El hijo de Natalia era de los que no se dormía porque quería estar con todos y no perderse de nada, era de los que saludaba a los amigos y a los hombres de la familia con un golpe, con un abrazo brusquito, con toda la energía y felicidad; le hacía fiestas a la gente cuando los veía.
Alex no se podía quedar bravo con nadie, al ratico de una pelea estaba haciendo un chiste malo. Le gustaba vivir el presente, no era bueno para ahorrar pero era muy generoso y cuidaba mucho a las personas.
Alex creía en el sueño de su hijo -el nieto de Natalia- de ser futbolista. No se perdía ningún partido de él y siempre lo animaba con los goles y con el jugador que podía llegar a ser.
A la mamá siempre le compraba aunque fuera buñuelo y no le faltaba con el regalito en las fechas especiales y en el cumpleaños.
Doña Natalia dice que creció con él, lo tuvo joven: las primeras enfermedades, el primer cambio de pañal, la mantica de cuando era bebé, la cobijada por las noches cuando niño, el primer buso que le puso para que saliera a jugar con frío, la chaqueta que recordaba de joven cuando ella sabía que iba a llover, todo eso lo aprendió con su primer hijo. Una mamá pierde a su hijo ya adulto, ya papá, y nos muestra esa memoria de cuidado que le permite verlo aún y hasta su último día con todos los años de su edad: de brazos, un niño jugando, un adolescente y el hombre que perdimos.
“Dio la vida cuidando la propiedad mía” -dice su cuñado- y ya no ha podido dormir más por las noches; “váyase a dormir con la niña que yo no puedo” -le dice a su esposa-.
Su hermano menor se muda para la casa de la señora madre, de la doña, y dice que es la primera vez que ha sentido odio en su vida y lo quiere dejar de sentir. “Que dios perdone a los que lo mataron.”
Frente a esa familia con tanta entereza, que hasta hace poco parecía irreductiblemente alegre, se siente el sonido de unas costuras que se rompen, el vacío irremediable de un descocido. Por momentos se animan para un remiendo -por la vida, por el cariño de una abuela, por los hijos que quedan-, pero también aprendemos que ese remiendo nada lo podrá disimular.
En esta ciudad no hemos sido capaces de parar el homicidio con fierros, tal vez necesitamos algo más suave, algo más tibio, una tela, tejer en vez de armar maquinaria de guerra, coser en vez de apretar más la tuerca de los aparatos.
El Partido de las Doñas resume la ruta solidaria de NoCopio y con esta nos estamos reconectando con la familia de Alex, aprovechando para el tejido vivo de esta ciudad la ternura y fortaleza de doña Natalia.