El primer bono verde emitido por el Banco Mundial hace 10 años sirvió como punto de partida para el actual mercado de bonos etiquetados que supera los USD 500 000 millones. En este artículo se analiza de qué manera los bonos verdes cambiaron el comportamiento de los inversionistas y los emisores y cómo el mismo modelo se puede aplicar para ayudar a conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En la última década, los mercados de capitales han evolucionado de ser un mercado en que los inversionistas sabían y se preocupaban poco sobre las finalidades de las inversiones que apoyaban a un mercado en que los objetivos importan más que nunca. Se ha producido una revolución en los mercados de bonos que fue provocada por los bonos verdes.
El mercado de los bonos verdes ha pasado de ser un mercado en que predominaban emisores como el Banco Mundial, una organización internacional que es propiedad de sus 189 países miembros y que tiene como objetivos poner fin a la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida, a un mercado que incluye una amplia gama de emisores, desde compañías privadas y bancos a empresas de servicios públicos y Gobiernos. El simple concepto detrás de los bonos verdes se ha ampliado a otros bonos etiquetados, incluidos los bonos sociales y los bonos azules.
El mes pasado, Seychelles —un archipiélago conformado por 115 islas y conocido por sus bellas playas y arrecifes de coral— emitió el primer bono azul para apoyar proyectos pesqueros y marinos sostenibles. Seychelles recaudó USD 15 millones procedentes de inversionistas como Calvert Impact Capital, Nuveen y Prudential, e informará acerca de las maneras en que se usan esos fondos para lograr impactos positivos.
Ese bono es el último de una serie de innovaciones en el mercado de renta fija mediante las cuales se recauda financiamiento de los mercados de capitales que se dedica a un objetivo social definido, en que emisores e inversionistas se unen en torno a una finalidad y se ofrece una mayor transparencia en el financiamiento. Estos tipos de productos permiten a los emisores y a los inversionistas beneficiarse de productos de deuda estandarizados que respaldan inversiones a escala y, al mismo tiempo, conectar las inversiones con sus fines sociales.
El volumen estimado de estos bonos relacionados con un objetivo varía, dependiendo de cuán estrechamente se defina el mercado. Considerando solamente el mercado de bonos etiquetados, el volumen supera los USD 500 000 millones en los últimos 10 años. Si se toman en cuenta los emisores —aunque solo sean municipalidades y bancos de desarrollo— que respaldan proyectos sociales financiados a través de los mercados de bonos, la cifra aumenta rápidamente hasta llegar a varios billones de dólares estadounidenses al año.
El interés de los inversionistas en los objetivos ambientales y sociales de sus inversiones indica un cambio fundamental en el mercado de bonos. Los inversionistas quieren tener datos que muestren no solo de qué manera pueden reducir los riesgos ambientales, sociales y de gestión en sus carteras, sino también de qué modo sus inversiones contribuyen a la sociedad. Reconocen el poder que tienen para apoyar iniciativas que importan a sus accionistas, y la capacidad de hacerlo sin renunciar a la posibilidad de obtener ganancias. Los emisores están siendo receptivos. Están interactuando con los inversionistas para mostrarles que sus bonos representan oportunidades para lograr rentabilidad tanto financiera como social.
Hace 10 años, a varios fondos de pensiones suecos les preocupaba que el cambio climático planteara un riesgo importante para sus carteras y buscaron oportunidades -a través del grupo Skandinaviska Enskila Banken (SEB)- para apoyar soluciones respetuosas con el clima. Deseaban tener acceso a productos de alta calidad que ofrecieran liquidez y que no conllevaran riesgos adicionales a los proyectos. Y también querían tener información acerca de cómo sus inversiones tendrían impactos. Contactaron al Banco Mundial y trabajamos juntos para diseñar un nuevo producto. Así surgió el primer bono verde.
