LA Network conversó con el experto colombiano Juan Camilo Quintero para entender la realidad de la región, sus rezagos pero también sus enormes oportunidades si los gobiernos y ciudadanos hacen la tarea.
Medellín recibió en 2012 el reconocimiento como la ciudad más innovadora del mundo, entregado por el Urban Land Institute, Citigroup y el Wall Street Journal. Tal título le fue conferido venciendo a ciudades como Nueva York y Tel Aviv. El gobierno de la ciudad, lejos de dormirse en los laureles con este galardón, lo aprovechó como la oportunidad para desplegar una estrategia de promoción de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación entre sus habitantes, una asignatura pendiente en la ciudad.
La estrategia denominada MedellInnovation tuvo muy buenos resultados, a tal punto que la capital antioqueña dio un salto del puesto 265 al 147 en el escalafón global del Innovation Cities Index 2015, ello gracias al fortalecimiento de su ecosistema de Innovación. La tarea definida por el alcalde de ese entonces, Aníbal Gaviria, tuvo un hombre clave en su ejecución: Juan Camilo Quintero.
Quintero es, sin duda, uno de los mayores expertos en Innovación que tiene hoy Colombia. Primero desde Tecnnova, organización creada en el Departamento de Antioquia por la tríada Universidad-Empresa-Estado; luego desde Ruta N, la entidad que en la ciudad de Medellín desarrolla la política de CT+I y que es modelo en América Latina; y actualmente en la Gerencia de Innovación y Emprendimiento de la Asociación Nacional de Industriales ANDI, el gremio con mayor influencia en el país. LA Network dialogó con él para observar la situación actual en la región y cómo lograr que los gobiernos tanto locales como nacionales comprendan de una vez por todas que sin Ciencia, Tecnología e Innovación difícilmente habrá desarrollo y bienestar en Latinoamérica.
¿Por qué Latinoamérica no ha entendido que el camino es la ciencia y la tecnología?
Yo creo que los gobiernos latinoamericanos han tenido unas necesidades más asociadas a condiciones básicas de salud, de empleo, de agua potable, de energía, etc… y que debido a que no han sido economías desarrolladas, de alto recaudo impositivo de grandes compañías, de desarrollo económico importante, no han tenido los suficientes recursos para empezar a halar unas economías del conocimiento. A mí me parece que en la medida en que Latinoamérica siga en ese círculo donde simplemente están enfocada en las necesidades básicas insatisfechas y no esté pensando en condiciones de nuevas competencias o de nuevas capacidades asociadas al talento humano que den ventajas competitivas regionales, muy probablemente seguiremos con una mayor brecha con el cambio tecnológico y la velocidad que están teniendo otras regiones del mundo.
¿Y las ciudades latinoamericanas lo han entendido?
Yo creo que muchos de los alcaldes latinoamericanos todavía no han entendido cuál es su papel en el desarrollo económico local. Hoy en el mundo más que competir inclusive los países, las ciudades y las regiones están compitiendo en ecosistemas de innovación. Si yo fuera hoy un alcalde uno de los principales temas que abordaría sería cómo tener verdaderamente un ecosistema de innovación con las condiciones mínimas necesarias para que sea atractivo para que las nuevas generaciones puedan emprender, para que un inversionista pueda llegar a invertir en las compañías que tengo; que sea atractivo para que un investigador tenga la red de universidades y empresas con las que se pueda relacionar y así construir sus nuevos desarrollos y sus nuevas investigaciones, pero estos temas todavía son muy ajenos a los mismos alcaldes y eso contrario está pasando en ciudades como Miami, Boston, San Francisco, Londres, Berlín, Tokio… que realmente han entendido que los alcaldes puede dinamizar las economías del conocimiento para generar valor en la sociedad.
¿Y cómo se puede hacer en las ciudades cuando las políticas en temas de ciencia y tecnología son regidas desde el nivel central? ¿Cómo armonizar esa relación?
Lo primero es que la tecnología desbordó la capacidad de los estados. Ya un gobernante es inferior en la capacidad de regulación frente al cambio tecnológico, y lo estamos viendo con Uber, con Airbnb, con Spotify, con todas estas plataformas. Y segundo, los países que son muy centralistas y que no logran desatar el desarrollo local, el desarrollo endógeno, pues van a perder mucha mayor competitividad, ese es un punto inicial. Yo creería que una de las maneras, que no necesariamente tiene que estar implicado presupuesto o inversiones financieras, es definitivamente desatar el pensamiento colectivo, la inteligencia de las masas, de cómo usar herramientas de crowdsourcing, de crowdfunding, de trabajar con las comunidades en empezar a activar retos para que esos retos se vuelvan los principales retos de las universidades, de los empresarios, de la comunidad y alrededor de eso se vayan generando unas comunidades específicas donde la inversión va llegando y promoviendo el progreso, porque a la vez que hay inversión se van dando soluciones, pero es fundamental que el estado local haga una inversión inicial pequeña y, posteriormente, las empresas empiecen a jalonar la innovación; la innovación definitivamente la hala el sector privado y el estado genera unas condiciones mínimas. Si los mandatarios locales no son capaces de convocar al sector privado a invertir más en ciencia, tecnología e innovación la carrera se va a demorar muchos más.
Hoy vemos nodos tecnológicos en las ciudades como Ruta N en Medellín, Porto Digital en Recife o el mismo Polo Tecnológico en Buenos Aires o Rosario. ¿Este tipo de experiencias que desde lo público conversan con lo privado cómo se tienen que ajustar y cómo se tiene que hacer en aquellas ciudades en donde ni siquiera existen?
