los procesos resultantes de los Acuerdos de Paz y de esta manera cerrar las brechas sociales en lo que ella denomina “el quehacer ambiental”.
Una de esas estrategias para el cierre de brechas, es la compensación por servicios ambientales que ha tomado un importante impulso en el país y por la cual entidades públicas o privadas suministran recursos económicos para pagar a los habitantes de las regiones naturales a conservar para que las protejan con prácticas responsables (ver Banco2, estrategia de compensación para proteger Urabá).
Todo lo anterior, en un territorio que contiene en su interior tres parques naturales nacionales (Los Katíos, Las Orquídeas y Paramillo) con una extensión de 564.000 hectáreas) está enmarcado en un trabajo permanente de Corpourabá para buscar la declaratoria de zonas protegidas.
“Corpourabá tiene unas metas ambiciosas en el Plan Nacional de Desarrollo y en su Plan de Acción Institucional para la declaratoria de nuevas zonas protegidas”, aseguró Paredes Zúñiga.
Agregó que los puntos más destacados de esta ambición están en la Serranía de Abibe y los Humedales del río León que comprenden un área de 140.000 hectáreas. A ellas se agregan otras áreas como algunos bosques secos de la zona norte, San Pedro de Urabá, San Juan de Urabá y Necoclí.
Y es que pensando en clave sostenibilidad, la protección de la Serranía de Abibe resulta estratégica para la región pues allí nacen, explica Paredes Zúñiga, 23 ríos principales más sus afluentes y además de ellos se recargan los acuíferos subterráneos de gran parte del territorio. “Esa protección está claramente incluida en los planes de los municipios”, advirtió.
A su vez, la Directora rescató que a diferencia de otras épocas y a pesar de algunas voces que reiteran la debilidad institucional en el aspecto ambiental y otros de la gestión pública, en estos momentos “sí hay una articulación interinstitucional y no solo de las corporaciones ambientales sino del todo el Sistema Nacional integrado por el Ministerio del Medio Ambiente, las corporaciones y los institutos. “Creo que las entidades estamos caminando en la misma línea”.
La línea costera, un tema crítico
Desde hace varios años se tomó conciencia del impacto de la erosión en la línea costera de Urabá. Este fenómeno originado por causas tanto antrópicas (por la influencia de las actividades humanas) como de manera natural, afecta el litoral en algunas partes comiéndose desde unos pocos metros hasta más de un kilómetro en otras zonas.
Sobre este aspecto crítico, la directora de Corpourabá explicó que hay dos aspectos relevantes a tener en cuenta. El primero según la experta es destacar que actualmente existe una articulación interinstitucional del nivel nacional, departamental y local que les está permitiendo tomar decisiones integrales respecto al tema.
“Lo que no podemos hacer es lo que pasó antes y era que se tomaban decisiones aisladas al respecto”, puntualizó.
El segundo aspecto clave para la reducción y control de la erosión visto desde la perspectiva de la sostenibilidad es la generación de conocimiento, asegura la líder de la autoridad ambiental urabaense. Explica que ese conocimiento se ha generado, como es su obligación, tanto desde la Corporación a su cargo como de los aliados académicos “que más conocen del tema”, como los son la Universidad Nacional y Eafit, quienes en conjunto y con base en los resultados de sus estudios, orientan las inversiones públicas en este sentido.
¿Y el impacto del desarrollo económico?
Urabá es sin duda una despensa agrícola con énfasis en la explotación bananera pero que ahora expande su portafolio a ganadería, palma, piña y hasta cacao.
A ello se suma el potencial portuario asociado a la exportación de banano y ahora con la construcción de varios puertos y de una mejor infraestructura vial, a otros tipos de exportaciones.
Todo ello configura una posibilidad de impactos sobre el territorio que señala la directora, hacen parte de un trabajo permanente e integral de control por parte de la corporación.
“El sector agroindustrial es el sector principal de la economía de la región y con ellos tenemos unas agenda programáticas respecto primero al cumplimiento de los permisos y la normatividad ambiental vigente”, puntualizó.
Señaló que además se realiza una constante gestión no solo del cuidado de los recursos sino del establecimiento de las compensaciones ambientales “con reglas claras para todos que nos conduzcan a tener unos proyectos de inversión en el territorio per cumpliendo con la responsabilidad social, ambiental y empresarial”.
Específicamente sobre los puertos, la también ingeniera civil y consultora internacional que dirige a Corpourabá, señaló que la corporación se ha preparado para ser eficiente y rigurosa para el otorgamiento de los permisos en una línea en que “se entreguen no solo porque los necesita el desarrollo sino porque sean sostenibles y sustentables para el territorio”.