Este bono, emitido en 2008 por el Banco Mundial, sirvió como punto de partida del actual mercado de bonos verdes. Se definieron los criterios para seleccionar proyectos que se financiarán con bonos verdes; se incluyó a CICERO, una reconocida institución de investigación sobre el clima, para que proporcionara una segunda opinión, y se agregó la presentación de informes de impacto como una parte integral del proceso, subrayándose la importancia de la transparencia.
El primer bono verde del Banco Mundial recibió un fuerte respaldo del mercado y generó interés de otros actores, incluidos encargados de formular políticas climáticas, Ceres y la Iniciativa de Bonos Climáticos. Ellos crearon conciencia acerca de los desafíos del cambio climático y mostraron el potencial para los inversionistas institucionales de apoyar inversiones climáticamente inteligentes a través de instrumentos líquidos sin renunciar al rendimiento financiero. Esto constituyó la base de los principios de los bonos verdes coordinados por ICMA, la Asociación Internacional de Mercados de Capitales, en los que se destacó el valor social de las inversiones de renta fija y la necesidad de una mayor atención en la transparencia. Y, a partir de la emisión del primer bono verde en 2008, los inversionistas han publicado sus nombres y proporcionado cotizaciones cuando compran bonos verdes u otros bonos etiquetados.
Desde entonces, el Banco Mundial ha recaudado alrededor de USD 13 000 millones de inversionistas institucionales y minoristas de todo el mundo a través de más de 150 bonos verdes en 20 monedas. Entre otros emisores de bonos verdes se encuentran empresas y bancos de todos los tamaños y de diversos países. Todos los emisores llevan a cabo mediciones y seguimientos y presentan informes sobre el impacto ambiental y social de sus inversiones. Fannie Mae es el mayor emisor de bonos verdes en términos de volumen en un solo año. El año pasado, Fiji se transformó en el primer mercado emergente del mundo en emitir un bono verde soberano. Todos los bancos que participan en los mercados de capitales internacionales cuentan con personal dedicado al financiamiento de bonos verdes o sostenibles. Se están incorporando criterios sobre financiamiento verde en los préstamos. Existe una industria de proveedores que dan una segunda opinión y de verificadores, incluidas agencias de calificación y otras que proporcionan información a los inversionistas y a los emisores que los respaldan. Y el concepto del bono verde se ha ampliado a otros bonos etiquetados, como bonos los sociales, sostenibles y azules.
Los bonos verdes han provocado una revolución en la manera de reflexionar acerca de la sostenibilidad, la finalidad y el potencial de las inversiones en bonos líquidas para lograr un impacto positivo. Si los instrumentos de renta fija pueden respaldar el financiamiento para soluciones climáticas, pueden hacer lo mismo también para otros fines sociales. El proceso de los bonos verdes —con su modelo que incluye la selección de proyectos, una segunda opinión y la presentación de informes de impacto— ya se está aplicando en otras esferas. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un conjunto de 17 objetivos mundiales acordados por 193 países en 2015 que abarcan desde la educación a la salud y las ciudades sostenibles. Constituyen un marco útil para los inversionistas y los emisores para que se concentren en otros ámbitos, además del clima. El Banco Mundial ha empezado a involucrar a inversionistas en determinados ODS mediante una serie de bonos de desarrollo sostenible para crear conciencia acerca de desafíos de desarrollo específicos. Próximamente, se presentarán otros.
El reto ahora es asegurar que aprovechemos la revolución y el impulso hacia el logro de los ODS. En el futuro, para cada inversión, los inversionistas preguntarán “¿Cómo esto está impactando de manera positiva a la sociedad?”, y esperarán recibir como respuesta un conjunto de datos sólidos sobre dicho impacto. Queda un largo trecho por recorrer. Sin embargo, reconocer la urgencia de adoptar medidas y el poder que tiene la inversión, la colaboración, la tecnología y la innovación nos ayudará a llegar a buen puerto.
Columna publicada originalmente en el Blog del Banco Mundial