Todos pasamos por situaciones incómodas o que nos disgustan a la hora de desplazarnos de un lugar a otro. En ocasiones nos encontramos con barreras físicas para la movilidad como aceras con huecos, con baldosas sueltas o levantadas por las raíces de los árboles. Peor aún, a veces no hay acera por donde caminar y tenemos que usar la calle. Otro ejemplo son los paraderos de autobús que no tienen sillas para descansar ni techo que nos proteja de la lluvia.
Enfrentamos también barreras operacionales, como las enormes filas que se forman en la mañana y al salir del trabajo para esperar el metro o el bus; o los conductores de autobús que detienen el tráfico para recoger un pasajero donde no está permitido.
A menudo encontramos barreras actitudinales como el peatón que camina por la ciclovía o el auto que se pasa el semáforo en rojo. Por último, existen barreras comunicacionales como los cierres temporales de vías que no son anunciados y que retrasan nuestro trayecto por la necesidad de tomar vías alternas.
No importa tu género, edad, color de piel o contexto socioeconómico, con seguridad has pasado por alguna de estas situaciones.
Ahora imagina que andas con un coche de bebé o que usas muletas por una fractura reciente. ¿Cómo crees que cambiaría tu experiencia de viaje? Probablemente encontrarías más obstáculos, dificultades y en algún momento requerirías la ayuda de otros. Esto ocurre porque la planificación del transporte tradicional se ha enfocado en prestar un servicio para una sola población a la que denominan “el usuario típico”: hombre de mediana edad con todas sus capacidades físicas intactas, cuyo viaje es pendular y hacia el trabajo.
Por lo tanto, no es extraño que el usar un sistema de transporte público genere múltiples miedos, preocupaciones y pensamientos de este tipo:
El grado en el que todas las personas pueden utilizar un objeto, visitar un lugar o acceder a un servicio, independientemente de sus capacidades técnicas, cognitivas o físicas se denomina accesibilidad universal. En transporte, este concepto es relevante en la medida en que todas las personas necesitamos desplazamos de un lugar a otro para realizar diversas actividades productivas y sociales, por lo tanto, el uso de un sistema de transporte público debería ser un derecho para todos.
El retraso que se tiene a nivel mundial en este tema se evidencia en la carencia de estadísticas e incluso la falta de consenso entre las organizaciones sobre los pocos datos que existen.
Se estima que alrededor del 15 % de la población mundial vive con algún tipo de discapacidad. En América Latina esta cifra es del 12 %, lo que involucra aproximadamente a 66 millones de personas (OMS, 2011). Además de esta cifra, la discapacidad forma parte de la condición humana y casi todas las personas sufrirán algún tipo de discapacidad transitoria o permanente en algún momento de su vida.
Conociendo estos números, es un deber para todas las ciudades impulsar un servicio universal que le permita a todas las personas acceder al transporte público y ejercer su derecho a la movilidad, eliminando todo tipo de obstáculos o barreras a la participación.
¿Qué tipo de mejoras significativas se pueden implementar para mejorar la accesibilidad universal?
En primer lugar, se deben realizar cambios no solo en la infraestructura de los sistemas de transporte sino también en el espacio público. Esto incluye construir elevadores y rampas para acceder a las estaciones, mejorar el estado de las aceras y todas las superficies de circulación, instalar guías podotáctiles y semáforos con módulos sonoros. Los vehículos deben contar con suficientes sillas preferenciales, pasamanos, plataformas desplegables de acceso, espacio para ubicar sillas de ruedas y sistema de aseguramiento, entre otras acciones.
Sin embargo, la movilidad accesible no consiste únicamente en adaptar la infraestructura para satisfacer las necesidades de todas las personas. La experiencia de viaje de cualquier usuario se ve beneficiada de la actitud que tengan consigo los demás pasajeros, operadores del sistema y otras personas con las que se interactúa en el espacio público. Para ello es necesario entrenar a los conductores y otros funcionarios sobre los protocolos para tratar a una persona con discapacidad, mostrando disposición para ayudar en caso de ser necesario. Así mismo es importante que los pasajeros muestren empatía, respetando el uso adecuado de las sillas preferenciales y abriendo espacio para facilitar el acceso y la salida del vehículo.
Aun cuando exista la infraestructura necesaria y actitudes positivas hacia las personas con discapacidad, es necesario garantizar la adecuada operación del sistema.
Este aspecto hace referencia a los protocolos de conducción, como detener completamente el autobús en una parada y tener paciencia para el abordaje de los pasajeros; asegurar una alta frecuencia de vehículos accesibles para disminuir los tiempos de espera y aumentar el tiempo de activación de los torniquetes de acceso para que las personas que viajan con silla de ruedas, coche, perro guía u otros, puedan pasar con tranquilidad.
Por último, es importante proporcionar toda la información necesaria para que los usuarios puedan planear sus rutas, enterarse de cualquier imprevisto en la operación y sepan hacer uso del sistema con confianza. Asimismo, la información debe distribuirse mediante los canales adecuados para que llegue efectivamente a todo el público. Esto se refiere al uso del sistema braille, pantallas con mensajes en lengua de señas, colores llamativos e información auditiva.
Estas acciones benefician no sólo a las personas con discapacidad, sino a todos los usuarios; accesibilidad universal significa ventaja para todos.
Para finalizar, es importante que cualquier plan o acción que se realice con el fin de promover el acceso para todos, cuente con un proceso participativo en el que se reciba la opinión de los usuarios con necesidades específicas de movilidad: niños, mujeres en embarazo, adultos mayores, personas con discapacidad, migrantes, entre otros. Esto con la intención de acabar efectivamente con las barreras físicas, operacionales, actitudinales y comunicacionales que frecuentemente encontramos a la hora de desplazarnos.
Columna publicada originalmente en el Blog del BID