Lo primero es que las ciudades tienen que entender que el mundo cada vez se está volviendo más democrático. Las tecnologías como el cloud computing, el big data, la analítica, la computación cognitiva, lo que están poniendo en evidencia es que los gobiernos son cada vez más democráticos y los ciudadanos son cada vez mucho más activos en la toma de decisiones. Ahí hay un mensaje inicial fundamental y es que los liderazgos mesiánicos unipersonales cada vez van a ser menores porque las redes y el Internet borraron el tiempo y el espacio para que todos los habitantes y todos los humanos nos podamos conectar de manera directa. Los costos transaccionales cada vez van a ser menores y las personas se van a poder conectar mucho más directamente, ese digamos es un factor fundamental. Y un segundo factor que me parece a mí determinante es que las ciudades tienen que entender que la cocreación del desarrollo se hace mejor desde la base, cuando una ciudad no es capaz de valorar la inteligencia de sus ciudadanos, entender que el mundo es totalmente sistémico, que está interrelacionado, que junta diferentes disciplinas -porque frente al cambio que estamos viviendo hay una gran palabra detrás que es la complejidad, estamos entrando cada vez en un mundo más complejo, un mundo que está asociado a la inteligencia artificial-, pero que definitivamente la interacción de los ciudadanos nos va a permitir de manera directa tomar decisiones cada vez más pertinentes; ¿qué quiere decir eso? hoy los gobiernos están haciendo esfuerzos por tener open data, entregar la información del catastro, entregar la información de los temas de seguridad, dónde estás los homicidios, para que la misma comunidad utilice esa información y pueda cocrear desarrollos, porque la posibilidad que está dando el cambio tecnológico es que una persona hoy desde su casa puede resolver un problema que tiene una ciudad, que tenga un país o que tenga la humanidad. ¿Cómo? desarrollando un algoritmo, con una aplicación digital o haciendo una analítica de una información para tomar una decisión mucho más certera. Entonces, yo creo que la resolución en la ciudad está muy orientada a que los gobernantes empiecen a entender cuál es su papel en desatar ecosistemas de innovación y cómo conectar definitivamente a la ciudadanía.
Y entender que de ese presupuesto que hay para todas esas necesidades sociales también hay que sacar ya un presupuesto para este tipo de organizaciones.
Sí. Yo creo que los ejemplos de entidades como las que usted mencionaba –Ruta N, de Recife, de Rosario-, son ejemplos evidentes y son ejemplos que cada vez están empezando a migrar y a demostrar que el mundo se está convirtiendo en un laboratorio viviente. Entonces más que hablar de parques tecnológicos, estamos hablando de Living Labs, donde los ciudadanos pueden interactuar, donde los ciudadanos pueden cocrear y donde en esa misma cocreación de los ciudadanos van aflorado las necesidades pero también las soluciones. Entonces ya a los mandatarios les van a llegar problemas pero los mismos ciudadanos han cocreado unas posibles soluciones que el mandatario puede intervenir con presupuesto. Por eso la disyuntiva como gobernante entre si hago ciencia o si hago inversión social no tiene sentido. La ciencia, la tecnología, la innovación pueden resolver un problema social dramático, por ejemplo, en cómo dar acceso a la salud a la gente más desfavorecida utilizando tecnologías de la información y la comunicación. Entonces no puede estar aislado, si tu inviertes en ciencia y tecnología haces más eficiente un proceso, conectas muchas más necesidades y probablemente vas a resolver problemas con menos costo y más rápidamente.
Hay ejemplos en Latinoamérica de ciudades innovadoras y que han sido capaces de aplicar esa información desde las tecnologías, desde lo social, pero es inevitable decir que son la ciencia y la tecnología duras las que realmente generan desarrollo. ¿Qué reflexión hace sobre esto?
Yo creo que el mundo necesita de las ciencias básicas y de las ciencias aplicadas, pero creo que el mundo también necesita una gran reflexión. Howard Gardner, que es un gran pensador sobre las mentes, en su último libro “Las mentes del futuro” habla de que no solamente se debe tener una mente sintética que sea capaz de entender cómo condensar todo el conocimiento que está creando, todos los datos, sino también se debe tener una mente ética. En la medida en que haya más cambio tecnológico, que haya más evolución probablemente e inclusive con la inteligencia artificial, donde las máquinas se van a autoreproducir, eso lo que va a poner es un escenario en el que vamos a necesitar muchas ciencias sociales que ayuden a la gente a reflexionar sobre cuál es el papel de la tecnología y cómo aplicar la tecnología con un fin: la sostenibilidad, la sustentación del planeta, la equidad. Porque vamos a estar en un vértice muy peligroso: vamos a tener mucho desarrollo, probablemente vamos a tener más equidad, la pobreza va a disminuir, la gente va a vivir mejor, pero vamos a estar a un filo que con un solo botón se pueda acabar el planeta, y la filosofía, las ciencias sociales, la filantropía, la sociología, la teología van a jugar un papel fundamental en como equilibrar eso. Yo creo que va a haber una gran reflexión de cómo hoy se hace entre la ciencia base y la ciencia aplicada, entre la evolución tecnológica y el pensamiento social para poder tener un equilibrio real que pueda compensar y sacar adelante este planeta, porque al final la discusión es: cómo garantizar la sostenibilidad del planeta en los próximos 200 años.