Si aseguramos que toda decisión urbana es una decisión política; entonces cabe cuestionarnos qué tanto influyen los urbanistas en la confección de las decisiones políticas.
Sólo basta echar un vistazo por la ventana y mirar a la ciudad en toda su extensión para disipar nuestras dudas.
Parecería obvio afirmar que el papel del urbanista en la ciudad es primordial para el diseño, la planificación, la táctica y la estrategia urbana, así como para la elaboración de políticas públicas. Del mismo modo que son importantes los biólogos, los geógrafos, los sociólogos, los economistas o los ciudadanos.
Con esta obviedad bajo el brazo, esta vez no les pediré que echen otro vistazo por la ventana, porque seguramente con el primero todo ha quedado claro, y no pretendemos redundar nuestras ideas.
Sobre la ciudad, todos los días pesan acciones urbanas en todas las escalas y en todos los alcances. Se colocan o quitan topes, se rescatan o se abandonan espacios públicos, se autorizan o se desautorizan usos de suelo, se diseñan o se derrumban viviendas, se atrae al desarrollo central o se expulsan familias a la periferia.
En fin, cada acción se propaga como un eco dentro de una una caja de resonancia cuyas hondas rebotan por todas partes dejando sentir sus consecuencias, en diferentes intensidades, a lo largo de buena parte del sistema complejo, al cual le llamamos ciudad, pero la ciudad como un sistema siempre inacabado, así como lo asegura la socióloga holandesa Saskia Sassen.
Para continuar necesitamos abordar e hilvanar un acuerdo acerca del concepto Política. Por lo que para el propósito de este texto entenderemos a la política como el instrumento que nos hemos dado los seres humanos para incidir en nuestra realidad y, a través del poder, tener la capacidad de transformarla. En síntesis, es el principio del que agandalla no batalla.
Sin embargo, existe una idea -todavía bastante generalizada- que asevera que la política es para los políticos, y que los políticos (fruto de otra especie humana) son los únicos que hacen política. Por lo tanto, siguiendo nuestra idea inicial, los políticos son quienes terminan tomando muchas de las decisiones urbanas fundamentales. Las motivaciones de tales decisiones son bastas y no las abordaré en este momento.
Mientras tanto el resto de la humanidad, es decir, la otra especie humana que no son políticos, viven agazapados, ausentes de la vida pública y política conviviendo con las consecuencias, positivas o negativas, de las decisiones urbanas y esperando que el destino los alcance. En otras palabras, primero moldeamos a los políticos y luego ellos nos moldean a nosotros; parafraseando al arquitecto y urbanista danés, Jan Gehl.
En suma, la influencia de los urbanistas en la planificación y diseño de las ciudades, al menos en México, es todavía marginal. Así como el de los ciudadanos y otros grupos sociales. Muestra de ello es el rol que han jugado en los planes de reconstrucción después del sismo del pasado 19 de septiembre.
Participar activamente en los asuntos públicos para hacer ciudad es hacer política. Pero para hacer política es necesario, también, construir y portar un discurso, que se traduce en un horizonte o en un norte, para simplificar el recorrido para solucionar los problemas como los nuestros, problemas urbanos. Tal como lo diría Alejandro Echeverri para tratar de explicar su trabajo en Medellín, Colombia.
De ese mismo modo lo hicieron Nezahualcóyotl y Moctezuma en el México precolombino; mientras que a mediados del siglo veinte, en medio de una fiebre industrial y modernista, permeó el discurso Robert Moses o Jane Jacobs en el Nueva York; Mario Panni en la Ciudad de México o Le Corbusier y el Movimiento Moderno en París y el resto del mundo occidental. En las últimas décadas Jaime Lerner en Curitiba; Sergio Fajardo y Alejandro Echeverri en Medellín; o Janett Sadik-Khan en Nueva York. Es posible que de estos ejemplos algo podríamos debatir sobre ellos y su discurso, no obstante, con él construyeron ciudad y se tomaron decisiones políticas que se tradujeron en acciones urbanas.
Por su parte, Saskia Sassen, va más allá “las ciudades tienen un discurso, sin importar que sea distinto al de los ciudadanos y de las corporaciones, es de muchas maneras una cuestión transversal tanto para la ley como para el urbanismo”.
Finalmente, en nuestra era uno de los problemas más profundos a los que se enfrenta toda la humanidad es la desigualdad, y ésta se expresa en muchas dimensiones humanas como en el acceso a la educación, a la riqueza, al empleo, a la salud, al buen gobierno, incluso, el acceso a la felicidad; pero también a los servicios y la infraestructura urbana, al espacio público, a la movilidad, a la vivienda, al agua, al aire limpio, o sea a la Ciudad en sí misma.
Si consideramos que en México cerca del 80 por ciento de la población es urbana, mitigando las desigualdades y la fragmentación urbana de ciudades extensas, estaremos mitigando las desigualdades sociales.
En ese sentido, los urbanistas, así como los politólogos, los ingenieros, arquitectos o los ciudadanos deben construir su propio discurso que les permita trascender a las ideas políticas para tomar mejores decisiones urbanas.
Rodrigo Alonso
Director de la revista City Manager
@JRodrigo_Alonso