Ya es cada vez más común escuchar de cómo el futuro estará dominado por los vehículos autónomos o vehículos voladores y por el transporte público de velocidad supersónica. Lo cierto es que, muchas empresas, en los cinco continentes, han venido experimentando en los últimos años para que ese transporte sea una realidad rápidamente.
Quizás el ejercicio más interesante en esta materia es el que desarrolla el emprendedor sudafricano Elon Musk, quien viene trabajando en un proyecto llamado Hyperloop, un medio de transporte que, con el uso de un túnel de más de 400 kilómetros de longitud entre Los Ángeles y San Francisco, acorte los tiempos de recorrido. Ahora bien, la idea de Musk no es original. Un prototipo similar fue pensado hace ya 100 años.
En su obra académica titulada “Movimiento sin fricción”, publicada en 1914, el investigador de la Universidad de Tomsk (Rusia), Boris Weinberg, habló sobre la levitación de automóviles que funcionan con propulsión electromagnética dentro de un tubo de cobre. En la mente de Weinberg, los autos corrían dentro de un tubo de cobre sostenido en el aire por electroimanes y alejado de sus paredes. Lógicamente, para esa época, un proyecto de esta envergadura no era concebible por la falta de tecnología y los altísimos costos.
Ahora este proyecto sí tiene todas las posibilidades de llevarse a cabo. De hecho, eso se quiere con el Hyperloop. ¿Pero qué es y cómo funciona? Intentaré explicarlo de manera simple.
Hasta ahora, cuando se construye un tren de alta velocidad, la potencia que se necesita para mover el vehículo es muy grande porque tiene que superar la resistencia del aire. Lo que busca el Hyperloop es eliminar esa resistencia. ¿Cómo? Generando un vacío (como el que existe en el espacio), que permita con muy poca energía mover una cápsula (vehículo), a una velocidad muy alta y que la tracción que se le dé al principio no se pierda en el recorrido. La única energía que utilizaría el sistema es la de la aceleración primera y la de frenado. Una vez la cápsula ha alcanzado la velocidad tras ese primer impulso, al no haber fricción, no hay consumo de energía. El que no haya fricción se consigue mediante levitación magnética. Entonces, dentro de un tubo al vacío, el transporte levita sin llegar a tocar ninguna pared como imanes que se repelen. Y es así como se pretende alcanzar casi 1.200 kilómetros por hora (es la aspiración).
Space X, la empresa de Musk que está desarrollando el nuevo sistema de transporte, hizo el año pasado un concurso global en el que distintas universidades pudieron presentar sus prototipos de vehículo para este sistema. La Universidad Técnica de Múnich ganó con un vehículo fabricado en fibra de carbono, de 70 kilos de peso y que alcanzó más de 457 kilómetros por hora.
Es así como el Hyperloop reemplazará los desplazamientos de un lado a otro que hoy hacen mayoritariamente los trenes. La idea es conectar ciudades grandes y que el recorrido sea único. De hecho, esta tecnología puede considerarse el siguiente nivel de los TGV o de los trenes de levitación alemanes o chinos, que reemplazaron el roce del vehículo con el riel y que hoy se hace por imanes.
Pero para el transporte individual, en mi opinión, aún es complejo pensar en esta tecnología, porque se necesita una red inmensa de tuberías que haría muy complejo el proyecto y además para que sea eficiente tiene que estar por debajo de la tierra, y en la actualidad hay muchos problemas para construir túneles. Pero tampoco puede descartarse en el futuro. De hecho, ya The Boring Company –la otra compañía de Musk involucrada en el proyecto- se ha hecho con un contrato futuro en Chicago para construir unas cápsulas subterráneas que conectarán el centro de la ciudad con el aeropuerto en tiempo récord.
Ahora bien, en la primera cápsula de viajeros, fabricada en un 90% en fibra de carbono, ya fue presentada en Cadiz (España). Tiene 32 metros de largo y pesa 5 toneladas. Será capaz de albergar a un número pequeño de pasajeros, así que esta tecnología va avanzando de manera acelerada. ¿Y qué tan costosa es, se preguntarán algunos? Comparado con una construcción de un sistema actual, la inversión inicial es más costosa, pero luego se ve reflejada en el menor costo de la energía usada y de esa manera se compensa. Lo único cierto es que muchas empresas están trabajando para que el Hyperloop sea pronto una realidad. Y de serlo, cambiará la forma cómo nos movemos en las ciudades. El futuro tiene la última palabra sobre esta nueva tecnología.
Hasta pronto y gracias por su lectura.